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México D.F. Martes 16 de marzo de 2004

Ganador del Premio Comillas de Biografía con el primer tomo de Travesías

El libro se ha convertido en un producto con fecha de caducidad, deplora Jaime Salinas

ERICKA MONTAÑO GARFIAS

El libro convertido en un producto con fecha de caducidad hace difícil que uno se apasione por el mundo editorial, expresa el editor español Jaime Salinas, quien durante más de tres décadas colaboró en Seix-Barral, Alianza, Alfaguara y Aguilar.

El pasado noviembre, Salinas ganó el Premio Comillas de Biografía con el primer tomo de sus memorias, Travesías, en el que hace un recuento de sus primeros 30 años de vida en los que vivió el exilio y también la compañía de los amigos de su padre, el poeta Pedro Salinas, como Federico García Lorca, Miguel de Unamuno o Juan Ramón Jiménez.

En este libro ''no influyó nada mi oficio de editor. Primero fue una especie de necesidad, de ocupar el tiempo libre y una vez que comencé a escribirlo se convirtió en terapia", expresa desde Madrid.

''Es una biografía novelada con ficción, porque no tenía mucha importancia que yo de alguna manera dejara que mi imaginación traspasara la realidad", agrega, pero ''en este momento me siento un poco cansado y aliviado de haber terminado el primer volumen y un poco preocupado de cómo puedo dar forma a la segunda parte.

''Me temo que la gente espera que cuente mi experiencia profesional, pero a mí eso me aburre muchísimo y no sé exactamente lo que voy a hacer."

En aquella época, señala, ''uno podía apasionarse por el mundo editorial, ahora creo que difícilmente eso puede ocurrir. La edición es, hoy, un negocio como cualquiera.

''Más que asumir una responsabilidad de tipo intelectual o cultural, fue encontrarme en este caso en Seix Barral con un proyecto editorial en un estado tal de caos y de confusión. Lo que me interesó fue cómo podía darle forma y orden para sacarlo adelante y salió adelante en mucho porque Carlos Barral era el editor."

Sin llegar nunca a puerto

Los cambios en la forma de concebir el libro y su edición ocurrieron a finales de los años 70 y principios de los 80, ''cuando en las conversaciones se hablaba de 'producto' y no del libro. Se hablaba cada vez más de los números de ejemplares vendidos. Se dejó de hablar del libro de fondo. Hoy el libro tiene una fecha de caducidad, como la puede tener un plátano.

''En mis tiempos nuestro fin y el de la mayoría de nuestros colaboradores no era enriquecernos, sino ejercer cierta influencia cultural y hasta cierto punto política en nuestros países. Hoy el libro es otra cosa, como la Coca-Cola o cualquier otro producto de consumo y eso afecta la calidad. Lo importante es vender como sea. Si ahora apareciera Marcel Proust para publicar sus libros difícilmente encontraría editor."

La idea de escribir sus memorias nació al jubilarse, momento en el que ''no sabía exactamente qué hacer y de repente se me ocurrió escribir mis memorias, un reto complicado porque no había escrito nada en español".

Se trata de las primeras tres décadas de su vida, ''que son un constante ir y venir de un sitio a otro sin llegar nunca a puerto".

Primero fue su viaje de Argelia, donde nació, en 1925; a Sevilla y de ahí a Madrid. Al inicio de la Guerra Civil su familia estaba en Santander, donde comenzó su periplo hacia el exilio, primero en Francia y después en Nueva York.

En esa ciudad intentó en vano integrarse a la cultura estadunidense ''en parte porque no quería, porque la sensación de haber perdido mi patria y sabiendo que no podía volver a lo que era mi patria, porque estaba Franco, era una condición que me parecía más aceptable para mí".

Ya durante la Segunda Guerra Mundial fue voluntario en el cuerpo de ambulancias y en 1955 regresó a España, pero hasta la fecha ''aún no he hallado mi país. No lo he encontrado ni lo encontraré.

''Vivo en España, me considero español porque hay que considerarse algo, y vivo en España porque el trabajo me obligó a vivir aquí; pero no me siento español, ni estadunidense ni francés. Me siento apátrida."

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