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México D.F. Martes 16 de marzo de 2004

En la sala Nezahualcóyotl el Ave canora y su grupo fueron ovacionados

Con poder de sanación, la voz de Oumuo estremeció el alma de miles

Dedicó Djorolen a los que mueren a causa de la pobreza que dejan las guerras y lloró por las víctimas del terrorismo en Madrid Afuera del recinto de CU, otros más siguieron a la africana

FABRIZIO LEON DIEZ

Con enorme ovación fue recibido y despedido en la Sala de Conciertos Nezahualcóyotl el grupo que viste la voz de Oumuo Sangare, la noche del domingo, luego de que la compositora de Malí, Africa, estremeciera, días antes, al público en el Jardín Borda de Cuernavaca, y en la Plaza Fundadores de San Luis Potosí, cuando inauguró el Festival del Desierto.

Acostumbrada a producir aire medicinal con su música, Oumuo Sangare transportó a las más de dos mil personas por los más profundos sentimientos, como la tristeza, que permeó durante la canción dedicada a la muerte que causa la pobreza que dejan las guerras (Djorolen), en la que también hizo una reflexión sobre la masacre en Madrid, y que la llevó al llanto antes, durante y después de interpretarla. Asimismo provocó que afloraran sentimientos de culpa cuando regañó a los hombres que no ven los beneficios de tratar siempre bien a las mujeres. "No queremos la guerra, pero la guerra entre los hombres y las mujeres; lo que queremos es amor y que nos acompañen", dijo en su lengua y en francés, palabras que tradujo Eri Camara. De la misma forma salvó y exorcizó los diablos estúpidos de la inmovilidad. A ritmo de hechizo levantó a los escuchas de su lugar, los hizo cantar en coro y, al comprender que los tenía en sus largas y fuertes manos, hipnotizó las mentes con lamentos hermosos y, con mucho placer, bailó junto con sus coristas en homenaje al cuerpo y a la sensualidad.

Acompañada de tres hermosas coristas, una de ellas su hermana, y seis músicos, Oumuo Sagare interpretó 13 largos cantos, emebeleso que duró más de dos horas. En las afueras del recinto universitario decenas de estudiantes y profesores, que no consiguieron boletos, disfrutaban del canto de la africana a través de unos pequeños monitores.

Hacia el final del concierto las coristas y bailarinas, Nabintou Diakite, Sata Kouyate y Maissata Tischer-Sangare, mostraron el encanto de sus danzas y jugaron con los ritmos de las percusiones. La cantante invitó a bailar al escenario a una joven de la primera fila. Minutos después se despidió. Obsequió un par de canciones más, pero sabía que su dosis medicinal no había sido suficiente para sanar los males que nos aquejan. Recomendó, entonces, seguir al pie de la letra la receta inscrita, surgida de su puño y letra, en el excelente programa de mano que prepararon sus productores. Allí, a propósito de su canción Laban (El final de la vida) Oumou escribe: "Este no es un canto acerca de la muerte, sino de lo que podría ser tu último momento en esta tierra. Toda persona debe preguntarse, en algún punto, ¿cómo terminará mi vida? ¿Moriré en cama? Eso desean todos los humanos. ¿Moriré en un avión? ¿O en la carretera; en un incendio? ¿En el agua? Cómo terminaremos es un misterio. Pero de cualquier forma que ocurra, nos ayudará haber tenido buen corazón, ser sinceros con nosotros mismos, tener compasión por los demás -hoy somos tan duros. Lo que intento es moralizar a la gente. Quien escuche esta canción, incluso si es un malvado, pensará dos veces antes de cometer una ruindad. Porque la solución al misterio de laban está en cada uno de nosotros. En Malí, la gente ama esta canción".

Al final de la presentación cientos de admiradores compraban las grabaciones de Ave canora, como Oumou se hace llamar, mientras otros, atentos a su salida, esperaban un autógrafo.

Entre el público había varias personas de origen africano, si no es que todos, pero uno de ellos estaba notoriamente emocionado. Era el cantante cubano Armando Garzón, quien no perdía detalle alguno.

Horas después, acompañado de sus músicos, la Voz de terciopelo, como lo llaman en su natal Santiago de Cuba, dedicó un pequeño concierto a Oumou Sangare y su agrupación, en la fiesta que en honor de los africanos prepararon los anfitriones de Discos Corasón. Allí, a media luz, Garzón atinó al sentimiento de ella y logró uno de los minutos más privilegiados para la cultura negra, al interpretar siete boleros y una vieja canción francesa para quien hizo del domingo pasado uno de los más felices, luego de una semana de miseria. Debería Sangare quedarse a vivir en México y cantar, aunque sea, los fines de semana.

A Oumou Sangare la acompañaron: Hamane Toure (guitarra), Brehima Diakite (kamalengoni), Zoumana Tereta (violín), Cheick Oumar Diabate (djembe), Aliou Dante (percusiones) y Oumar Diallo (bajo). La producción estuvo a cargo de Mary Farquharson, Amanda Franco y Eduardo Llerenas.

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