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México D.F. Miércoles 24 de marzo de 2004

Juan Arturo Brennan

Marsalis en tres tiempos

Durante la semana pasada, esta ciudad se iluminó con la presencia y el carisma de Wynton Marsalis, y se llenó de los sonidos de su soberbia trompeta Monette. He aquí un breve recuento de su paso por la capital.

1. Magistral clase magisterial. Bellas Artes lleno, con un público fundamentalmente joven. Marsalis ofrece una clase magisterial dedicada a explicar los fundamentos del jazz y los elusivos requisitos para que haya swing. Con la ayuda de la Big Band Arte 01, que comanda Eugenio Elías, y un par de músicos de su propia banda, Marsalis explora en su estilo claro y directo la obligatoria coincidencia del címbalo con el contrabajo, y la fascinante discrepancia de compases binarios y ternarios en el shuffle, como filosofías opuestas pero finalmente complementarias.

Marsalis toca el piano y se queja de buena gana de la complicada tonalidad de re bemol en que está el arreglo del momento. Claro, toca varios solos de trompeta, como líder del grupo, pero no titubea en amalgamarse democráticamente a la sección de trompetas de la banda con los señores Ready, D'Etienne, Peralta y Elías.

A lo largo de su magistral clase magisterial, Marsalis utiliza algunas analogías y metáforas delirantes, combinadas con otras más terrenales: los fundamentos del jazz como los fundamentos de la vida; el jazz como la pesca, como el amor, como una torta. Pero sobre todo, el jazz como comunicación y como diversión.

Más analogías: la sección rítmica de la banda de jazz como el bajo continuo de la banda barroca. El genial trompetista explora el arte de acompañar, con la colaboración de la sensual voz de Iraida Noriega, y sobre todo, intenta que su embelesado público entienda que lo principal es saber de dónde viene y a dónde va la música: integridad, sentimiento y un claro sentido de dirección para no perder el rumbo. Y uniendo la acción a la palabra, como decían los antiguos, demuestra la diferencia entre un solo de compromiso y un solo auténticamente creativo.

2. De vuelta a lo básico. Esa misma noche, Bellas Artes se llenó de nuevo para el concierto de la Lincoln Center Jazz Orchestra liderada por Wynton Marsalis. Para iniciar, una pieza original del propio Marsalis, titulada emblemáticamente Back to basics, que podría subtitularse De las infinitas posibilidades expresivas de una bomba para destapar caños. Allá la conocen como plunger mute; acá es la ventosa de una simple bomba para desagües, y resulta inverosímil lo que Marsalis puede hacer con ella y su trompeta.

Para el resto de la velada, en efecto, la vuelta a los básicos: Ornette Coleman, George Gershwin (su Rapsodia, claro), Count Basie, Kurt Weill (en arreglo del gran Satchmo, Louis Armstrong), Thelonious Monk y Benny Goodman. Puras joyas sonoras, a excepción de una pieza de Ted Nash, saxofonista de la banda, marcada por la típica confusión entre lo flamenco, lo ibérico y lo latino. Por lo demás, jazz de alto octanaje a cargo de una banda que, como la legendaria Orquesta de Mannheim en el siglo XVIII, es un ejército formado por muchos generales.

3. Lo filarmónico y Ellington. A la noche siguiente, Marsalis y la banda convocan a siete mil oyentes al Auditorio Nacional. En la primera parte de la velada, un sabroso experimento en crossover: la Filarmónica de la Ciudad de México (bajo la batuta un tanto desangelada de Paul Freeman) interpreta las cinco partes de la suite Peer Gynt, de Grieg, a cada una de las cuales la Lincoln Center Jazz Orchestra replica con la versión de lo mismo en el formidable arreglo de Duke Ellington.

Especialmente fascinante resulta la transcripción de La muerte de Ase, tratada por Ellington como una típica marcha fúnebre al más puro estilo de Nueva Orléans.

Para la segunda parte, una inteligente selección de obras del propio Duke, a cargo de Marsalis y la banda. La riqueza de orquestación, la complejidad armónica y las aventuras rítmicas escuchadas esa noche confirman, por si hiciera falta, que Edward Kennedy Ellington fue uno de los grandes músicos del siglo XX. Como quedó demostrado en estas y otras actividades de la gira que Wynton Marsalis es uno de los jazzistas contemporáneos más importantes en su calidad múltiple de trompetista, arreglista, compositor, educador y comunicador.

Y aunque sé que el tema le molesta, no puedo dejar de decir que yo soy uno de aquellos que lamentan, y mucho, que Marsalis haya dejado de tocar y grabar el repertorio de concierto de la trompeta, del que también fue, en su momento, un exponente supremo.

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