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México D.F. Miércoles 31 de marzo de 2004

Carlos Martínez García

Adiós muchachos

Han gastado más energías y argumentaciones en señalar a sus adversarios como causantes de la profunda crisis que padecen, que tiempo y sensibilidad para entender cuáles son las raíces de los alarmantes casos de corrupción exhibidos mediáticamente. Tanto en el Partido de la Revolución Democrática como en el gobierno que encabeza Andrés Manuel López Obrador, han privilegiado la teoría del complot y tratan de minimizar los factores internos que produjeron la articulación de intereses entre sobornador y sobornados.

Pareciera existir en las fuerzas progresistas, y más específicamente en la izquierda, un mal endémico consistente en negarse a ver el huevo de la serpiente que se va incubando, lenta pero firmemente, dentro de los movimientos que luchan por causas libertarias y de mayor justicia social. En el interior de la izquierda tiende a estigmatizarse a quienes señalan excesos y francos autoritarismos cometidos por compañero(a)s de ruta. Con el argumento chantajista de que no se debe dar argumentos a los enemigos del pueblo, se acallan las voces críticas y se las margina, y no pocas veces se les acusa de agentes infiltrados cómplices del conservadurismo. En lugar de atender los llamados que desde su propio seno hacen quienes comienzan a vislumbrar la descomposición en su etapa temprana, las burocracias que terminan por adueñarse de los movimientos sociales hacen todo lo que está a su alcance para ocultar la putrefacción.

Un recuento doloroso y aleccionador de lo sucedido con la lid que libró contra la dictadura de Anastasio Somoza el Frente Sandinista de Liberación Nacional, y su posterior desenvolvimiento como gobierno en Nicaragua, lo expone Sergio Ramírez en el libro Adiós muchachos. El autor fue un férreo opositor a la dictadura somocista e integrante de la primera junta de gobierno que se instaló tras la victoria del FSLN. En su reconstrucción político literaria de lo que fue, y en lo que lastimosamente acabó convirtiéndose el sandinismo, el también autor de la novela Sombras nada más narra cómo varios de los líderes más conocidos y respetados del movimiento fueron sucumbiendo ante todo lo que antes combatieron: la antidemocracia y la corrupción. Terminaron por hacer realidad la ficción de George Orwell magistralmente descrita en Animal farm (obra conocida en español bajo el título de Rebelión en la granja).

Traigo a colación el contundente repaso que hace Sergio Ramírez sobre el trastocamiento del FSLN porque me parece que frente a todos los escándalos de corruptelas que se han destapado en el PRD y en el Gobierno del DF sigue haciendo falta un diagnóstico que ponga mayor énfasis en el deslizamiento paulatino que experimentó el perredismo hacia posiciones contradictorias con la democracia y una patria mejor para todos. Y este ejercicio tiene que ser privilegiado dentro de las mismas filas del perredismo, porque aunque contribuyen las críticas que se hacen desde fuera, muchas de ellas ubicadas en la amplia gama que conforma la izquierda, solamente los perredistas pueden -y en las actuales circunstancias, deben- implementar las lecciones devastadoras que les está dando la exhibición pública de lo producido por Ahumada Films.

Lo mostrado en cadena nacional es solamente un síntoma del mal que tiene postrado al PRD. Paulatinamente se fueron adueñando de este partido las corrientes dispuestas a enarbolar cualquier causa supuestamente popular, recurriendo a prácticas antidemocráticas e intolerantes. Súbitamente pasaron a engrosar las filas del perredismo líderes y agrupaciones de reconocida filiación priísta, que nada más cambiaron de estandarte pero que continuaron con los mismos vicios verticalistas de su anterior militancia partidista. En lugar de tomar con cautela esas incorporaciones masivas, los liderazgos del PRD prefirieron creer que las mismas eran resultado de un arduo trabajo político entre la ciudadanía. El corporativismo practicado por personajes como René Bejarano, aunque también por otros y otras líderes partidistas que hoy buscan esconder su modus operandi bajo la alfombra, vino a ser la vía principal para obtener puestos en la alta burocracia perredista y candidaturas del partido a puestos de elección popular. En su momento, cuando se documentaron esas prácticas, los señalados las desdeñaron y/o fueron protegidos por el aparato partidista.

Mientras en el PRD continúen minimizando los casos hasta ahora conocidos de corruptelas y sigan en la obstinación de presentar estos asuntos como trampas tendidas por sus enemigos, complots bien armados para sorprender a incautos e inocentes personajes dispuestos a recibir desinteresados donativos de un empresario, tal vez puedan sortear más o menos bien las encuestas de opinión y convencer a los incondicionales, pero solamente estarán postergando una crisis mayor. No me cabe duda que en estos tiempos de sucesión presidencial adelantada los enemigos del perredismo están dispuestos a tenderle todo tipo de celadas, pero lanzar toda la responsabilidad a esos intentos y declararse sin mácula es más un acto de fe que de responsabilidad ética y política.

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