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México D.F. Miércoles 14 de abril de 2004

Luis Linares Zapata

Partidos, necedad y prioridades

Hay dos renglones de ingresos para la república por demás estratégicos. Con ellos va su desarrollo y sobrevivencia. Uno está dado por un accidente geográfico: el petróleo. El otro se obtiene por la combinación de dos fenómenos simultáneos: la propia irresponsabilidad social para regular su crecimiento, al que se añade la pésima gestión de los intereses colectivos que han llevado a cabo sus elites decisorias, dando por resultado un sistema productivo por demás injusto. Se habla entonces de la expulsión de migrantes y de las remesas que envían. Ambos recursos, a cual más inmenso, se irán extinguiendo con toda seguridad y relativa premura. Unos por la explotación que no prevé la adecuada reposición de reservas, y el otro por la estabilidad poblacional que, se espera, afectará los flujos futuros de la migración al norte. Ambos rubros descuidados al extremo de poner en riesgo su continuidad como fuentes vitales de abastecimiento de divisas. A los recursos del petróleo porque se le han usado como monedero que solvente las urgencias actuales de gasto corriente, sin cuidar a la empresa que lo explota dotándola de sanas y robustas fuentes de financiamiento. A las remesas porque se piensan gratuitas hasta el grado de que sólo en tiempos recientes se les estudia en detalle o se intentan regular los costos con que fluyen al país.

Hace apenas unos días, los coordinadores de las fracciones de diputados posaron sonrientes para la foto como testimonio gráfico de sendos acuerdos legislativos. Todo estaba discutido para dar paso a una reforma electoral trascendente. Una semana después, principalmente por las maniobras del PRI, secundadas por las del PAN, esos mismos acuerdos se tambalean hasta parecer irreconocibles. Trabajar por bajar el costo de la democracia afectando las finanzas del PRI, ya bastante secas por la enorme multa que le impuso el IFE, es una tarea desgastante que en poco beneficiaría a los mexicanos, dicen los priístas encumbrados. Lo crucial del asunto estriba en no oponerse a tales modificaciones de manera tajante, sino en ir buscando los atajos que minimicen el precio en simpatías que con seguridad habrá de reclamar la ciudadanía, elucubran desde sus distantes despachos asesores y conspicuos analistas del comité ejecutivo de ese partido.

Similar proceso de jerarquización llevaron a cabo los priístas para oponerse a una reforma fiscal entrevista como necesaria y urgente. Sus actitudes y posturas siguen los dictados de sus intrigas y pugnas internas. Dar suficientes recursos al erario para liberar a Pemex de la pesada carga que soporta, con el ánimo de que pudiera desarrollar mejor sus potencialidades, no era conveniente para sus ambiciones de retornar a la presidencia en 2006. Para qué darle más recursos a Fox, aducen con gran cinismo en su ilógica de prioridades bizcas. Le ayudaríamos a terminar su periodo haciendo obras y reforzando las posibilidades futuras del PAN.

Lo que realmente condiciona la oposición de los priístas a las reformas comentadas no debe ser buscado en los requerimientos, angustias, peticiones y problemas del electorado, sino en las cavidades de sus enfrentamientos por las escasas posiciones bajo asedio. Los orígenes de su accionar no se sustentan en las tribulaciones ciudadanas, sino en que las posiciones deben ser satisfechas y repartidas entre los diversos grupos que dirigen el aparato decisorio del Institucional. La regla es simple, dicen acalorados: sobrevivir a los feroces ataques de los rivales intrapartido es el mandato primero. Los migrantes pueden esperar otros 50 años para votar. La necesidad de conservar vivos sus contactos con la realidad mexicana se da de manera natural, parecen argüir en sus desplantes de priístas sobrados. Pemex puede seguir resintiendo el drenaje impositivo con tal que los gobernadores tengan medios para inducir, según particulares pulsiones y caprichos, su temida sucesión, para controlar a sus diputados y munícipes o pagar desplegados que promueven su imagen de redentores visionarios. Para lograr tan insensato cometido sólo hay que alertar a los votantes contra el IVA a los alimentos y medicinas o prevenirlos contra las dificultades de montar un aparato que les permita sufragar desde fuera. Lo demás poco importa. Las remesas continuarán llegando en cantidades crecientes por los años de los años, parecen sostener en su trasiego sin sentido. Las ventas de crudo al extranjero fluirán incesantes e interminables de los enormes pozos, muchos aún no descubiertos, pero que están por ahí.

Sin embargo, algo va quedando claro en este desconcierto que campea en el ámbito político. Cualquiera de los grandes partidos de México puede entrar en profunda crisis, aun desaparecer o liquidar a sus actores principales, que la realidad del país en poco se afectaría. Pero no más para allá, y eso aunque fuera el PRI el que padeciera las turbulencias de su rompimiento, ya bastante anunciado por cierto. De hecho se ha estado pronosticando su quiebre como cercana posibilidad, pues los crecientes desajustes a su interior no presagian alegrías ni calmas para esta organización ya casi centenaria. Si el centro de las explosiones se diera en el PAN se puede asegurar, con mucho desparpajo, que sólo unas cuantas sacristías quedarían perplejas ante lo ocurrido. Las cámaras que agrupan a los empresarios sentirían el abandono de ayudas laterales y los conspicuos despachos de abogados panistas perderían esa clientela que requiere de servicios mezclados con influencias acumuladas durante sus gestiones oficiales.

Lo que no se visualiza dentro del campo de lo posible es la desaparición, el desvanecimiento, disminución o la simple interrupción de las remesas que envían los desterrados mexicanos, sobre todo los que se han ido a Estados Unidos en busca de lo que aquí no encontraron: una vida con cierta dignidad. Lo que no debe continuar es el deterioro de Pemex, que hasta permite pensar en su enajenación. El PRI juega con fuego electoral y el PAN da pruebas de su reducido tamaño. Habrá que decirles, a uno y otro, que los ciudadanos dimensionarán con precisión sus incumplidas responsabilidades.

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