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E S P E C T A C U L O S
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México D.F. Lunes 26 de abril de 2004

En 180 minutos de concierto en el Metropólitan, el grupo repasó 35 años de trayectoria

Arrollador y explosivo se mostró Yes ante tres mil fans mexicanos

For the one abrió el rosario de canciones, que incluyó temas clásicos y los omitidos en su visita anterior Jon Anderson estremeció con su voz y recorrió los pasillos del teatro

CHAVA ROCK ESPECIAL

Impresionante fue el concierto que Yes ofreció la noche del sábado pasado en el teatro Metropólitan de la ciudad de México ante más de tres mil personas. En 180 minutos la banda inglesa repasó 35 años de carrera, que celebra con una extensa gira denominada 35th Aniversary Tour. El repertorio incluyó temas clásicos y canciones omitidas en su visita anterior.

Minutos después de las ocho de la noche aparecieron en el escenario los veteranos músicos, quienes dividieron su espectáculo en tres partes significativas. La primera fue arrolladora, pues mostraron su lado más explosivo: guitarras duras, cortes clásicos y extraordinarios diálogos de teclados, cuerdas, voz y percusiones. Luego de un intermedio de 15 minutos regresaron con la parte semiacústica, para continuar con melodías arriesgadas que se sostienen por los siglos de los siglos. Así sea.

El principio fue llamativo, una especie de concha con forma de picos se abrió como botón de rosa y se elevó sobre la parte central del escenario, en el momento en que los músicos empezaron a ocupar sus respectivos puestos: Steve Howe, guitarra; Jon Anderson, voz; Alan White, batería; Rick Wakeman, teclados, y Chris Squire, bajo. Tras una introducción con bombos y platillos, empezó el rosario de canciones y se abrió paso a esta excelsa orquesta de cuerdas, percusiones y teclados: Yes.

For the one dio la bienvenida. La gente no terminaba de acomodarse en sus lugares cuando recibió los impactos de una banda que en cada tema se reinventó, se transformó. Steve fue quien logró una metamorfosis definitiva: empezó solemne y terminó como genio, excitado en su trabajo, satisfecho de que sus dedos recorrieran con facilidad el brazo de su guitarra. Pero sería injusto decir que sobre él gira la música, pues cada uno de los integrantes de la banda es impresionante. Pocos bajistas pueden reinterpretar lo que hace Chris, su gran estatura va al parejo con su grandeza musical, es el más sonriente; con frecuencia agitaba su larga cabellera rubia, pues se dio tiempo de bailar en las canciones más duras. Alan contundente, fino en el manejo de las baquetas, acarició por momentos los platillos para sacarles su sonido más dulce, pero también cabalgó e hizo retumbar sus tambores hasta que alcanzaron los decibeles de las cuerdas, pocos pueden criticar que sea el remplazo del viejo Bill Brufford. Rick se apasionó en sus múltiples teclados, que tapizaron como paredes su espacio sonoro, al que más acudió fue al Korg Trinitron, de su esquina salieron las atmósferas que dieron el sello a la banda, en esta ocasión lució una gabardina color verde pistache, bastante llamativa. Al frente estaba Anderson, su peculiar voz estremeció: hizo sentir que sus canciones las susurraba al oído, y lo mismo pulsó una guitarra que tocó algunos platillos: él es la parte crucial de Yes.

Muy pronto llegó Your move, la tercera de la noche, en la que se mostró el buen nivel de la banda, la sincronización fue perfecta, Anderson llevó prácticamente solo con su voz el tema; de pronto la respuesta del público subió al cambio del ritmo, la batería cobró mayor presencia sonora y empezaron veladamente los requintos de la guitarra y del bajo. Un gran momento.

Jon tomó la voz y en español dio las gracias; empezó una especie de improvisación con Mad drive, partes 1 y 2; llamó la atención que Jon leyera parte de la letra en un atril que tenía al frente, no la había memorizado. Después llegó el primer clímax de la noche: South side of the sky fue un sueño, rebosante de cambios de ritmo; el bajo comenzó en plan frontal, para que luego Rick reposara el ánimo en un nocturno sonido de viento; entraron los músicos con los coros; tras varios minutos Steve y Rick comenzaron el duelo de repetir notas en sus respectivos instrumentos. El público salió victorioso.

Set acústico

Esa primera parte, de nueve temas, concluyó con Yours is no disgrace. Después del intermedio de 15 minutos empezó el denominado set acústico con Rick al piano. Alan acarició una pequeña batería; fue aquí tan palpable la calidad de la banda, que su ejecución pareció perfecta; con insistencia se escucharon los gritos de la gente: Son dioses; Steve, te amo; ¡qué chingones son! Los músicos, como suele pasar en estas partes semiacústicas, se juntaron más frente al escenario, como en un pequeño cuarto de ensayo. La gente no podía creer lo que veía y escuchaba.

Todos se pusieron de pie cuando el bajo empezó las primeras notas de Roundabouth; comenzó otra descarga, el público acompañó con sus palmas. Cerraron esta parte con Show me. Steve ofreció un espléndido solo mientras los demás se reacomodaron en el escenario, lo que fue el preludio del final del concierto. Anderson quiso ver a todos de cerca y durante Rhythm of love bajó del escenario, caminó entre los pasillos del teatro y la gente se le entregó. Este detalle difícilmente puede hacerlo en arenas o foros grandes. La ocurrencia se le agradeció.

Jon es muy inquieto, todo el tiempo agitaba sus manos, a veces como si dirigiera una orquesta, en algunas canciones empuñó el pandero, en otras pulsó la guitarra, tocó un teclado o tomó las baquetas para golpear los platillos y tarolas. Siempre sonriente.

El cierre lo marcó Ritual, ritual-Nous sommes du soleil, donde el vocalista explicó que el tema lo grabaron en el álbum Tales from topographic oceans, disco en que las cuatro canciones duran 20 minutos cada una. Gran tema en el que las percusiones cobraron otra dimensión; la interpretación duró 20 minutos y, como los buenos poemas, nunca cayó. Así se despidió Yes.

El regreso fue breve, sólo dos rolas más: Every little thing y Soon, esta última abrió con un estupendo solo de bataca.

Los Yes-yesterday fueron buenos, aunque en grabaciones de estudio dejan mucho qué desear, en concierto son todavía dioses del Olimpo.

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