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México D.F. Domingo 9 de mayo de 2004

MAR DE HISTORIAS

De sobremesa

Cristina Pacheco

Son casi las dos de la mañana y no tengo sueño -Irene espera un comentario de Esteban. Conoce a su marido. Sabe que no es bueno presionarlo y sigue hablando-. Lo único malo es que ya no aguanto los tacones, así que, con permiso, me los voy a quitar.

Se escucha el golpe de las sandalias contra la duela recién barnizada. Irene se vuelve hacia Esteban. La conmueve la delicadeza con que él observa su cámara digital:

-ƑTe acabaste el rollo? Si no, me gustaría que me tomaras una foto a mí solita. ƑQué te parece en el sillón? -Irene despeja el mueble. Al ordenar los cojines descubre una bufanda color vino. La toma y se la muestra a su marido- ƑDe quién será?

Esteban levanta los hombros. Irene no resiste la tentación de envolverse en la prendas.

-ƑMe queda bien? Andale, Ƒqué te cuesta decir que me veo divina -coqueta, Irene sonríe: -Merezco un piropo después de lo mucho que trabajé para que la cena resultara bien. Me pasé toda la semana pensando en qué servirles a nuestros invitados.

-šTe encanta el sacrificio! -comenta Esteban mientras toma el instructivo de la cámara.

-šPara nada! Sólo quería dar una buena impresión. Y lo conseguí. Valió la pena el esfuerzo -Irene señala un platón vacío-: No quedó ni una hojita de lechuga. Isabel me pidió la receta de la ensalada y El Pato me dijo que los invitáramos a cenar más seguido.

Esteban abandona la lectura del instructivo y ladea la cabeza:

-A ver, a ver: Ƒde quién hablas?

-Pues de El Pato.

-ƑTe refieres a Alejandro?

-Desde luego, pero como todo el tiempo le decías "pato"...

-Alejandro y yo nos conocemos desde el 94 -mira su reloj:

-Hace cinco horas que te lo presenté. šNo puedes ser tan confianzuda!

-Es tu amigo...

-Tú lo has dicho: mi amigo -dobla el instructivo y lo mete en el escuche-. Si dijo que lo invitaras más seguido fue por cortesía con mi esposa.

-Pero se divirtió. Isabel me comentó que llevaba mucho de no verlo tan alegre, tan relajado.

-ƑY le creíste? -Esteban no espera la respuesta. Toma el escuche y lo pone sobre la consola: -Mañana quiero encontrarlo aquí. Te lo advierto porque siempre quitas mis cosas del sitio donde las dejo. Todo lo mío te estorba.

-Oye, si tiras el saco en una silla tengo que llevármelo para colgarlo en el clóset.

Esteban cruza los brazos y, sonriente, observa a su mujer:

-ƑY desde cuándo te volviste tan ordenada? -levanta el índice hacia Irene-. Te advierto que esta no es tu oficina, que no soy tu empleado para que me des órdenes y que a mí me vas a respetar, no como a tus achichincles.

Irene deja de creer que se trata de una broma cuando ve ensombrecerse la expresión de Esteban:

-ƑDe qué hablas? -se sienta en el sillón-. No te comprendo.

-ƑNo quieres o no oíste bien? Si es por esto, te lo voy a repetir -Esteban se acerca a su mujer y le grita al oído-: esta es mi casa y yo no soy tu empleado. ƑQuedó claro? Si no, podemos seguir aquí toda la noche hasta que se te graben mis palabras.

Asustada, Irene retrocede hasta quedar contra el respaldo y se cubre los oídos con las manos:

-Me hablaste horrible. ƑPor qué?

-Porque me obligaste -se inclina y levanta el puño cerrado.

-Sabes que no soy ningún estúpido: no voy a tolerar que me lo quites todo.

-ƑPero qué te he quitado?

-El choche.

-Dijiste que me lo prestabas mientras conseguías un nuevo trabajo -segura de su argumento, Irene señala el trinchador:

-Allí están las llaves. Tómalas. Usa el coche, por mí no hay problema.

-šQué generosa eres con lo mío! -Esteban elige una silla próxima a la mesa-. Para ti todo es tan fácil...

-Trato de que así sea -Irene dulcifica la expresión-. Lo hago para no darte más problemas de los que ya tienes.

Esteban cierra los ojos y se frota las cejas:

-ƑSabes cómo se llama lo que estás haciendo? -abre los ojos-: šInvasión de la privacidad! ƑTambién eso quieres quitarme?

-ƑTambién? -Irene mira hacia el trinchador-. Ya te dije que te devuelvo el coche.

-Y mis amigos, Ƒcuándo? -Esteban imita la voz de su esposa-:

-"El Pato me dijo que lo invitara a cenar más seguido".

-Esteban, me estás volviendo loca. ƑQué te imaginas?

-No me imagino nada, lo veo: quieres robarme a mis amigos. Hoy empezaste por Alejandro, Ƒy después?... De seguro ya tienes planeado cuándo invitarás a Luis Antonio, a Daniel, a Mauricio.

-Mi amor: hice esta cena porque tú me lo pediste.

-šPor imbécil! Si hubiera sabido cómo iba a terminar...

-En serio: acabó muy bien -Irene ve sonreír a Esteban y se tranquiliza-. La casa estaba impecable, la cena me quedó muy rica; tomaron sus copitas y nadie se emborrachó...

-šPerfecto! Lástima que no hayas sabido comportarte como una señora frente a mis amigos.

-ƑVas a volver con lo de Alejandro? Ya te expliqué...

-Olvídalo, eso no tiene importancia. Hablo de ti. ƑSabes cuántas veces te sentaste a la mesa? šTres! O sea: menos de cinco minutos -Esteban entrecierra los ojos-. ƑQué crees que hayan pensado de eso mis amigos?

-Que debía servirles, y lo hice con mucho gusto.

-ƑAh, sí? Pues lo disimulaste muy bien. šTenías una cara...!

-ƑDe qué?

-šDe pendeja, como siempre! -Esteban tamborilea en la mesa-. Todavía no me explico que te hayan dado el cargo de gerente. Aunque, šclaro!, en esa pinche empresa donde trabajas cualquier imbécil destaca.

-ƑTe das cuenta de que me estás ofendiendo? -Irene hunde la cara en la bufanda de seda y llora-. ƑQué he hecho para merecerlo?

-Es inútil que te pongas así: sabes que tus lágrimas no me impresionan; es más, me ponen de pésimo humor -Esteban se acaricia la barbilla-. Contrólate, porque si no, puedes arrepentirte.

-ƑMe estás amenazando?

Desconcertado por la actitud retadora de Irene, Esteban se levanta y con un amplio movimiento del brazo derriba todo lo que está sobre la mesa. El estruendo despierta a los perros de la casa vecina. Excitado por los ladridos, Esteban busca algo más qué destruir. Irene se levanta y, decidida a frenarlo, corre hacia su esposo. Antes de llegar hasta él se detiene estremecida y lanza un grito:

-Ay, mi pie... -mira hacia abajo-. Me clavé un vidrio.

-ƑCómo? -Esteban le tiende los brazos, pero no la toca-. Te sale muchísima sangre. ƑQué hago?

-šAyúdame! -apoyada en el brazo de Esteban, Irene vuelve al sillón; toma la bufanda de seda y la muerde para acallar su dolor- šSácame el vidrio, rápido!

-No, déjame llevarte al hospital. No importa lo que cueste: para mi niña adorada, šlo mejor! ƑO quieres que llame a un médico?

-No es necesario -Irene se incorpora, alza el pie, y con un movimiento enérgico saca el vidrio y suspira aliviada-. Dios mío, Ƒcómo pudo pasarme esto?

-Porque te quitaste los zapatos -Esteban acerca su rostro al de Irene, y mientras la mira profundamente comienza a desabotonarle la camisa-. Ay, mi nena, šcuánto me hiciste sufrir hoy! ƑCómo harás para que lo olvide? Piensa y dímelo. Irene: no te quedes callada. Quiero escucharte. šHabla, mi nena, habla!

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