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México D.F. Domingo 16 de mayo de 2004

Robin Cook*

Esta vez el Parlamento debe decir no

Lo espinoso de caer en una ciénaga es que nunca sabe uno que está en ella hasta que es demasiado tarde para salir. Mientras más tiempo tarde en descubrirlo, mayor la dificultad para librarse.

Sin embargo, la nación está siendo llevada todavía más a fondo en la ciénaga del Irak ocupado por un primer ministro que se negó con terquedad a reconocer los peligros. Los que se han reunido en fechas recientes con Tony Blair, sean amigos o críticos, han quedado alarmados de ver lo poco que capta la gravedad de la situación en Irak. Tenemos un primer ministro aferrado a la negación.

La realidad de nuestra posición en Irak es desesperada. A lo largo y lo ancho del país la mayoría de los occidentales se pertrechan detrás de fortificaciones de concreto y alambradas de púas, y sólo se atreven a salir en convoyes blindados. Los militares han perdido control de ese activo elemental de toda fuerza expedicionaria: sus rutas de suministro. Durante un par de días de la semana pasada los soldados de la coalición en Bagdad se vieron reducidos a raciones de emergencia porque la comida fresca no lograba pasar. La estrategia de endosar la responsabilidad de la seguridad a fuerzas iraquíes se derrumbó después de que en Fallujah y Najaf se descubrió que los soldados y policías locales no tenían intenciones de morir por las tropas de ocupación. British Petroleum y otras empresas han abandonado el país y puesto en peligro la reparación de la industria petrolera que,. según se esperaba, iba a sufragar los costos de la reconstrucción.

De manera rutinaria, Downing Street culpa del problema a unos cuantos miles de terroristas, fundamentalistas y extremistas, pero la suya es una conducta con alta dosis de autoengaño. Se sabe que los diversos grupos de resistencia del país están en contacto unos con otros, y puede que falten escasas semanas para el lanzamiento de una oposición unificada bajo alguna bandera, como un frente popular para la liberación de Irak.

Con todo, el problema fundamental para los socios de la coalición no es la seguridad, sino la legitimidad. La justificación de que ocupaban Irak porque lo habían liberado sólo fue válida en tanto su presencia tuviese el respaldo de la población local. Desde el momento en que persistieron en la ocupación en desafío de los anhelos de la mayoría del pueblo iraquí perdieron cualquier pretensión de autoridad moral como libertadores.

Y sin duda ya hemos pasado también ese parteaguas en la opinión pública. Las encuestas de opinión reportan ahora que la mayoría de los iraquíes quieren que los ocupantes se vayan. Persistir en la ocupación contra los anhelos de la mayoría de la población local es colocarnos en el papel de gobernadores neocoloniales.

Parte del problema en Downing Street es que tanto Tony Blair como todos los nuevos acólitos neolaboristas de los que se ha rodeado son demasiado jóvenes para recordar las dolorosas lecciones de los días finales del periodo colonial británico. Irak les brinda ahora una lección contemporánea de la dinámica destructiva del colonialismo. Una ocupación impopular sólo puede ser reforzada con la violencia, pero la violencia socava aún más la legitimidad de la ocupación.

La matanza de Fallujah destruyó la credibilidad de las fuerzas estadunidenses como libertadoras y no ocupantes. El peor escándalo en la historia de la ocupación británica de India fue la matanza de Amritsar, en la que el número oficial de muertos fue de 379. (Para hacer justicia al Raj británico, éste por lo menos contaba sus víctimas, a diferencia de las fuerzas de la coalición en Irak.) El número de los asesinados en Irak fue el doble de esa cifra, tanto hombres como mujeres. Incluso el número de aldeanos asesinados en My Lai durante la guerra de Vietnam fue menor que el de Fallujah. Y sin embargo existen aún personajes importantes del Pentágono que lamentan que se les haya impedido "terminar la tarea" y devastar la ciudad.

Las elocuentes fotografías de Abu Ghraib son repulsivas y depravadas. Pero no son sorprendentes. La brutalidad de los ocupantes contra los pobladores de la tierra ocupada es una pauta repetitiva del colonialismo. Tampoco son los prisioneros los únicos en recibir trato degradante. El rasgo más estremecedor de esas fotografías son las sonrisas de contento con las que los atormentadores llevan a cabo su tarea de abuso. Con toda evidencia habían asumido la noción de supremacía del colonialismo y el desprecio por los nativos que la acompaña. Ese es uno de los peligros intrínsecos del colonialismo: brutaliza a los elementos armados ocupantes, quienes no pueden reconocer ante sí mismos que las personas a quienes reprimen son seres humanos como ellos.

Existe una clara diferencia respecto de previas épocas coloniales. En la era digital el electorado de los países de origen ha sido colocado cara a cara con las imágenes de opresión que son inseparables de la ocupación armada. Las fotografías de la prisión han destruido la legitimidad de nuestra presencia en Irak no sólo entre la población de aquel país, sino también ante el pueblo británico.

Fue un reporte filtrado de la Cruz Roja sobre la violencia en Argel el que proporcionó el punto de quiebre en el apoyo francés a esa guerra de ocupación. Fue el relato de las golpizas en el campo de Hola el que destrozó el apoyo británico a la guerra colonial en Kenia. La ocupación de Irak inevitablemente terminará en la misma forma. Ningún gobierno, ni siquiera contando con la abrumadora mayoría que favoreció a Tony Blair, puede mantener por tiempo indefinido una ocupación armada contra la resistencia local en Irak, y menos sin apoyo popular en Gran Bretaña.

De manera increíble, Tony Blair no sólo no intenta buscar una puerta de salida, sino que se apresta con perversidad a expandir la porción de Irak ocupada por Gran Bretaña. Regimientos británicos están a punto de trasladarse hacia el país árabe.

Si tal acción fuera efecto de una petición hecha por los jefes de Estado Mayor al primer ministro de enviar más soldados para incrementar la seguridad del sector británico, nadie la objetaría. Pero en realidad es resultado de la solicitud del presidente Bush de enviar 5 mil soldados británicos más para relevar a las tropas estadunidenses en Najaf. En realidad resulta sorprendente la insistencia de Tony Blair en complacer a un presidente estadunidense tan singularmente impopular en Gran Bretaña.

ƑY cuáles serán los riesgos para nuestros soldados en su nueva zona de operaciones? La resistencia armada en Najaf ya ha sido radicalizada por las técnicas de mano dura de los militares estadunidenses y no va a deponer su hostilidad porque ahora las fuerzas de coalición a las que se enfrente lleven uniforme británico. Las patrullas en Najaf estarán fuertemente blindadas y seriamente amenazadas. Lo cual provoca otra pregunta: Ƒpueden las fuerzas británicas en Najaf operar en territorio hostil sin que la presencia británica en Basora abandone su práctica de patrullar a pie y sin chalecos antibalas? Si los luchadores de la resistencia en Najaf encuentran a las fuerzas británicas demasiado bien protegidas, Ƒno enderezarán sus ataques contra Basora, donde hay blancos más desprotegidos pertenecientes al mismo ejército?

Hace más de un año de que el Parlamento votó en favor de enviar tropas a invadir Irak. De entonces a la fecha todas las justificaciones para la guerra se han derrumbado, desde el fracaso original en encontrar armas de destrucción masiva hasta la reciente implosión de la afirmación de que podíamos llevar a la región respeto a los derechos humanos y democracia. No se debe enviar más tropas sin un nuevo mandato del Parlamento. Y a la luz de lo que los parlamentarios han sabido de su anterior votación para acá, esta vez el Parlamento debe decir no.

* Robin Cook fue ministro del Exterior de Gran Bretaña y el año pasado renunció a su puesto como presidente de la Cámara de los Comunes en protesta por el apoyo que el gobierno de su país dio a la guerra contra Irak.

© The Independent

Traducción: Jorge Anaya

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