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México D.F. Martes 15 de junio de 2004

Marco Rascón

Lo más y lo menos importante

Dicen que el futbol es lo más importante de lo menos importante. Pero hoy, ante la situación política y deprimida que vive el país, ante la expectativa y la alegría movilizada el domingo, lo "importante" pasó a segundo plano, rebasado no por el futbol en sí, sino por el estado de ánimo que la clase política, los partidos y las instituciones formales de la república ya son incapaces de ofrecer.

Es obvio que el equipo de Pumas, Hugo Sánchez y la barra de aficionados no pueden convertirse en un partido político, pero son parte de una construcción mediática que va llenando con la movilización de masas por el espectáculo lo que ya no pueden hacer los partidos, centrados hoy en una actitud distinta al partido del domingo: en política se compite para ver quién es el peor, no el mejor.

El domingo abrió un paréntesis anímico que hizo invisibles diversas campañas: la más siniestra es ésta que dice: "Las empresas: unidas por la honestidad"; luego la del conservadurismo, que a falta de ideas y convicciones capaces de ventilarse públicamente toma el tema de la inseguridad para articular políticamente a una base opositora que ve el país a través del miedo. La tercera campaña es la de los pleitos judiciales que empezaron con los videos, tomaron el camino del enredo judicial y ya hicieron de López Obrador un indiciado en la barandilla, que cayó en la trampa de la espiral de la confrontación, la pérdida de templanza, la falta de un colectivo pensante, y que lo redujo de gobernante de la principal ciudad del país a un aspirante más.

En estas campañas en las que unos son buenos y otros malos, los medios y los miedos moldean la opinión pública, así como un niño la plastilina, y sientan precedentes: inseguridad mata corrupción; "honestidad empresarial" mata inseguridad y "honestidad valiente", y a todos los mató el futbol (por lo menos en esta semana).

Más que transición, éste es un naufragio a la mitad del río. La otra orilla nadie la ve, aunque ya existe un poderoso grupo de náufragos que proponen regresar de nuevo a la vieja orilla. Los nadadores que debido a sus posiciones punteaban desde 2000 ahora no sólo se ven cansados, sino que empiezan a tragar agua y levantan poco la cabeza. Es el caso de López Obrador, Santiago Creel, Marta Sahagún, Roberto Madrazo y el tropel de caciques locales aspirantes a la Presidencia, quienes por una razón u otra, su sobrexposición en los medios, su imitación de la estrategia de Fox, se han convertido en los sparrings de las circunstancias, pues en adelante los hechos se definirán necesariamente contra ellos, contra sus conflictos, sus debilidades, lo que aumentará el número de sus adversarios. Los precandidatos han creado un ambiente de hartazgo y ellos son los únicos que no lo perciben. Atrapados en sus propias aspiraciones han creado las condiciones para una estrategia más amplia y envolvente. Atrás está la vieja oligarquía, el Consejo Coordinador Empresarial y el Consejo Mexicano de Hombres de Negocios, las familias oligarcas, obstáculo central del país, dueñas de los medios y grandes electoras; grupos económicos que, al mismo tiempo que son poderosos, constituyen el origen mismo de la corrupción, son además los principales evasores de impuestos y enemigos de un Estado nacional con fuerza propia.

Contra ellos no existe fuerza política alguna. Y eso que dice representar a la izquierda cedió al PRI la defensa de la electricidad y del petróleo, y a Carlos Slim el cuestionamiento del modelo económico. Las exiguas y aún existentes corrientes, convertidas en burocracia mediocre y pragmática, ya no cuestionan ni el papel de los medios ni la entrega de la soberanía ni la lucha contra la corrupción financiera y bancaria. Su lucha es por defenderse, argumentando que los otros son peores o robaron más, y por la defensa de una propuesta personal que los desprecia, pero que, paradójicamente, necesitan. No creen que su gallo pueda ganar la Presidencia, pero sí obtener una cantidad de votos para seguir viviendo de las prerrogativas como hasta ahora. La voluntad de esa burocracia no sólo no da para ganar la Presidencia de la República, sino que están dando las condiciones para perder el Gobierno del Distrito Federal, ganado por un esfuerzo colectivo e histórico ahora ausente.

El PAN, con magistral jugada de deslindarse de Fox y Marta, regresa a sus viejos porcentajes convocados desde la ortodoxia conservadora y cómoda, pues ha vivido en la histeria de tener que gobernar, cuando era más fácil ser la conciencia "decente" del país con 30 por ciento de votos, pero sin dar explicaciones de sus negocios, despachos ni tráfico de influencias.

Si lo menos importante se ha convertido en lo más importante, entonces los que no son candidatos ni están expuestos son los que veremos caminando sobre las aguas como el mesías. Ahí andará estirando la mano el PRI y la pedacería que ahora demandarán para ellos: el voto útil.

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