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P O L I T I C A
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México D.F. Domingo 1 de agosto de 2004

BAJO LA LUPA

Alfredo Jalife-Rahme

EU: "piedad para quien gane las elecciones"

El triunfo podría ser un regalo envenenado

LARRY ELLIOT, EL solvente editor de la sección económica del periódico británico The Guardian ("Tenga piedad por el hombre que gane las elecciones"; 30 julio 04) se pregunta si en esta ocasión vale la pena ganar los comicios presidenciales de Estados Unidos (EU). Con la salvedad para "quienes creen que cualquier precio es valioso con tal de deshacerse de Bush, la respuesta, desde luego, es afirmativa en forma resonante". Pero "si se toma en cuenta el estado de la mayor economía mundial, se sugiere que ésta pudiera ser una buena elección para que pierdan los demócratas: los cuatro próximos años pueden ser muy duros para EU -pero muy duros- y sería adecuado que permaneciera Bush para limpiar el poderoso caos que ha creado". ƑComo serán los últimos dos años del tropical neoliberalismo salinista-zedillista-foxiano que se jugó su suerte al Titanic del unilateralismo bushiano?

COMO LOS ECONOMISTAS en general, Elliott sucumbe al reduccionismo y deja de lado la amplitud del espectro analítico, como la armonía interna de EU que ha socavado el bushismo, llevando a una riesgosa polarización de sus componentes sociales, ya no se diga en el mundo, al que ha fracturado con el unilateralismo de su guerra preventiva permanente que regresó a Irak a la edad de las cavernas con tal de controlar su riqueza petrolera. Ni EU ni el mundo merecen el flagelo de la relección del presidente número 43, quien ha provocado estragos por doquier y cuya ruta trágica fue trazada desde el saqueo del Museo de Bagdad, asiento de las joyas culturales del inicio de la civilización, hasta las torturas paradigmáticas de Abu Ghraib.

A MENOS QUE Elliott resguarde una suprema ironía subyacente, el gran comentarista de asuntos económicos formado en la Universidad de Cambridge da por descontado, en forma implícita, que durante un hipotético segundo mandato Bush resolvería el "poderoso caos que creó", cuando ha confesado que no le interesa la sentencia de la Historia (porque cuando se escriba ya estará muerto), y que a su vicepresidente Dick Cheney (el verdadero poder tras el trono) tampoco le quitan el sueño los déficit financieros y económicos que han desequilibrado al planeta entero. No suponemos que Elliott busque en forma perversa la aceleración de la decadencia de EU median- te un segundo mandato bushiano que, de paso, arrastraría al planeta a un mayor desasosiego. La profundidad del pensamiento de Elliott rebasa la contingencia efímera de una elección y se sustenta en una impecable lógica estructural: quien se siente en la Casa Blanca los próximos cuatro años se enfrentará al dilema incontorneable de "elevar los impuestos o reducir el gasto público, que son necesarios para someter el consumismo dispendioso y cerrar el déficit presupuestal". Ni siquiera le concede viabilidad a una mayor devaluación del dólar que, si bien mejora el balance comercial con mayores exportaciones, incrementa la inflación por el costo de las importaciones. Para Elliott, el escenario económico de EU a partir de 2005 será similar al de 1992 en Gran Bretaña, la cuna del neoliberalismo. En ese entonces, el perdedor John Smith había cometido la imprudencia mediática de ser "honesto" y de anunciar una inevitable elevación de los impuestos que, con la reducción del gasto público, suele irritar a los electores, por lo que, quizá, valga la pena que Bush pague el costo de su extravío económico -pareciera recomendar Elliot, quien equipara la próxima elección con un regalo envenenado. Para sus lectores desde el centro financiero más importante del planeta, se remonta a 1992 cuando los conservadores thatcherianos ganaron apretadamente las elecciones al laborismo británico, pero que, en los siguientes seis meses, tuvieron que pagar la factura del "ofertismo fiscal" (que equivale a algo así como el subsidio a los pudientes por la clase media desposeída), ante la impotencia del Tesoro y el Banco de Inglaterra en defender la libra esterlina: "la reputación de competencia económica de los conservadores quedó hecha añicos y representó una humillación de la que el partido nunca se recuperó". Ahora se entiende por qué el atribulado primer ministro Tony Blair, con todo y las mendacidades de su aventura iraquí, siga por encima de los conservadores thatcherianos en las encuestas que han elevado la cotización política del magro partido liberal. Con 12 años de retraso, los neoliberales tropicales todavía no se enteran de que el thatcherismo se encuentra totalmente desacreditado en Gran Bretaña. Haber ganado las elecciones en 1992 hubiera equivalido "al beso del diablo" para el Partido Laborista y lo mismo le puede suceder a Kerry. Esta es la tesis seductora de Elliott, quien admite que la situación económica transcronológica y trasatlántica no es similar; más aún cuando la economía de EU se encuentra mejor que nunca desde la peculiar óptica bushiana: "es como decir que un corredor rompió el récord mundial en los Juegos Olímpicos pero sin mencionar el coctel de drogas que ingirió para mejorar su desempeño". Ninguna novedad: la economía de EU se encuentra bajo la influencia de drogas artificiales (estímulos monetarios, fiscales y bélicos), que no serían entendibles sin la complicidad y la mendacidad de sus omnipotentes multimedia que mantiene intoxicada a su cándida audiencia. Elliott recuerda la creación de la burbuja de las telecomunicaciones, por Clinton, que al estallar fue sustituida por la burbuja de los bienes raíces que fomenta el consumis- mo desenfrenado y que ha sido exacerbado "por el recorte irresponsable de impuestos (primordialmente para los ricos)". No lo dice, pero las burbujas, más que clintonianas y bushianas, son greenspanianas y su secreto se encuentra en la expansión de la "masa monetaria" propiciada por el fascismo centralbanquista (el peor de todos, por ser "invisible"). Dice lo consabido: "el resultado ha sido predecible. Un déficit comercial de 5 por ciento del PIB es la evidencia de que EU ha vivido por encima de sus medios. Un déficit presupuestal similar muestra que el gobierno ha fracasado en cotejar lo que gasta con los impuestos que recauda. En cualquier país al sur del río Bravo, tal combinación significaría que el FMI se encontraría en la escena antes de siquiera pronunciar el ajuste estructural".

NO FALTARAN FANATICOS economistas neoliberales consagrados en cuerpo y alma a la especulación, quienes han convertido a Greenspan en su icono de idolatría pagana para burlarse de los anacrónicos asertos de Elliott, quien no entiende la "nueva economía" (a cada burbuja inventada así le llaman) del "capitalismo de los activos" (asset capitalism), es decir, la creación artificial de riqueza bursátil subsidiada por una tasa de interés de 1.25 por ciento -cuando la inflación se ubica en más de 3 por ciento. Concluye que "al menos que Bush o Kerry tengan un brillante plan para una economía de burbuja perpetua, uno de los dos tendrá que enfrentar la realidad. Por el momento, los demócratas tienen un solo pensamiento: ganar. Pero si pierden, por lo menos tendrán el consuelo de ver que Bush limpie su propio vómito".

NO FUE EL "fin de la historia" fukuyamesco, sino el fin del modelo del thatcherismo-reaganomics que evoca el enésimo ciclo de la Historia, que de cierta manera publica The Guardian, prácticamente el portavoz del laborismo, en una serie de artículos de alcances estratégicos: desde la voltereta aparatosa de Fukuyama, quien ahora solicita a gritos la "revigorización del Estado" (4 julio 04), pasando por la preocupación sobre el futuro del capitalismo que cayó en las garras de los peores criminales gerenciales, según el banquero judío de alcurnia sir Evelyn de Rothschild (13 julio 04), hasta el ajuste "muy duro" de la burbujeante economía de EU vaticinado por Elliott. En las mismas páginas editoriales, John Chapman, anterior secretario asistente del Servicio Civil en Gran Bretaña, de 1965 a 1996, le tocó el turno para exhumar "las verdaderas razones por las que Bush fue a la guerra (28 julio 04): control del petróleo y preservación del dólar como moneda de reserva". Lo de las armas de destrucción masiva fue la "coartada burocrática" (como había confesado el straussiano Paul Dundes Wolfowitz) y "la verdadera razón era porque Irak estaba nadando en petróleo". Nada nuevo para los lectores de Bajo la Lupa, pero no es lo mismo que lo advirtamos desde la periferia de la "economía-mundo", a que lo exprese un alto funcionario británico por 31 años. El control del petróleo iraquí rebasa el simplismo de la oferta y la demanda en el que se extravió la mayoría de los seudoanalistas que "predijeron" la caída de su cotización, que hoy se encuentra a más de 43 dólares el barril y va que vuela para los 50. No deseamos hacer leña de los árboles mentales estrepitosamente caídos, en particular los caricaturescos neoliberales tropicales, pero detrás del control del petróleo iraquí se encontraba el diseño geopolítico que resaltó Bajo la Lupa (motivo de un próximo libro por salir) y que demuestra Chapman, quien rememora la frase proferida por el entonces petrolero Dick Cheney en 1990: "Quien controle el flujo del petróleo en el Golfo Pérsico tiene un collar de fuerza no solamente sobre nuestra economía, sino también sobre otros países del planeta". Chapman reseña lo sabido sobre el déficit total de 2 billones 700 mil millones de dólares que EU le ha impuesto al mundo en los pasados 15 años: "un abuso de su posición privilegiada" como emisor de dólares y que ahora ha venido a competir el euro, divisa con la que la mayoría de los miembros de la Organización de Países Exportadores de Petróleo realiza sus intercambios comerciales. En 1999, Irán había amagado con cambiar su cotización petrolera a euros, lo que Saddam ejecutó un año más tarde con el petróleo iraquí y que llevó a ambos a ser integrados por Bush al eje del mal -ironiza en forma aguda el ex funcionario británico, quien afirma que las consecuencias de la mutación a euros hubiera sido devastadora para el dólar-. Luego pregunta si Bush y Blair fueron "grandes estrategas para asegurar el abastecimiento del petróleo", lo que llevaría a proseguir la aventura bélica con Irán y Arabia Saudita, o si se trató, al contrario, de dos "estafadores internacionales" que obligan a un "cambio de régimen" en EU y Gran Bretaña. Viene lo mejor de Chapman, quien propone "la sustitución del dólar por una nueva divisa de reserva basada en la canasta de monedas nacionales", así como la adopción de un "plan mundial de energía" bajo la vigilancia de la ONU para la explotación petrolera en el planeta. Ahora se entiende por qué los straussianos del Pentágono y sus turiferarios, como William Safire, del New York Times, han exagerado el "Kofigate", el desvío de recursos del esquema "petróleo por alimentos" en Irak, para desacreditar a la ONU, el último baluarte de lo que queda del caduco orden mundial descuartizado por el unilateralismo bushiano. Al final de cuentas, Irak ha resultado ser el gran perdedor, pero en su caída arrastró al dólar y desnudó la realidad económica de EU que todavía no puede controlar los yacimientos petroleros de Basora y Kirkuk para compensar su "déficit gemelo" (comercial y fiscal).

LA CAIDA DE EU fue acompasada de la maldición sumaria de los descendientes de los prodigiosos sumerios: los iniciadores de la civilización universal (La historia empezó en Sumer; Samuel Noah Kramer). En la ruta trágica del bushismo, que va del saqueo del Museo de Bagdad hasta las torturas paradigmáticas de Abu Ghraib, ahora la asombrosa resistencia iraquí de Fallujah exhumó y exultó que "EU pasó de la decadencia a la barbarie, sin haber conocido la civilización", parodiando a la inversa el célebre apotegma que había proferido en el siglo XIX, en forma premonitoria, Oscar Wilde.

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