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México D.F. Domingo 29 de agosto de 2004

Samuel I. del Villar

No al golpe de la dictadura de la corrupción

No al golpe de Estado de Vicente Fox, sus complicidades y subordinación a Carlos Salinas y lo que él representa en la dictadura de la corrupción que mantiene postrado al país. Con el empeño en derrocar y privar criminalmente de su libertad a Andrés Manuel López Obrador, ahora tiene en la mira acabar de plano y de raíz con la voluntad, la libertad democrática y la soberanía constitucionales del pueblo de México para conducir su destino.

El predominio de la conspiración criminal retrasa la convivencia en el país en el siglo XXI al desorden y violencia del golpe de Estado como forma de gobierno que dominó durante la primera mitad del siglo XIX y a su reincidencia con Porfirio Díaz, Victoriano Huerta y Carlos Carlos Salinas en el siglo XX. Su golpe tiene el mismo sustento en la "la ley" que las conspiraciones que encarcelaron a Madero en 1910, que con el Plan de la Embajada lo derrocaron, encarcelaron y asesinaron en 1913 y que, al menos, defraudaron el sufragio y la soberanía del pueblo de México en 1988.

No al golpe de la barbarie política abierta del desgobierno en curso para suprimir el derecho y la libertad de sufragio de los mexicanos y el desarrollo del Estado constitucional democrático de derecho a partir de su ejercicio. El reclamo surge de lo más profundo de la conciencia cívica de un pueblo y una nación forjada por 200 años, ahora ya en tres siglos de lucha para que los derechos y libertades inherentes a su dignidad sean la razón efectiva de ser del Estado y de su gobierno.

No al golpe de Estado de la dictadura de la corrupción contra la democracia constitucional en el México del siglo XXI, es la inspiración de los miles de mexicanos que deberán converger el día de hoy en el Zócalo de la ciudad de México, y centro de la nación. Se harán eco de la convicción y la decisión nacionales por la democracia
y el orden constitucional que la encauza. Es tan firme en 2004 para unirse contra el golpe Salinas-Fox, como las que sostuvieron a Benito Juárez en 1857 frente al golpe de Comonfort-Zuluaga, a Francisco Madero frente al golpe de Díaz contra la elección democrática de 1910, y a Venustiano Carranza frente al golpe de Huerta en 1913.

El gobierno de Fox ha degenerado al grado de que representa abiertamente no un Estado democrático de derecho, sino la dictadura de la corrupción y el autoritarismo violador de derechos humanos que lo destruye. No hay nada más lamentable para la vida política del país en el siglo XX que el Presidente electo para dejar huella de la libertad y efectividad del sufragio popular, alternancia política y la efectividad de la Constitución se haya corrompido al grado en que su huella histórica sea el golpe de Estado a su vigencia -como lo fue significativamente Comonfort con el Plan de Tacubaya. Y junto con ello, que la huella histórica la marque la subordinación abierta de su gobierno a Carlos Salinas, sus herencias y operadores destacados. Baste referir la imposición de los dos subsecretarios de Hacienda de Salinas, Guillermo Ortiz y Francisco Gil, como la columna vertebral del gobierno de Fox.

Quienes articularon y subsidiaron la clase política y bancaria -efímera y con una voracidad corrupta sin precedente- inventada por las privatizaciones y complicidades de Salinas, manejan nada menos que el Banco de México y la Secretaría de Hacienda de Fox y, desde allí, subordinan a su gobierno. También han pervertido a su antojo al Poder Judicial al extremo de impedir la realización de las auditorías instruidas por el Congreso y por la propia Constitución y las leyes sobre sus manejos ilícitos que ahogan la economía de los mexicanos. Frente a la consecuente ilegalidad, corrupción, injusticia y esterilización para la economía nacional del sistema financiero del país, palidecen las complicidades corruptas y autoritarias impunes más publicitadas de Fox, en sí mismas de una gravedad al que dejan insubsistentes el imperio de la ley, como la de sus Amigos, Pemexgate, Vamos México, etcétera. La pulverización del estado de derecho con Fox se extiende a ignominias como la entrega inconstitucional del control sobre el petróleo y la energía eléctrica al extranjero; la instrucción desde Los Pinos de aprehender, encarcelar indefinidamente y extraditar con absoluta inconstitucionalidad e ilicitud a quien se le ordena del exterior; a su acuerdo para que a los mexicanos en Estados Unidos se les dispare como animales.

La corrupción total del régimen de derecho ha llegado cuando el jefe de Estado y de un gobierno corrompido hasta el tuétano, quebranta en la forma más escandalosa la separación constitucional de poderes e instruye la conversión de los diputados en sicarios siguiendo el ejemplo de Victoriano Huerta. Así lo hizo Vicente Fox para la posteridad de la historia negra de México el 19 de agosto de 2004, exigiendo a los parlamentarios de Acción Nacional una obediencia ciega a la dictadura de la corrupción para acabar con la legalidad política y proceder al puntillazo exterminador de la democracia constitucional fundada en el sufragio popular, libre, universal e igual en elecciones auténticas, en términos de la Declaración Universal de Derechos Humanos.

La corrupción es tan grotesca como cínica cuando su dictador alega, como lo hizo Fox, que el golpe de Estado es en cumplimiento del "deber" de "rescatar las instituciones jurídicas fundamentales" y "hacer que el respeto al estado de derecho defina la vida política nacional". En esa ocasión, Fox llevó inclusive la dictadura y la corrupción al corazón ideológico de "su partido". Pretendió embarrar el pensamiento y la figura de Manuel Gómez Morín como la fuente de inspiración de la conspiración que lo maneja en el golpe fatal a la democracia en México. En realidad, hundió en el lodo cualquier reclamo de legalidad democrática de Acción Nacional, a un nivel mucho más bajo y mucho más grave que cuando su directiva declaró "legítimo" el gobierno fraudulento de Carlos Salinas -obligando ignominiosamente a Abel Vicencio Tovar, su entonces coordinador en la Cámara de Diputados, a retractarse de la verdad de que "sería ilegítimo hasta el fin de los siglos".

Desde luego, Gómez Morín no estaba en ninguna forma al lado de Fox -y además no hay nada más ofensivo para su memoria de fundador del Banco de México que la corrupción extrema que ha alcanzado como "fiduciario" de la deuda ilícita del Fobaproa, que sigue siendo el portaestandarte de la dictadura foxista de la corrupción. Quien se encontraba a su lado en cuerpo y alma en el momento de la consigna y con el mayor significado, era el gobernador de la capital del secuestro del país, cobijado por el narcotráfico, que hace apenas unas semanas se negaba a recibir el secretario de Gobernación por el involucramiento público de su gobierno en la criminalidad organizada más perniciosa.

Ha llegado el momento de que el pueblo de México empiece a poner un alto a la dictadura salinista-foxista de la corrupción, y a su golpe al Estado "democrático de derecho".

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