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México D.F. Domingo 29 de agosto de 2004

La CIA le enseñó a asesinar y colocar bombas, admite

Posada Carriles, en la nómina del Departamento de Estado

CARLOS FAZIO/II Y ULTIMA

Luis Posada Carriles cobró en la nómina del Departamento de Estado estadunidense. Después, con el seudónimo de Ignacio Castro, se desempeñó como guardaespaldas del ex presidente salvadoreño José Napo-león Duarte; otro alias que usaba para trasladarse entre El Salvador y Guatemala era Juan José Rivas.

En febrero de 1992, Posada fue interrogado por dos agentes de la Oficina Federal de Investigaciones (FBI, por sus siglas en inglés) en la embajada de Estados Unidos en Tegucigalpa, en el contexto de las investigaciones del consejero independiente Lawrence Walsh sobre el escándalo Irán-contras. Su testimonio de 31 páginas fue clasificado secreto y archivado; no se si-guieron cargos criminales contra él.

Un año después el diario The Miami He-rald le atribuyó un plan para volar un carguero cubano en Honduras y la creación de una base en ese país para la realización de ataques piratas contra Cuba. Según el He-rald, en 1994 conspiró para asesinar a Fidel Castro en el contexto de la IV Cumbre Iberoamericana en Cartagena, Colombia, du-rante un trayecto en coche del mandatario cubano con el premio Nobel de Literatura Gabriel García Márquez.

En 1996, con pasaporte salvadoreño a nombre de Francisco Rodríguez Mena, planificó una serie de atentados terroristas en el interior de Cuba contra el hotel Sol Palmeras, de la cadena Meliá en Varadero; el cabaret Tropicana, La Bodeguita del Medio y los hoteles Meliá Cohíba, Capri, El Nacional, Tritón, Copacabana y Chateau Miramar, de La Habana, mediante la contratación de una red de mercenarios de Centroamérica.

El atentado en el hotel Copacabana ocasionó la muerte del empresario italiano Fabio di Celmo. Posada declaró al diario The New York Times que Di Celmo "estaba en el lugar equivocado, en el momento equivocado". Una frase similar a la que utilizó cuando la visita de Juan Pablo II a la isla: "Si el Papa tenía que morir para que Fidel muriera, es que estaba en el lugar equivocado".

En noviembre de 2000, con ese mismo pasaporte, el hombre que declaró que "la CIA nos enseñó todo, a utilizar explosivos, a matar, colocar bombas, sabotajes", y quien se jactaba "como pueden ver a mí no me molestan ni la CIA ni la FBI, me mantengo neutral con ellos y duermo como un niño", fue capturado en Panamá, cuando preparaba un atentado contra el presidente Fidel Castro en la universidad local, y pasó casi cuatro años preso.

De intervenciones a intervenciones

Pero Washington no olvida a sus soldados de la guerra sucia. La madrugada del 25 de agosto la presidenta Mireya Moscoso indultó a Posada Carriles y a sus compinches. Envuelta en un halo de "dignidad nacional", la mandataria dijo que adoptó la decisión tras el anuncio del gobierno cubano (22 de agosto) de que rompería relaciones diplomáticas con Panamá, de manera automática, si indultaba a los terroristas.

Acusó a Cuba de "intervenir en los asuntos internos" de su país. No obstante, el asunto estaba bajo la jurisdicción de Cuba, Venezuela y Panamá, no sólo por la jerarquía transnacional del delito sino porque tanto Cuba como Venezuela habían solicitado la extradición de los terroristas.

Pocos días antes, la embajadora estadunidense Linda Watts, ex asistente política del Comando Sur del Pentágono, había dictado una conferencia de abierto corte intervencionista, en la cual acusó de "co-rrupto" al gobierno de la presidenta panameña, Mireya Moscoso; señaló "la podredumbre, los males y vicios" de los poderes Legislativo y Judicial, y denunció que la riqueza del país canalero estaba "en manos de 80 personas".

Entonces, Moscoso no se indignó; tampoco ordenó a su canciller que expulsara a la señora Watts, como hizo con el embajador de Cuba, Carlos Zamora, a quien se le dio un plazo perentorio para que abandonara el país canalero. Simplemente la llamó a su despacho, y al término de la reunión concluyó que las relaciones bilaterales eran "excelentes". Y le terminó heredando una verdadera "papa caliente" al presidente electo, Martín Torrijos, quien asumirá funciones el primero de septiembre.

Mientras tanto, Posada, Remón, Jiménez y Novo, predecesores de Timothy Mc-Veigh y Osama Bin Laden, están ahora libres en el país que, dice Bush, libra una guerra a muerte contra el "terrorismo".

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