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México D.F. Domingo 29 de agosto de 2004

Vilma Fuentes

Jorvital

En su departamento de París, situado en la contraesquina del hechizante cementerio Père-Lachaise, la noche de Navidad de 2001 Joaquim Vital nos contó, a Jacques y a mí, que preparaba un libro de retratos. Había escrito ya varios de ellos. Faltaban otros. Todos los retratados, amigos de años o simples encuentros, estaban muertos. Haber desaparecido era la única condición insoslayable para formar parte de este abanico donde se alternan zooms y panorámicas. Lo tardío de la hora, quizá, la cercanía del Père-Lachaise, tal vez, una melancolía de navegante portugués o las reminiscencias de Pessoa lo empujaron a agregar, con humor digno de las calaveras mexicanas: "A veces siento que no hayan fallecido algunos amigos, a los que desde luego deseo una larga vida, claro, pero su retrato sería magnífico'', terminó con un suspiro de añoranza anticipada.

Acaso esa espera, no del Mesías sino del paso a la eternidad de algunos amigos, lo hizo retardar la magnífica sorpresa que es la publicación de Adieu à quelques personnages (Editions de La Différence).

En efecto, una escritura nítida, un domino raro de la lengua francesa y, sobre todo, una maestría admirable del difícil ejercicio del retrato, sostén de la construcción narrativa, plagado de trampas que se abren a cada palabra que se escribe. Cabe señalar que Joaquim Vital nació en Lisboa en 1948 y que, después de sufrir la prisión durante la dictadura de Antonio Oliveiro Salazar, a los 16 años, se exilió en Bruselas a los 18.

Cuarenta y tres retratos de personajes cuyo ''único denominador común es haber -un poco, mucho, con locura- amado los libros". Se suceden Edmundo de Bettencourt, Daniel Guérin, Max Ernst, Jean-Edern Hallier, Calder, Okamoto, Patrick Waldberg, Masson, Miró, Leonor Fini, Klossowski, Lely, Chirico, Deleuze, Bacon, Delvaux, Fellini, Carvalho, Cesar, Girodias, Saura y otros. Algunas anécdotas, picantes o paradójicas, diálogos breves, frases concisas de los retratados hacen imposible cerrar el libro sin terminarlo, volver sus páginas, recomenzar su lectura. De Chirico, por ejemplo, dominado por su mujer, Isabella Far, ''quien se dirigía a él como a un niño lunático'', del cual debía vigilar la glotonería, pues, después de la cena, Chirico desparecía en la cocina para robar algunos dulces mientras su mujer platicaba con sus huéspedes, Joaquim Vital y Colette Lambrichs. Así, cuando un marchante solicita un prefacio de Chirico, éste propone una cifra insignificante, pero en líquido: "Isabella Far vigilaba su cuenta de banco, y él no había cansado sus meninges como para no aprovechar: cien mil liras, treinta pastelitos, treinta mañanas de dicha''. De Alain Bosquet -escritor, poeta y coleccionista de arte-, otro ejemplo de este sorprendente anecdotario, son las últimas palabras que dirigió a Vital: "Ya no me muevo, querido amigo.ƑHa visto yacentes? De costumbre, son de piedra. Yo soy una estatua yacente en carne y hueso. Esencialmente en huesos. ƑQué puede valer eso en el mercado del arte?" De Gilbert Lely, el gran especialista de Sade: "Visité mi morada en el cementerio de Montmartre. Al lado de un bailarín y de una actriz trágica, no me aburriré. En cuanto a la exposición solar, Ƒqué más puede desearse?", explica Lely como si se tratara de mudarse a un nuevo departamento... hubiese podido creer Joaquim. Las aventuras contra la censores de Girodias, el editor de Nabokov, la amistad telefónica con Judith de Carvalho... Bacon y Deleuze y los otros animan con sus sombras esta galería, de donde no son excluidos algunos sobrevivientes que cruzaron la existencia ya abreviada de los otros.

Pero otro retrato emerge poco a poco del claroscuro de estas telas, un retrato translúcido: el de su autor.ƑDeseo de ocultarse tras el biombo que forma la galería e iluminar con otros proyectores la escena? ƑO ''voluntad irrepresible de aparecer en la foto, con las estrellas?'', se pregunta él mismo.

Adieu à quelques personnages es, ante todo, una marcha grandiosa hacia la muerte, donde se escuchan los aires finales de La Tosca, cuando el tiempo se vuelve un vaivén donde se disuelven las horas frente a la eternidad.

ƑQué más esperar de este regreso a la vida literaria entre los más de seiscientos volúmenes que salen en septiembre? Un solo libro justifica el resto y tal es el caso de la aparición de Adieu.

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