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México D.F. Domingo 29 de agosto de 2004

Sin la presencia de la delegada, festejan al adulto en plenitud

En la Ciudadela, reconocen a bailarines de danzón más longevos

''Vengo aquí a revivir'', dice Macrina González, de casi 85 años

JAIME WHALEY

Más pudo el sol que el peso de los años en el ánimo de miles de danzoneros que se reunieron ayer, como todos los sábados en la Ciudadela, pero la ocasión fue un tanto cuanto especial pues se festejó al adulto en plenitud, nominación hoy aplicada a los sexagenarios o mayores.

La danzonera Mexi-Cuba, que hace ocho años, cuando se abrió ese espacio de convivencia hebdomanaria, aportó por unos nueve meses la música, regresó al lugar desde donde se proyectó a ser uno de los conjuntos más solicitados por las parejas, y por unas horas, deleitó a la concurrencia que estoica soportó el bochorno del mediodía.

El bailongo sirvió, también, para reconocer a los bailadores más longevos que suelen darse cita en el histórico parque citadino. Cuatro decenas de ellos, acorde a la lista oficial, pasaron a recoger un testimonio de la delegación Cuauhtémoc cuya titular,Virginia Jaramillo, ni siquiera se presentó.

Desde luego que hubo más octogenarios, éstos no reconocidos como el caso de Macrina González Rojas, viuda desde hace 24 años, próxima a cumplir 85 de edad y quien dice: ''vengo aquí para revivir''. Más enfático, Emigdio Tenorio, carpintero de oficio, señaló: ''vengo a divertirme, no a divertir cabrones''. Y es que, como suele pasar, ya se han formado grupos, antagónicos algunos, que llegan hasta el extremo de disputarse el espacio como ocurre con el de Héctor Rosas, que aglutina a poco más de medio centenar de integrantes y, en abierto desafío, a las disposiciones oficiales, se cuelga de la toma de luz de la escuela Bolivia y pone su tocadiscos para dar clases coreográficas a su grey de seguidores.

Diferencias aparte, Sergio Osorno se dio tiempo para bailar y brazos le hicieron falta pues hasta con tres damitas simultaneamente lo hizo.

Clemente Carmona, distante aún muchos años de las ocho décadas, señala que es una catársis. Carmona, químico de profesión, trocó el emparrillado del futbol americano -en donde fue coach de los Pieles Rojas- por la pista de cemento. ''No hay edad para el baile'', declara, ''además -añade- es terapéutico. A mi me ha ayudado en rehabilitar mi vista luego de un accidente''.

Sergio del Campo, litigante, tampoco ochentón, pero sí integrante de una cofradía sabatina, cuenta que el danzón debe haber llegado al DF alrededor de 1905, y que lo elemental para bailarlo es tener oído, por lo que la cuadratura, elegancia y personalidad, se dan naturalmente.

En una banca Lupita Jimenez se afana en promover un legendario producto suizo que, entre otras virtudes, tiene la capacidad de mejorar el sistema cardiovascular, disminuir la hipertensión, oxigenar y rejuvenecer las células, fortalecer los huesos y músculos. Casi, casi lo mismo que hace el danzón.

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