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México D.F. Jueves 2 de septiembre de 2004

Margo Glantz

De nuevo Sor Juana

Pareciera reproducirse la polémica suscitada por la publicación de la Carta atenagórica en 1690 en el ámbito de las dos Españas, la vieja y la nueva: dentro de la importante colección del Seminario de Cultura Literaria Novohispana de la UNAM, dirigida por José Pascual Buxó, acaba de editarse un libro del investigador peruano José Antonio Rodríguez Garrido, La Carta Atenagórica de Sor Juana: textos inéditos de una polémica. Da cuenta de documentos encontrados por él en la Biblioteca Nacional del Perú en 2002, sobrevivientes del terrible incendio (1943) que destruyó una gran parte de su acervo: firmando uno por don Pedro Múñoz de Castro intitulado Defensa del Sermón del Mandato del padre Antonio Vieira, y otro anónimo, Discurso apologético en respuesta a la Fe de erratas que sacó un soldado sobre la Carta atenagórica de la madre Juana Inés de la Cruz.

Y esta polémica no sólo aporta nuevos y valiosos documentos para el estudio de nuestra Décima Musa, sino que esos materiales, al ser analizados, realzan ''un debate en torno al ejercicio de la libertad intelectual que, desde su celda en el convento de San Jerónimo de la ciudad de México, Sor Juana desató". Debate, hay que confesar, siempre necesario y vigente.

Resumamos: por los documentos sabemos que hacia agosto de 1690, Sor Juana conoce el Sermón del Mandato sobre la mayor fineza de Cristo del portugués Antonio Vieira, versión publicada en 1678, probablemente adulterada y mal traducida. En las rejas del convento de San Jerónimo externa sus críticas y un enigmático personaje designado simplemente como ''Vuestra Merced", le pide o ''le ordena" que ponga por escrito la versión oral, publicada en Puebla por el obispo de Santa Cruz, con el seudónimo de Sor Filotea, a finales de 1690.

El 2 de enero de 1691 el escribano Pedro Múñoz de Castro y Sor Juana, en su calidad de contadora, se encuentran en el convento para resolver un problema de dotes. El 9 de enero, Múñoz recibe en su casa un ejemplar de la Carta, con un escrito del anónimo remitente, le solicita que escriba una defensa en favor de Viera.

Entre el 9 y antes del 26 de enero aparecen el Epítome platónico, firmado por una supuesta María de Atayde de la Fe de erratas, por ''Un Soldado", textos desaparecidos y de los que se sabe por los descubiertos recientemente, entre ellos, La Fineza Mayor, sermón predicado por el clérigo Francisco Xavier Palavicino en el convento de Sor Juana el 26 de enero de 1691 y por La Carta de Serafina de Cristo, publicada el 1Ɔ de febrero de ese año.

Entre enero y el 18 de febrero se escriben las restantes composiciones mencionadas en el Discurso apologético del 19 de febrero, de un personaje designado como ''Carabina", y otro de ''Mari Dominga". El 1Ɔ de marzo Sor Juana firma su Respuesta a Sor Filotea, publicada hasta 1700 en la edición del tercer volumen de sus obras, Fama y obras póstumas. El 10 de marzo de 1691, Palavicino dedica la edición de su Sermón a las monjas del convento de San Jerónimo y se inicia un proceso inquisitorial contra él.

Y aunque este dato no se incluye en el libro de Rodríguez Garrido, creo que la polémica se prosigue, sin mencionarla directamente, en 1692, en el Segundo Volumen de las Obras de Sor Juana, edición promovida, como la de la Inundación Castálida, por María Luisa Manrique de Lara, su mecenas y su musa. Puede deducirse por la formidable defensa que sacerdotes de diversas órdenes religiosas y representantes del clero secular hacen de la monja, precediendo a La Carta Atenagórica, intitulada como lo había querido Sor Juana, Crisis de un sermón.

La publicación de la Carta de Serafina de Cristo atribuida a Sor Juana por Elías Trabulse, quien la encontró y editó en 1995, generó un alud de publicaciones, entre ellas, las más enconada, Serafina y Sor Juana, de Antonio Alatorre y Martha Lilia Tenorio quienes rebatieron que Serafina fuera Sor Juana y sugirieron que hubiera podido ser Castorena y Ursúa, editor de la Fama. En cuanto al Soldado, al que sor Juana alude también en su Respuesta, Rodríguez Garrido devela varias de las claves proporcionadas por el Discurso Apologético que a su vez aclara muchos de los enigmas de Serafina sin revelar el nombre del Soldado, aunque eso sí, impidiendo que pueda atribuírsele su autoría a Núñez de Miranda, como suponía Trabulse, pero corroborando que se trata de un jesuita.

La polémica queda abierta. Y también el probable hallazgo de nuevos documentos que resuelvan los restantes enigmas.

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