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México D.F. Viernes 1 de octubre de 2004

Estallan coches bomba cuando los menores recibían dulces del ejército ocupante

Mueren al menos 35 niños iraquíes en ataques dirigidos a estadunidenses

Tres suicidas perpetraron los atentados en el barrio Amel, en el suroeste de Bagdad

KIM SENGUPTA THE INDEPENDENT

MDF10252Bagdad, 30 de septiembre. Los niños encontraron la muerte cuando hacían fila para recibir dulces estadunidenses durante una fiesta de barrio. En una de las acciones más sangrientas de la guerra iraquí contra la ocupación, tres atacantes suicidas mataron al menos a 35 niños, la cifra más grande de muertos en un solo ataque desde el comienzo de la guerra, hace 17 meses.

En el hospital de Yarmouk, en el centro de Bagdad, donde fueron trasladados los heridos, había una sala repleta de niños, sus ojos abiertos llenos de dolor, sin entender lo que les pasaba, un terror silencioso. Los sonidos de llanto, los largos sollozos que partían el alma provenían de padres que rodeaban las camas.

"Los estadunidenses nos llamaron, nos dijeron 'vengan, vengan' y nos preguntaron si queríamos dulces. Fuimos con ellos y luego un auto explotó", narra Abdel Rahman Dawoud, de 12 años, recostado desnudo en su cama, con el cuerpo lleno de esquirlas incrustadas.

La furia de los padres hacia los soldados estadunidense no se hizo esperar. Culpaban de lo ocurrido a los uniformados, y no a los militantes, por haber hecho que los niños se acercaran al peligro.

En total, unas 46 personas murieron y 208 resultaron heridas en los ataques del miércoles, pero la gran mayoría de víctimas eran niños. Muchos de los que resultaron heridos, según los médicos, no van a sobrevivir.

El desastre en Amel, en el suroeste de la capital, ocurrió poco después de que llegó un convoy estadunidense a este barrio de clase trabajadora que había logrado escapar de mucha de la violencia. Estaban ahí para asistir a una ceremonia para inaugurar la instalación de nuevos sistemas de bombeo en la planta de tratamiento de aguas.

Los soldados comenzaron a repartir dulces. Niños y niñas, emocionados, corrieron hacia ellos y las bombas explotaron, poco después de las 13 horas (local).

Dos coches estallaron con minutos de diferencia. Cuando aquellos que sobrevivieron huían gritando, explotó el tercer coche en su camino. Las fuerzas estadunidenses sellaron el área con tanques y vehículos artillados, mientras helicópteros sobrevolaban la zona, pero el daño letal ya estaba hecho.

La estación de bombeo resultó relativamente ilesa pero uno de los coches bomba; un amasijo de metal retorcido, voló por los aires y cayó en el patio de las instalaciones. Trozos de carne humana quedaron colgando de las paredes color crema de la entrada principal. En el camino que llevaba a la planta quedaron dos cráteres. La explosión, además, le prendió fuego a una pila de desperdicios.

El último y más grande de los coches bomba estalló a unos 50 metros, sobre ese mismo camino, y una fila de seis automóviles incinerados demostraba la ferocidad de la explosión.

La magnitud del costo humano era evidente en el hospital de Yarmpuk. Ambulancias y autos de particulares traían a los heridos. Una camilla improvisada se usó para trasladar a un niño junto con su pierna cercenada. Doctores y enfermeras luchaban para moverse en medio de parientes frenéticos y llorosos.

Rusel Abbas Obeid yacía en la cama, vistiendo aún su rasgado vestido rosa. Tenía heridas profundas en el estómago y cortadas de esquirlas en el rostro. Había ido a la tienda, pero vio a sus amigos rodeando los vehículos estadunidenses y corrió para reunirse con ellos.

Limpiando la sangre de la cara de su hija con un pañuelo ya saturado, Hamidiya Hossein Obeid dijo: "Cuando escuché la primera explosión, sentí que el corazón me retumbaba. Salí corriendo, pero mis vecinos me detuvieron porque podían venir más bombas. Cuando oí las otras explosiones supe que tenía que encontrarla.

"Me llevó como media hora verla. Durante ese tiempo vi a muchos pequeños tirados en el camino, creo que varios ya estaban muertos".

En otros ataques, el miércoles, dos policías iraquíes y un soldado estadunidense murieron y 60 resultaron heridos por un atacante suicida a bordo de un coche bomba que estalló en la prisión de Abu Ghraib.

Otro soldado estadunidense murió y siete más resultaron lesionados cuando un cohete impactó en una base militar.

En Tal Afar, al oeste de Irak, una bomba mató a cuatro civiles y dejó heridos a 16 más.

Las fuerzas estadunidenses atacaron en un bombardeo aéreo dos casas en Fallujah y afirmaron que las viviendas eran escondites de seguidores de Abu Musab al Zarqawi.

©The Independent

Traducción: Gabriela Fonseca

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