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México D.F. Viernes 1 de octubre de 2004

Pese a la secuela de poliomielitis su vida ha sido normal y de éxitos señala el paralímpico

La mayor discapacidad es la falta de voluntad y amor, asegura Adrián Paz

Los de pantalón largo complicaron la participación en Atenas, denuncia el competidor Las autoridades deben apoyarnos para conseguir patrocinios, dijo el medallista de plata en Atenas

JORGE SEPULVEDA MARIN

Trato amable y palabra fluida caracterizan al lanzador de jabalina Adrián Paz Velázquez, quien lo mismo habla de su vida privada, que denuncia las anomalías ocurridas antes y durante los Juegos Paralímpicos, donde, pese a las adversidades, obtuvo medalla de plata.

De mirada serena y sonrisa apenas dibujada narra haber tenido "una infancia buena, alegre, nada diferente a la de cualquier otra persona. Muchos pensarían que por la discapacidad pudo ser distinta, pero gracias a mi familia que siempre me trató como una persona normal he salido adelante".

Encadenado a la silla de ruedas o ayudado por las muletas responde de buen talante a las preguntas. "Sí, también tuve pleitos con mis papás y mis hermanos y por igual sufrí los castigos en casa.

"Quizá mi hermano mayor fue el que me impuso las máximas exigencias cuando pensaba que aparecía el chantaje por mi condición y eso me ayudó a centrarme."

Para Adrián, las secuelas de poliomielitis que lo han imposibilitado desde los casi dos años de edad nunca han sido mayor impedimento, porque su situación la ha visto "como algo normal, con una circunstancia que me impuso la vida, como si fuera gordo o flaco, chaparro o de piel morena".

No puedes estar en stand by

Sereno, recuerda que hay personas que pasan por circunstancias mucho más difíciles y, sin embargo, han aprendido a realizarse, y "creo que eso es lo más importante, porque la vida es movimiento y no puedes estar en stand by cuando tienes esa vida".

Y comparte su filosofía, la que ha trazado su andar: "siempre he pensado que la mayor discapacidad es la falta de voluntad, de carácter y de amor, porque si careces de esto, podrás tener salud y todo lo material, pero en realidad no tienes nada.

"Debes amarte por lo que eres y como eres, de otra forma tu vida no tendría sentido", resuelve sin pensarlo.

El jabalinista, quien no pudo reconquistar el oro de Atlanta y Sydney, cuenta que en la primaria a veces su familia debía recogerlo cuando su aparato ortopédico se averiaba, pero en la secundaria ya pudo valerse por sí mismo y aprendió que debía luchar si quería triunfar en la vida.

Eso lo encontró ahora en el deporte y como profesor de gimnasia, al lado de su entrenador de jabalina, Juan de Dios López.

Nacido en esta ciudad, por la zona del panteón francés, Adrián terminó la carrera técnica en el Colegio Nacional de Educación Técnica Profesional (Conalep), donde recibió el certificado que lo acredita como técnico en deportes.

Una ciudad con barreras

El medallista paralímpico dice que esta ciudad sigue llena de barreras que obstaculizan el libre tránsito de los discapacitados y, lo mismo son insuficientes los transportes con plataformas para subirlos, las miles de calles sin rampas y ni pensar en que los colectivos se paren para que los aborden.

Consciente de que la sobrepoblación impide adecuar vías, edificios y transportes, Adrián considera que debe seguirse trabajando en ese sentido para no condenarlos a sufrir lo que ahora padecen.

Opina que los elevadores que se colocarán en breve para acceder a los puentes peatonales, sin duda, serán sólo un granito de arena en el mar de los problemas que enfrentan.

Y ni hablar de que haya semáforos peatonales como en otros países, porque los conductores seguramente tampoco los respetarían en su prisa por llegar a donde se dirigen. "Es el colmo que deban sancionarnos por nuestra propia salvaguarda, con la obligación de usar el cinturón de seguridad", complementa.

-¿Qué falta para avanzar más rápido?

-Empatía. Que se monten en una silla, en nuestros aparatos ortopédicos para que vean todo desde nuestra perspectiva. No hay visión a futuro, hay muchas fallas, aunque se ha avanzado poco a poco, que es lo importante.

Lo malo de Atenas 2004

Adrián no se queda callado. Critica a las autoridades deportivas por manejar estándares para darles los uniformes, pese a que los paralímpicos requieren, no por capricho sino por necesidad, usar tallas diferentes de chamarra y pants, "pero a veces la gente no escucha nuestra situación.

"Creo que no se tiene esa capacidad para aprender y por eso seguimos cometiendo error tras error y eso, a la larga, nos perjudica como nación, más allá del deporte, porque no se quiere o no se sabe trabajar con un 10 de eficiencia", deja en claro.

Otro ejemplo. Durante las competencias, el jefe de misión, Enrique Soto, y el oficial administrativo, Armando Pedroza, les exigieron a los competidores tapar en sus uniformes el logotipo de Visa, uno de los patrocinadores, porque de no hacerlo México debería pagar una multa de 50 euros, además de que a ellos los obligarían a liquidarla.

Los amenazaron con retirarles la acreditación, sin la que obviamente no podrían competir, así como cobrarles los alimentos y hasta su boleto de regreso.

Más. Tampoco hicieron nada los dirigentes para evitar la fusión de categorías, lo que les dificultó competir y evitó una mayor cosecha de preseas.

Antes de partir a Atenas les entregaron el material deportivo, sin tiempo para adaptarse y de una calidad diferente a la solicitada, "porque era más barato".

El colmo fue que sus compañeras Azucena Salcedo, de lanzamiento de bala, y Maribel Galindo, de disco, se quedaron sin competir porque el oficial técnico, Hugo Silva, no confirmó su inscripción, y todavía se dijo, "en forma estúpida", con descaro, "no se perdieron medallas, ¿verdad?"

Faltaron medicinas

Y ya mejor ni hablar del jefe médico, Jorge Gamma, quien no se ocupó de llevar las suficientes medicinas al no prever que en vez de calor habría frío, y algunos debieron competir con cuadros gripales porque no hubo medicamentos para atenderlos.

O la entrega de uniformes a las voluntarias griegas que autorizó el subjefe de misión, Arturo Ramírez, para que desfilaran con los colores de la delegación nacional, o los dirigentes que se aparecieron sólo a la hora de las medallas.

Adrián Paz no exige millones de pesos en apoyo, pero tampoco está de acuerdo en que las autoridades no les ayuden con los empresarios al decirles que nadie está dispuesto a aportar dinero por lo problemáticos que son.

Pero sí pueden pedir a los dirigentes que los traten como seres humanos, igual que "a los de a pie", a la luz de los resultados que entregaron, y que les exijan cuentas claras a los de pantalón largo.

Por ahora quiere regresar al lado de su compañera Sara Sobrevilla y su hija Lucía Adriana, de tres años.

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