Historia de mis dos familias

Marta Nualart

Tenemos dos familias, la biológica que es inevitable, con la que vives tu infancia, que nos marca y de la cual muchas veces no conoces su genealogía más allá de una o dos generación anteriores o simplemente ninguna por la falta, por ejemplo, del padre o por otras razones. Esta familia es inevitable y obligada por razones culturales y biológicas. Esta familia da alegrías pero también te genera traumas que después hay que tratarlos, trabajarlos. Es el núcleo formador pero también un núcleo conflictivo, problemático.

Pero hay también otra familia, no reconocida como tal. Es aquel núcleo solidario, afectivo, de hermandad, amistad y complicidad que a través de los años te vas haciendo con personas sin ninguna relación biológica y que resultan un contenedor, a veces el más importante para la vida.

La cultura valora y reconoce sólo a la primera, tanto que es frecuente que hasta les dejes tus bienes aunque te lleves pésimo y no tengas muchos puntos en común con estos familiares, mientras que a la otra familia, aquella con la que te unes por afinidad, con la que realmente construyes tus proyectos de vida, ni la tomas en cuenta, no se la valora suficientemente a pesar de su importancia. Ambas familias son reales, son, de una u otra manera parte nuestra. Y yo he querido investigar los aspectos significativos de cada una en mi vida y ponerlas en un mismo plano de importancia para resaltar estas diferentes familias que existen.

En mi familia biológica, y gracias a mi madre, se conservan muchos documentos y objetos, algunos de mediados del siglo XIX, diarios, fotos, hasta documentos de nacimiento y muerte. Los fui rastreando y fui buscando sus significados para mí. Aunque hay documentos de varones y los pongo en relación a algo actual, los más significativos me han sido los de las mujeres de la familia en cuya subjetividad me he adentrado más a través de los poemas de una bisabuela poeta o del diario de vida de mi abuela.

Por otra parte yo tengo, pido y guardo objetos y fotos de la familia no sanguínea, esa que es la más importante, la que yo me he construido, incluyendo las que elijo como mis madres: Sor Juana, Tony Morrison y Virginia Woolf, mis madres intelectuales, mis madres de la inteligencia femenina.

Con todo ello he ido jugando, buscando dentro de mi lo que tiene relación con esos elementos, tratando de plasmar lo que me producen. La plástica te da esa posibilidad de jugar subjetivamente con lo que te producen las cosas, con lo que te relacionan, con lo que te significan. Con la plástica, el pasado y el presente se conjugan, la realidad y la ficción se funden. Todo es posible. Los juguetes se agigantan. Las personas se encogen. Los muertos aparecen y son parte viva de mis dos familias.

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