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E D I T O R I A L
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México D.F. Viernes 8 de octubre de 2004

 

Se descompone la política

Los altercados parlamentarios ocurridos esta semana en el Palacio Legislativo de San Lázaro dan cuenta de una descomposición sostenida de la vida política nacional y prefiguran el despeñadero al que está siendo conducida la institucionalidad republicana. La falta de contención y de modales de los diputados perredistas que tomaron la tribuna y la mesa directiva en el salón de plenos del recinto legislativo tiene su correlato en la negativa de la coalición de facto PRI-PAN de analizar, negociar y buscar consensos -es decir, su negativa a hacer política- para la modificación que pretenden realizar al artículo 122 constitucional, que norma las atribuciones del Gobierno del Distrito Federal.

Si esa tentativa de reforma hubiese sido, como se pretendió, expresión de un afán de equidad, justicia presupuestal y espíritu federalista, sus impulsores habrían podido tomarse el tiempo necesario para dialogar, perfeccionarla y, sobre todo, buscar mecanismos que amortiguaran el impacto presupuestal que representaría a la capital de la República el hacerse cargo, de un día para otro, de toda la educación básica y media. De esa forma habría podido llegarse a una aprobación fluida de la modificación propuesta. Pero el empecinamiento de los pripanistas de aprobar al vapor y con dispensa de trámites la reforma mencionada, evidenció que su propósito real es propinar un desproporcionado hachazo presupuestal a la administración capitalina para desequilibrar de golpe las finanzas públicas de la urbe, propiciar ingobernabilidad por esa vía en el Distrito Federal y afectar, como efecto último buscado, las posibilidades presidenciales del jefe de Gobierno, Andrés Manuel López Obrador.

La reforma al 122 es, pues, una nueva fase de la ofensiva desatada por el foxismo y sus aliados contra el gobernante capitalino. Si no funcionaron las campañas de desprestigio en su contra, y si el acoso judicial de que es víctima enfrenta una perspectiva incierta, ahora se pretende llevar el complot a la asfixia presupuestal.

Desde que el grupo en el poder -auxiliado o asesorado desde el retiro temporal por parte de sectores del priísmo- comenzó la campaña contra López Obrador, diversos analistas han señalado que los participantes en la conjura estaban jugando con fuego y que las maquinaciones mediáticas y judiciales para cerrar el paso a una eventual candidatura presidencial del gobernante capitalino podían tener consecuencias graves de ingobernabilidad, desestabilización y violencia.

El empeño por eliminar a López Obrador de las posibles opciones electorales en 2006 era, se dijo, un agravio al espíritu democrático y a los propios electores, toda vez que se pretendía sacar de antemano del juego, con manipulaciones de dudosa legalidad y de evidente inmoralidad, a una figura política a la que muchos ven, desde ahora, como su mejor opción de sufragio para dentro de dos años.

Tales advertencias se han demostrado correctas y la vida pública y el clima institucional han llegado ya a una indeseable turbiedad y a una descomposición palpable, fenómenos que no van a corregirse por sí mismos. De hecho, si los actores políticos persisten en sus actitudes actuales, la degradación puede volverse irreversible, y seguramente llegará, de aquí al momento previsto para la próxima recomposición institucional, que es el proceso sucesorio de 2006, a simas que aún resultan difícilmente imaginables. Por eso es necesario que las principales fuerzas políticas del país se avengan a definir conjuntamente lo que es susceptible de ser reformado, cuál debe ser el sentido y las características de las reformas, y qué asuntos deben dejarse como están en lo que resta del presente gobierno.

Es deseable, también, que en lo sucesivo se evite recurrir a la ruptura de la civilidad y de las buenas maneras parlamentarias. El foxismo, por su parte, tendría que dejar de utilizar a las instituciones como instrumento de golpeteo político -o judicial, o presupuestal- contra sus adversarios, y concentrarse, en el tiempo que le queda, en propiciar consensos para lograr una elección ordenada, estable y pacífica en 2006, así como un proceso de sucesión fluido y terso, objetivos ambos que son de su propio y crucial interés, así sea para que los actuales integrantes del equipo gobernante puedan, en el futuro, disfrutar de un retiro apacible.
 

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