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México D.F. Domingo 10 de octubre de 2004

MAR DE HISTORIAS

Post scriptum

Cristina Pacheco

ƑMe permite? Voy a adelantarme para abrirle la puerta de la oficina. -Estrella, la conserje, introduce la llave en la cerradura y se vuelve hacia su nueva jefa: -Si siente un olorcito raro es porque acaban de pintarla y como no tiene ventilación...

Estrella enciende la luz, Laura Vallejo apenas logra ocultar su desilusión cuando ve el mobiliario metálico rodeado por cajas de cartón.

-ƑEsto es Objetos Perdidos? -Impaciente, gira hacia Estrella: -ƑNo tenemos una bodega donde almacenar las cosas?

-El señor Mares, que en paz descanse, mandó muchas solicitudes a la Contraloría pidiendo por lo menos un anexo, pero jamás le contestaron-. Estrella baja la voz: -Como que los jefes no le dan mucha importancia a este departamento.

Irritada por el comentario, Laura pasa la mano por el escritorio metálico:

-ƑCuánto hace que esta oficina está cerrada?

-Desde que el señor Mares pasó a mejor vida, en junio.

-ƑDónde quedaron los objetos perdidos que le entregaron a usted durante todos estos meses?

-Los guardé en el archivero, nada más que no los catalogué.

-Tendré que revisarlos y buscar los teléfonos de los dueños para pedirles que vengan a recogerlos-. Laura cuelga su saco en el respaldo de la única silla. -ƑSon muchos?

-No. La gente ya no se molesta en venir a entregar lo que se encuentra. Antes sí era distinto. Me tocó ver que le trajeran al señor Mares una bolsa con dos cheques al portador. Si en este momento alguien se los hallara, correría al banco para cambiarlos sin importarle a quién perjudica. Estamos viviendo unos tiempos muy feos: a nadie le preocupan los demás. šTodo para mi santo!

-Estrella: si necesito que me ayude Ƒdónde puedo encontrarla?

-En el módulo ''H''. El poli sabe dónde está-. Estrella le entrega el llavero a su nueva jefa: -Aquí tiene. Si le parece, mañana voy a sacarles una copia, por si se le pierden.

II

Laura observa los objetos que ordenó sobre el escritorio. Pocos tienen identificación y se pregunta si valdrá la pena hacer llamadas para comunicarse con los dueños de una libreta, un estuche de lentes, un portafolio con varias páginas del Aviso Oportuno, una cartera con una estampita de San Judas Tadeo, una agenda forrada en plástico.

La abre y lee: Máximo Castillo Aldaco. Abajo hay un número telefónico remarcado y una dirección ilegible. Laura sigue hojeando hasta que ve una marca roja en el 30 de septiembre: jueves, thursday, jeudi. Ese día le notificaron que iba a ser contratada como jefa del departamento. La coincidencia le parece un buen augurio y decide dar prioridad a la búsqueda de Máximo Castillo Aldaco. Mientras marca su número procura imaginar cómo será el dueño de la agenda. Antes de lo esperado, escucha una voz femenina:

-ƑQuién habla, quién es? šDiga!

-Su servidora, Laura Vallejo.

-Si está llamando a nombre de alguno de esos gandules, dígales que ya no molesten y que me dejen en paz.

-Llamo desde una oficina del Metro.

-ƑQué más quieren preguntarme? Ya les dije todo y no quiero repetirlo. Tengan piedad: šme duele!

-Señora, por favor, déjeme explicarle: soy responsable del Departamento de Objetos Perdidos.

-ƑCómo dijo que se llama? Oigo muy mal, hable más fuerte.

-Laura Vallejo. ƑCon quién tengo el gusto?

-ƑPara qué quiere saber mi nombre?

-De hecho estoy buscando al señor Máximo Castillo-. Laura oye un quejido: -ƑVive allí?

-Vivía. Ya no.

-ƑEs usted pariente suyo? Necesito encontrarlo para entregarle la agenda que perdió en un vagón. Quizá la esté buscando-.

Distraída, Laura hojea la libretita y se extraña de ver sólo iniciales. -Dígale que puede venir a recogerla en días hábiles y en horas de oficina.

-Señorita, por Dios, mi hijo murió el 30 de septiembre.

-Perdone, no sabía -Laura se toca la frente-; disculpe, no sé qué decirle. Me tomó tan de sorpresa...

-Igual me quedé yo la mañana en que un desconocido llamó para informarme... -la anciana jadea-: Ƒse imagina lo que sentí al oír que mi hijo acababa de arrojarse a las vías del Metro? Pensé que era una broma, pero después, cuando vinieron a interrogarme...

Atrapada en la historia, Laura procura recobrar la serenidad:

-ƑQuién era el que le informó?

-Pudo haber sido uno de los amigos de Máximo. Tenía muchos, pero jamás me los presentó -la anciana suspira-: me duele pensar que lo hiciera porque se avergonzaba de mí.

-ƑPara qué sufre diciendo eso?

-Máximo era muy guapo, muy arregladito. Y yo... ƑQué puedo decirle? Medio ciega, con las piernas vendadas.

-Seguramente él la quería mucho.

-De eso no me cabe duda, pero matarse así cuando tenía toda la vida por delante. Mi ilusión era verlo casado, aunque se fuera a vivir a otra parte, y que me diera un nieto. Me decía: ''No puedo dejarla sola, nunca la abandonaré". Y míreme ahora... No tengo a nadie, hasta para llegar al baño dependo de mis vecinos -la anciana gime-; todo fue muy distinto a como lo imaginé cuando Máximo nació. De niño fue precioso y de grande siguió siendo muy guapo. Con decirle que sus amigos lo llamaban Pastelito.

-Me dijo que él nunca se los presentó.

-Venían a buscarlo. Jamás pasaron de la puerta, pero yo escuchaba cómo le decían -la anciana hace una pausa-, algunos muchachos siguen llamándolo, pero nada más les contesto: ''Máximo no está'' y cuelgo. A ratos me hago las ilusiones de que mi hijo volverá tarde en la noche, silbando. Lo hacía como un jilguero.

-ƑFue su único hijo?

-Sí. Cuando él cumplió 11 años, Artemio, su padre, nos abandonó. Entonces yo era joven, pero nunca acepté a otro hombre. ƑQuién iba a darme un hijo tan lindo y tan bueno como Máximo? šNadie! El soñaba con sacarme de trabajar. De no haber sido porque se me infartaron las várices, jamás le habría dado gusto porque no quería ser una carga. Y ya ve: lo fui, pero él nunca se quejó. Al contrario, le daba mucho gusto cubrir nuestros gastos y que yo estuviera todo el tiempo en la casa.

-ƑDónde trabajaba Máximo?

-En muchas partes. Hoy aquí, mañana allá. Poquito que fuera, nunca dejó de darme dinero. Tendré que sujetarme a mi pensión y a la ayuda de mis vecinos. Unos me traen el desayuno, otros la comida; pero ninguno lo que más necesito: compañía. Máximo se pasaba aquí la mañana y la tarde. Ya en la noche se iba. Parece que lo oigo decirme: ''Duérmase, no se espere. Ya estoy grandecito y sé cuidarme''. Pero yo no pegaba los ojos hasta que lo oía subir las escaleras silbando. Imaginar que nunca más... -la voz de la anciana se asfixia en jadeos y quejidos.

-Cálmese, por favor -suplica Laura. -Dígame Ƒqué puedo hacer por usted?

-ƑVendría a visitarme? -la anciana no da tiempo a la respuesta. -Me gustaría enseñarle las fotos de Máximo. Será cosa de unos minutos y me hará tanto bien.

-Sólo puedo ir el domingo.

-ƑEste o el que viene?

La perspectiva del encuentro acobarda a Laura y automáticamente lo posterga una semana:

-El 17, porque para éste ya tengo un compromiso.

-Vivo en el edificio que está en la esquina de Artemisa y Valle. Mi departamento es el 903.

-Le entregaré... -Laura no puede concluir la frase porque la comunicación se interrumpe. Toma la agenda, vuelve a hojearla y descubre otra marca roja sobre una fecha: domingo 17 de octubre.

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