México D.F. Domingo 10 de octubre de 2004
Las integrantes debieron mudar de vestuario
en los sanitarios públicos
El ritual sonoro del sexteto iraní Fakhteh Band,
empañado por la desorganización
PABLO ESPINOSA ENVIADO
Guanajuato, Gto., 9 de octubre. Seis músicos
iraníes, integrantes de la Fakhteh Band, armaron un ritual sonoro
para entablar contacto con la divinidad.
Instrumentos de tañer y de tocar, de soplar y respirar.
Música para lograr el trance. Islámico.
La
banda iraní Fakhteh realizó ese ritual en el Templo de la
Valenciana. Cristiano.
Cuatro hombres y dos mujeres. Uno de ellos cantaba.
En algunas regiones de Irán a las mujeres no se
les permite cantar.
Los otros tres se repartieron los instrumentos aerófonos
y los percusivos.
Ellas crearon, añadieron belleza a su belleza con
instrumentos cordófonos. Laúd con arco: Niusha Barimani.
Laúd de doble giba: Abdoreza Soltani. Ellas.
Canto, ritmo, marometas percusivas. Ellos.
Tejer los sonidos
Durante 105 minutos, ellos y ellas tejieron un manto sonoro
de sensualidad profunda, desataron oleadas caldas de sonidos que envolvieron
una atmósfera de divagación y ensueño, de transporte
sideral sin moverse de su sitio, de evocación y encanto. Un embrujo.
El recital-ritual se conformó con pocas canciones,
épicas y de amor, y muchas piezas instrumentales con improvisaciones
luengas para dar cuerpo a la materialización mediante sonidos de
la parte sensual del alma.
Macamats,
que así se llaman las ideas musicales en las que se sustenta la
música persa que se desplegó ayer al mediodía en Cuévano,
hilvanadas con maestría, pues en eso consiste el arte de la música
iraní: encabalgar los macamats con la destreza de una caricia tenue,
pasar de un macamat a otro con suavidad, mediante un sistema de modulación
por pasos.
Mientras eso ocurre, la cadencia de los parches percutidos
marcan los toques fundamentales del arte sonoro persa: el dum y el tac.
Equivalentes islámicos del ying y el yang. Del sístole y
el diástole. Del día y la noche. La playa y la marea. La
vida y la muerte. Una unidad. Una armonía. Un éxtasis.
Desatención a los artistas
En contraste con toda estas delicadezas de la creación
humana, durante el intermedio se puso de manifiesto nuevamente la desorganización
que se ha apoderado, a sus 32 años, de algunas áreas del
Festival Cervantino. En el baño de mujeres, apenadas, las dos integrantes
femeninas de la banda iraní intentaban hacer su cambio de vestuario,
delante de las necesidades urológicas de la concurrencia femenina
de entre el público.
Vaya, vaya. Si el mundo se escandaliza del maltrato a
las mujeres y el sexismo en Irán, que dirán en México
si alguien se escandaliza por este tipo de ¿nimiedades?, en cuanto
al trato y la atención a los artistas, que todo parece suponer que
los artistas merecen por lo menos un buen trato. Del trato a los reporteros
enviados a cubrir el Cervantino ya ni se diga, además que de eso
qué culpa tienen los lectores.
La segunda parte del concierto nos volvió a meter
en trance a todos.
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