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México D.F. Martes 12 de octubre de 2004

Pablo González Casanova

La autonomía universitaria, hoy

A la memoria de Javier Barros Sierra

La autonomía universitaria constituye un instrumento fundamental contra "el pensamiento único" que los poderes establecidos imponen a partir de distintas creencias y filosofías. En países como México la historia de la autonomía forma parte de una lucha contra la dependencia del creer y el saber metropolitano, contra la dependencia del creer y el saber de las clases dominantes y sus mediadores o personeros. En ese sentido está íntimamente vinculada al pensamiento "heterodoxo" cuando una religión o una filosofía son la religión y la filosofía del Estado. Abarca desde la lucha contra la teología oficial de los inquisidores hasta la lucha contra el marxismo oficial del socialismo o el populismo de Estado. La lucha por la autonomía va contra el autoritarismo en las relaciones humanas y en la interpretación de "los textos sagrados". El pensamiento crítico impugna la sacralización laica de los textos y su uso para legitimar al Estado.

En nuestro tiempo, cada vez más, la lucha por la autonomía de la universidad está vinculada con la lucha contra la privatización, la desnacionalización y la usurpación de las instituciones públicas y nacionales para convertirlas en empresas mercantiles. A la tradicional lucha por la autonomía de la universidad pública hoy se añade la lucha contra la transformación de la educación en mercancía, y contra la lógica del neoliberalismo que busca convertir en sentido común el considerar que la medida del éxito de cualquier empresa o de cualquier ser humano debe ser la maximización de utilidades y el enriquecimiento o la "distinción" personal. Con la lógica de lo rentable y de lo empresarial, el neoliberalismo y sus beneficiarios pretenden descalificar la lógica del interés general y el bien común en la producción, en los servicios y el gobierno, aunque la usen como una forma más de mentir sobre los efectos supuestamente "benéficos" de sus políticas.

Según la cartilla mercantil dominante, producir y prestar servicios de interés nacional, general y social es irracional y demagógico. Los problemas sociales sólo deben resolverse, en lo que se pueda, aunque sea poco y por eso "lamentable". El bien común, a lo más, es objeto de políticas paternalistas y autoritarias que no crean derechos en los beneficiarios. Los actos de caridad se combinan con los actos de enajenación mediática y de represión. Las "medidas humanitarias" o las "acciones cívicas" forman parte de la "guerra de baja intensidad". Dividen y ablandan al enemigo haciéndole perder el sentido de su dignidad y de su identidad.

La lucha por la autonomía de la universidad pública hoy incluye la lucha contra la lógica mercantil de la vida y sus derivados de represión, enajenación y corrupción autodestructiva de líderes y movimientos.

La defensa de la universidad pública y gratuita es parte de la defensa del Estado social, de la lógica y la cultura social. Es también parte de la lucha por la razón y la moral política y personal que articule la cultura practicada en la universidad, la sociedad y el Estado para que tenga objetivos sociales cada vez más resistentes y creadores.

En "estos tiempos de mentira e infamia" como diría el gran poeta Antonio Machado, la lucha por la autonomía de la universidad no sólo exige luchar contra la lógica mercantil como visión del mundo y de la vida, sino contra los argumentos en favor de una universidad que sólo atienda a la educación de los jóvenes en función de las demandas del mercado, propuesta no sólo irracional sino despiadada.

Las políticas predominantes de la ofensiva neoliberal tienden a disminuir el mercado interno de trabajadores calificados y no calificados al desmantelar las empresas públicas y sociales y la oferta de empleo, para la prestación y la producción de servicios y de bienes que no sean mercancías. Proponer que en un país se reduzca la oferta de educación a la demanda de empleo es proponer que sólo se prepare a menos profesionistas y técnicos y que no se prepare en función de las necesidades de los ciudadanos y los pueblos. La lucha por la autonomía de la razón y de la cultura es parte de la lucha de la autonomía contra la lógica mercantil en que se afirma sólo deben producirse y prestarse bienes y servicios para quienes tienen "capacidad de compra", y excluir de bienes y servicios a los expulsados del mercado de trabajo, y a quienes en números crecientes tiende a privarse de la seguridad social y de los servicios públicos y gratuitos que en etapas anteriores una parte de ellos alcanzó.

Así, al tiempo que "la razón mercantilista" trata de imponerse como sentido común y como argumento "científico" o como "modelo neoliberal", la oferta de empleo baja por los aumentos a la productividad tecnológica que maximizan las utilidades de las megaempresas y sus asociados, mediante la disminución de los salarios directos e indirectos a quienes emplean y a quienes insisten en privar práctica y formalmente de los derechos que les reconoce la Constitución y que ha logrado hacer efectivos una parte de la clase media y de los trabajadores.

Las medidas de creciente irracionalidad y agresividad del sistema dominante y de las políticas neoliberales forman parte hoy de la necesidad de actualizar y profundizar la lucha por la autonomía universitaria. La presión neoliberal no sólo se basa en el reino de las mentiras que invoca en su apoyo la ciencia y la razón. Se basa en el despojo de las riquezas y empresas nacionales a las que no quita de la mira. Se basa en la desregulación y privación de los derechos laborales; en el ahorro de costos mediante la eliminación y emigración de empleos; en la transferencia de proyectos especializados a las matrices de Texas o de Nueva York; en la privatización y mercantilización trasnacional de los servicios de educación, salud, vivienda, alimentación, seguridad social. La presión neoliberal también se basa en el conocimiento de los efectos secundarios que sus políticas provocan, al dejar sin recursos naturales, sociales y educativos a la inmensa mayoría de la población nacional y mundial; al poner a competir a los trabajadores nacionales entre sí, y con los migrantes o los "sin papeles" del "sur", o al poner a competir a los trabajadores de las maquilas de México con los de otros países que cobran aún menos salarios. Y a todo eso le llaman "con nice words" (palabras bonitas) "eficiencia económica", "modernización", "ajuste estructural" y hasta "transición a la democracia"...

La cultura neoliberal de mentiras mercantiles exige aumentar la compraventa de conciencias y voluntades, la enajenación de conocimientos y saberes para la cooptación de unos, para el apoyo activo de otros, o para la discreta participación en la colonización silenciosa y en el conformismo cómplice. La cultura de mentiras serviles y autoritarias se combina con una cultura de la violencia organizada, de agentes encubiertos y abiertos, que alternan el uso de las amenazas y de las cortesías, de las acusaciones y criminalizaciones veladas y directas, de las sanciones negociadas, o de los olvidos que se compran siempre que los enjuiciados dejen de ser críticos u opositores a "un sistema al que supuestamente la ciencia y Dios amparan". La cultura de la ignorancia y la corrupción fortalecen la cultura del desánimo, del temor y la complicidad, de la desatención y "el enredo", de la autodestrucción con o sin drogas. Y todo eso y más implica la destrucción de la universidad, de la autonomía, de la Nación, de México.

Aquí entra otro obstáculo a la autonomía de la universidad, el "experto" que quiere convencernos (para vencernos) de que el proyecto neoliberal se basa en "las leyes de la economía" y "corresponde al mundo como es", o el "ultra" desilusionado que invocando a Marx o a Mao sostiene que "así es el capitalismo realmente existente", "que no hay política alternativa en el capitalismo" y que "tampoco es pensable ni posible un sistema distinto al capitalismo". Expertos y ultras en regresión sostienen tesis parecidas mientras usan los mismos gestos de seguridad, antiguos y contundentes, severos o apasionados, de cuando difundían las versiones deterministas del newtonismo político de unos, y del marxismo estalinista otros. El supuesto "experto" defiende las tesis que echó abajo la revolución científica de los sistemas autorregulados, adaptativos y complejos con que se organizan y dominan las megaempresas y los complejos militares-empresariales, y el ultra sigue obcecado sosteniendo tesis que la revolución cubana echó abajo hace más de medio siglo. La extraña coincidencia de ambos parece comprobar el fin de las ideologías, la desaparición de diferencias entre izquierda y derecha, y la tesis de que el hombre ha llegado a conocer y dominar "la ciencia única". En realidad, experto neoliberal y ultra postmoderno traen a cuento tesis que nadie mínimamente serio puede defender ya, sea a distinguished professor o un ex marxista que "entró en razón". Y aquí cabe también una gran lucha por la autonomía de la universidad, la de exhibir a los que quieren esclavizar el pensamiento y la acción de los universitarios, de los ciudadanos, de los trabajadores y de los pueblos. Y sobre todo, la de defender el derecho a la dialéctica y el diálogo, ese legado que Platón nos dejó.

La autonomía universitaria reclama el derecho a la crítica fundada en datos evidentes y en razonamientos coherentes. En la cultura mercantil, y la cultura de la mentira, muchos son los profesores e investigadores que pretenden defender en la propia universidad una ciencia anticuada y hasta una racionalidad pisoteada por un sistema en expansión y "posiblemente en extinción". La lucha por la autonomía universitaria tiene que incluir la lucha contra el neoliberalismo trasnacional que está iniciando un nuevo periodo de conquistas en el mundo, en las que combina como armas letales, la corrupción y la represión, la intimidación y la cooptación. La lucha contra el miedo es una lucha por el conocimiento. La lucha contra la corrupción y por la firmeza moral es una lucha por el conocimiento. En la defensa de su autonomía, la universidad, para ser, tiene que fortalecer la cultura del conocimiento que se expresa en palabras y que se realiza en actos.

La autonomía universitaria implica hoy oponerse a la privatización y desnacionalización de las empresas y servicios públicos y sociales, a una política de endeudamiento y crisis creciente de la Nación, la educación y las universidades, a una política de guerras preventivas abiertas y encubiertas que amenazan, según los más notables especialistas, con la destrucción de la biosfera e incluso con un ecocidio; a una política que prohíbe estudiar a fondo esos y otros problemas igualmente graves y las causas del hambre, el desempleo, las migraciones, las pandemias, los genocidios, males todos que las fuerzas dominantes se proponen dizque resolver con las mismas medidas que determinaron y acrecentaron su gravedad. La lucha por la autonomía universitaria implica enfrentarse al uso inhumano de las ciencias y las humanidades, implica enfrentarse a la mediocridad que los medios de comunicación de masas fomentan con sus políticas de difusión de la cultura chatarra; implica enfrentarse a la educación superior exclusiva para unas cuantas elites, excluyente de la inmensa mayoría de la nación, y que en los planes de estudio sólo quiere incluir los temas y problemas que considera "técnicos", "útiles", "actualizados" y "políticamente correctos".

La lucha por la autonomía universitaria se tiene que enfrentar a una política virtual y actual que amenaza con el ecocidio por una proliferación de armas nucleares con la ruptura del orden jurídico internacional y las nuevas guerras de intervención y conquista que están generando odios y temores incalculables; que amenaza con la destrucción de la biosfera por la violación sistemática de las políticas mínimas para la preservación del ambiente, y que también está amenazando la existencia de la humanidad con la cultura de la robotización de los seres humanos y de la humanización de los robots inteligentes, unos y otros capaces de decidir según lo programado por los expertos de las compañías y de los complejos empresariales-militares, en un proyecto que puede acabar con la humanidad mental o físicamente. Con razón escribe Neil Gershenfeld, del Instituto de Santa Fe en un notable libro titulado Cuando las cosas comiencen a pensar (When things start to think): si seguimos así "vamos a destruir el mundo y el mundo nos va a destruir". Y esa advertencia para que no se destruya el mundo nos invita a impedir en primer término la destrucción de la libertad, de la dignidad y de la autonomía de personas y colectividades, incluidos los universitarios y las universidades. Por otra parte nos invita a recordar que los bioingenieros del hombre artificial no alcanzan a construir biorobots que sientan, oigan, vean, piensen y tengan un sentido ético de la práctica humana de las tecnociencias y un sentido histórico de las luchas de la universidad, de la Nación y de la humanidad. Esa constituye la especificidad de nuestra condición humana: estudiar y construir, crear la posibilidad de un mundo alternativo; rehacer el horizonte utópico en la sociedad y en la universidad, y acercarnos a él con la ética individual y colectiva como historia y política, como ingeniería de lo que todavía no existe, como sueño realizable al que tenemos derecho, como expresión racional y estética llena de vida, de amor y de firmeza.

Yo sé que no todos están de acuerdo con estos planteamientos. Yo sé que lejos de llevar al consenso muchos de ellos son necesariamente polémicos y despiertan fuertes oposiciones emocionales e intelectuales que corresponden a creencias arraigadas, encontradas, a conductas contrapuestas. Y es precisamente en ese punto donde la universidad y los universitarios tenemos que mostrar nuestra principal contribución, nuestro más rico estilo de combinar diálogo y dialéctica. Por eso a manera de conclusión enuncio 10 políticas específicas por las que me parece que todos los universitarios debemos luchar.

Debemos luchar:

1Ɔ Por fortalecer y aumentar la autonomía universitaria dentro y fuera de la universidad.

2Ɔ. Por fortalecer a todas las universidades autónomas del país, de América Latina y del mundo. (Quiero a ese respecto celebrar la creación de un Espacio de Educación Superior en la Red de Universidades de América Latina y el Caribe.)

3Ɔ. Por un conocimiento del más alto nivel en ciencias y humanidades, en artes y tecnologías.

4Ɔ. Por la enseñanza de las "nuevas ciencias" y del pensamiento crítico, de la historia como memoria colectiva, como narrativa, y como horizonte utópico de un mundo emergente, alternativo.

5Ɔ. Por dar mejor educación al mayor número, diseñando políticas desde la educación superior intramuros y extramuros, e impulsando desde las universidades, con estudiantes y profesores, nuevas y permanentes campañas de alfabetización.

6o. Por organizar cursos de actualización y de enseñanza-aprendizaje para los profesores e investigadores de punta, y para todo el magisterio nacional.

7o. Por defender las universidades, la investigación científica y humanística y al sistema educativo frente a los recortes presupuestales que se les están imponiendo en una forma autodestructiva de la educación y de la Nación.

8Ɔ. Por redefinir la difusión cultural del siglo xxi, articulándola con la universidad abierta, presencial y a distancia; con un plan de ediciones, radio y televisión, y con unidades de producción de material didáctico y creativo.

9Ɔ. Por defender la libertad de cátedra, de investigación y de difusión de la cultura como valores consustaciales a la autonomía y a la construcción de espacios de diálogo nacional, internacional, latinoamericano, indoamericano y multicultural.

10Ɔ. Por organizar el autogobierno de la universidad en función de sus objetivos universales y nacionales, con autonomías en sus grupos de trabajo científico y humanístico, técnico y artístico para que alcancen los más altos niveles de la creación y la inteligencia, sin confundir la disciplina con el autoritarismo ni la democracia universitaria con la democracia de los pocos, con los pocos y para los pocos, sino con el respeto de todos los universitarios a las reglas que ellos mismos se impongan para alcanzar los objetivos de la universidad en nuestra América y en el mundo.

Septiembre de 2004.

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