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México D.F. Lunes 18 de octubre de 2004

Gesto para ayudar a las almas que los visitarán el próximo Día de Muertos

Tzotziles de Romerillo, Chiapas, limpian caminos para la llegada de sus difuntos

El baile de los mashes, entre las tradiciones de la temporada que se avecina

ELIO HENRIQUEZ CORRESPONSAL

San Juan Chamula, Chis., 17 de octubre. De acuerdo con la ancestral creencia de los tzotziles de la comunidad Romerillo, las almas de los difuntos llegan caminando a visitar a sus familiares cada Día de Muertos, el 2 de noviembre.

chiapas_diamuertos3Por ello, dos semanas antes de esa fecha, los pobladores de ese lugar limpian veredas y patios para que las ánimas de sus familiares "no se pierdan ni se tropiecen" al llegar a las que fueron sus casas o a sitios que frecuentaban.

Las tareas de limpieza empezaron temprano este domingo, como marca la costumbre.

Machete en mano, con sus vestimentas tradicionales, varias familias se organizaron en pequeños grupos para eliminar la maleza y quitar las piedras de las veredas y caminos del poblado, así como de las inmediaciones.

El tzotzil José Alfredo López Jiménez, investigador del Centro Estatal de Lenguas, Arte y Literatura Indígena (Celali), originario de Romerillo, poblado del municipio de San Juan Chamula, explica en entrevista que la limpia se hace "como un gesto para agradar a las almas, para que al llegar encuentren el camino libre y al caminar no se tropiecen o se pierdan, para que en su regreso estén contentas".

Romerillo es una de las comunidades donde la celebración del Día de Muertos tiene una significación especial e inclusive en algunas guías turísticas se anuncia como lugar atractivo para visitar en esa fecha.

En el panteón, centro ceremonial construido en un pequeño cerro, donde son sepultados no sólo habitantes de este lugar sino de otros pueblos aledaños -incluidos algunos del municipio de San Cristóbal de las Casas-, se distinguen 22 cruces de madera de hasta nueve metros de alto, cuya historia se remonta a muchos años atrás.

Cada comunidad que entierra a sus muertos aquí tiene su propia cruz, para delimitar el área que le pertenece.

López Jiménez indicó que según contaban los primeros habitantes de Romerillo, el actual panteón era un pequeño cerro, donde habitaban muchos monos araña y otros animales, y que cuando quisieron parar las cruces, "que sirven para proteger a las almas", éstas caían una y otra vez.

"Entonces un grupo de ancianos sugirió que se hiciera una ceremonia, con hombres disfrazados como monos, que bailaron acompañados con música tradicional y cantos dedicados a los dioses del Cielo y de la Tierra. Sólo así fue posible mantener paradas las cruces", narró.

Entre los festejos para el Día de Muertos en este lugar destaca el baile de los mashes (monos).

Los mashes son indígenas disfrazados con pantalones de gamuza y muchos listones, y llevan lentes oscuros, tocan música tradicional con guitarras, arpa y acordeón; además bailan y cantan. Esto se hace en muchas comunidades indígenas.

Otra costumbre de Romerillo -donde viven unos mil 400 tzotziles, y es el segundo pueblo más importante de los 120 que tiene San Juan Chamula- es que antes del Día de Muertos se sacrifica una res para que los vivos y las almas coman carne durante la celebración.

Dos meses antes de destazar al toro, un grupo de personas lleva regalos al dueño de la res, que consisten en dos litros de posh (aguardiente de caña típico de la región) y una caja de refrescos, porque piden fiada la carne y la pagan el 20 de enero, día de la fiesta de San Sebastián.

José Alfredo comentó que cuando entre gritos y trompetas el toro es llevado para el sacrificio y pasa por alguna comunidad cercana, los habitantes dicen "qué bonito y qué contentos van a estar los difuntos", quienes además de carne comerán pan, naranjas, tamales, y beberán atole, café, refrescos y posh.

El 30 de octubre se realiza una junta de los tres barrios de Romerillo: San Juan, San Pedro y San Sebastián, para ir a buscar pinos y flores que adornarán las grandes cruces del panteón.

Cada barrio tiene su propia cruz, que tendrá a su lado dos pinos, pero a quienes no participen en la ceremonia de adorno se les impone una multa económica el 31 de octubre.

Cuando muere alguien de Romerillo se realizan diversas ceremonias tradicionales como parte de los funerales.

Por ejemplo, se contrata a los j-ak' riox, quienes, cuando ya el difunto está en el ataúd -en cuyo interior se colocan tortillitas y objetos de valor del difunto-, se ubican a su lado y le previenen de los problemas que deberá enfrentar en su otro camino, porque, dijo López Jiménez, "cuando uno se muere no sabe con qué se va a enfrentar, cosa que los j-ak' riox sí saben, porque tienen dones especiales que adquieren por medio de los sueños".

Así, mediante un largo discurso, esos personajes, de los cuales existen muy pocos -en Romerillo no los hay, dijo el investigador-, "le dicen al difunto que se va a encontrar con un mar oscuro en cuya orilla hallará varios perros queriéndolo seducir, pero él sólo debe de escoger a uno de color negro para que lo ayude a atravesar el mar; si es de otro color no podrá pasar el mar. Después de cruzar el mar llegará hasta donde está San Pedro, a quien deberá de pedir la llave para entrar al Cielo y explicar los motivos de su muerte para que sea juzgado".

Durante el velatorio colocan en la cabecera del muerto, fuera del ataúd, un gallo con la cabeza y el cuello erguidos, que le servirá de "guía" en su viaje hacia el otro mundo.

"Se supone que ese gallo es el guía, porque cuando se pierde el alma, por medio del canto del gallo el difunto encontrará el camino", subrayó.

Estas son algunas de las muchas tradiciones que se mantienen vivas en esta comunidad tzotzil, contadas a José Alfredo López Jiménez por su abuela Pascuala Pérez Mochilum, de 70 años de edad, quien sólo habla su lengua materna: tzotzil.

Casi no existen testimonios gráficos de estas tradiciones, porque -como sucedió con el corresponsal de La Jornada- los indígenas no permiten que se tomen fotografías cuando los pobladores realizan sus ritos.

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