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México D.F. Lunes 18 de octubre de 2004

José Cueli

Elizabeth Moreno, aire de frescura

Corría el año de 1945 y el Jueves de corpus, en la Maestranza de Sevilla, actuaba Fermín Espinosa Armillita con Domingo Ortega y Pepe Luis Vázquez y toros de Manuel González. La corrida transcurría sin pena ni gloria. Pero, al tocar el cuarto toro -cuenta Rafael Ríos- salió un astado de esos "para quitar el hipo"; duro, musculoso, la cabeza en continuo movimiento y el deseo de coger... Un toro manso más, manso con casta y peligro, que tomó las varas a regañadientes.

Ante la sorpresa del público, Armillita se plantó ante el palco de Juan Belmonte y le brindó la faena con la seguridad de hacer algo memorable. Mandó retirar a la cuadrilla y con un dominio absoluto se enfrentó al difícil toro y se dobló con él, en unos pases que hacían crujir los huesos de la res, partiendo su fiereza, domeñando esa casta que pavor había sembrado en la plaza, transformando la aspereza en suavidad, el continuo bamboleo de esas astas que llevaban presagios de tragedia en entrega total a la muleta del torero "mexicano".

Dice Ríos Moso: "no hubo naturales, ni estatuarios, ni adornos porque con ese animal no podía haberlos, pero hubo toreo puro, que culminó enseguida -pues a ese toro no se le podía dejar que se refrescara- con gran estocada, dejando constancia de lo que era una lidia perfecta, enloqueciendo al público sevillano, cortando dos orejas y rabo, por una faena que emocionó e hizo vibrar a los que la presenciaron. Mucho más que esas faenitas a pitón pasado, fuera de cacho, y echando al toro afuera con el pico de la muleta que se estilan como el que toreo esa tarde Armillita; se extinguieron. Hoy sólo toritos descastados, sin fuerza, y embestida de mermelada. Y para toritos de mermelada -Sergio Rojas- surgió luminoso el ballet femenino con base en pases naturales ligados, en espléndido faenón de Elizabeth Moreno, que enloqueció a los aficionados de la México, por su torería y belleza.

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