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P O L I T I C A
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México D.F. Martes 19 de octubre de 2004

José Blanco

Wal-Mart Teotihuacan

Esas palabras juntas provocan un cortocircuito repugnante. Una ofensa desmedida. Un insulto insufrible. Un vómito gringo en tierra mexicana. Es absolutamente increíble que las leyes mexicanas sean tan estrechas, tan ciegas, tan torpes, tan inservibles, para la conservación del pasado histórico de esta nación. Bajo ningún concepto es admisible esa inversión de mercaderes globalizados en las inmediaciones de ese enorme símbolo de nuestra historia y de nuestros mitos más sentidos, como parte que son de las bases fundacionales de la mexicanidad.

Desde un mirador excepcional, Los privilegios de la vista, Octavio Paz mira: "Suspensión del ánimo: la masa de piedra, enigma labrado, paraliza nuestra mirada. No importa cuál sea la sensación que sucede a ese instante de inmovilidad: admiración, horror, entusiasmo, curiosidad -la realidad, una vez más- sin cesar de ser lo que vemos. Lo que llamamos 'obra de arte' -designación equívoca, sobre todo aplicada a las obras de civilizaciones antiguas- no es tal vez sino una configuración de signos. Cada espectador combina esos signos de una manera distinta y cada combinación emite un significado diferente. Sin embargo, la pluralidad de significados se resuelve en un sentido único, siempre el mismo. Un sentido que es inesperable de lo sentido".

Las certezas, los enigmas, los signos y lo significado, en una edificación grandiosa que aún guarda secretos, que aún aguarda paciente nuestra mirada, nuestra comunicación con los seres que fueron. Enrique Florescano dice: šes Tollan! la ciudad exaltada por lo textos nahuas. Es šTollan-Teotihuacan!, ahí nacieron metáforas mil sobre el origen del cosmos, el reino paradigmático y los emblemas del gobernante sabio. Es uno de nuestros más grandes mitos-realidad, dice Florescano, abriendo así inmensas nuevas avenidas al conocimiento de ese pasado histórico vibrante y convulso tan lejano y tan cercano, tan nuestro. La Sociedad Mexicana de Antropología, en la infortunada mesa redonda de 1941, le regaló ese título a Tula. šTollan es Teotihuacan!, asegura Enrique.

Dijo Florescano in situ, al presentar su libro Quetzalcóatl y los mitos fundadores de Mesoamérica, que ahí, en la antigua Mesoamérica, tres mitos dominaron las formas de representarse el origen del cosmos y el principio de la civilización: "Estos mitos se refieren al dios del maíz y a Ehécatl, deidades creadoras y proveedoras del mundo; a Tollan, el reino maravilloso; y Quetzalcóatl, el modelo del gobernante sabio. En la memoria antigua de Mesoamérica Teotihuacan es el lugar de los dioses, la cuna donde se crearon los saberes que le dieron lustre a la condición humana". Hoy nuestro autor no tiene duda: "El tema obsesivo que recorre los mitos, los cantos y las leyendas que recuerdan a Tollan-Teotihuacan, es la idea de que ahí nació el poder y las instituciones políticas".

Una tesis que está naciendo y que pone a prueba lo que parecía conocimiento cimentado. Los historiadores y los antropólogos aún mantendrán batallas memorables por llegar al fondo, en pos de saberes que forman parte de las profundidades de nuestra identidad y origen en este planeta.

En ese espacio, ahí donde historiadores y antropólogos librarán esas batallas, ahí estará la presencia vulgar y repelente de un Wal-Mart. No podemos admitirlo. No es creíble que a estas alturas el Presidente de la República no haya sido enterado de tamaño desacato a la sensibilidad mexicana. No es posible que no haya hablado con los dueños de ese horror de mercaderes y los haya persuadido de la patán ofensa que cometen contra México.

Si las leyes no nos sirven, si el Instituto de Antropología e Historia no fue capaz de alertar oportunamente a todos los habitantes de este país lo que tramaba ese infame consorcio mercantil, a efecto de levantar a la opinión culta con tiempo, es hora de que el Presidente de la República actúe. No tiene más que la persuasión a la mano. Pero el argumento no es menor: es un insulto desmedido contra quienes nacimos en esta tierra. No podemos admitir tal deshonra, tal agravio. Pero el Presidente no ha dicho aún ni una sola palabra sobre esta injuria, ni tampoco ha rozado la piel del secretario de Relaciones Exteriores, que ya pudo haber buscado al embajador estadunidense y, haciéndose acompañar por quienes de esto entienden, le expliquen lo que están haciendo sus connacionales.

Que se vayan. Que busquen un espacio ad hoc a sus actividades mercantiles. No los queremos ahí. Si como es previsible el Presidente no busca al señor Garza y tampoco lo hace el señor Derbez, la embajada de Estados Unidos puede convertirse en un actor activo. El embajador Garza tiene que ser capaz de percibir el significado de lo que hace esa empresa de su país a los grandes símbolos de la mexicanidad. Párelos usted, señor embajador. Demuestre que la diplomacia sirve para algo más que atender y cuidar los negocios del imperio. Tenga usted un gesto de voluntad civilizada con México. Que se vayan. Hay 2 millones de kilómetros cuadrados en este país para llenarse los bolsillos.

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