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México D.F. Domingo 24 de octubre de 2004

Se presentó la noche del jueves en el Circo Volador

Sonic Youth convirtió al ruido en oficio artístico y musicalidad

PATRICIA PEÑALOZA

Los oídos de cerca de cinco mil chamacos de entre 15 y 35 años fueron violados la noche del jueves, pero a todos les gustó. Sonic Youth, el quinteto neoyorkino precursor del grunge, cumplió su amenaza de hacer del ruido un oficio artístico: tormentas de feedback (vicio que producen las guitarras al acercarlas a los amplificadores) empaparon los ímpetus de una juventud igual de sónica y explosiva que, al contacto con tal electricidad, sufrió descargas de alegría bajo el subterráneo cobijo del Circo Volador.

Los ánimos se calentaron la noche del jueves, cuando Las Ultrasónicas, en media hora, le tupieron al garage-punk con temas como Qué grosero, Vente en mi boca, o su versión a I wanna be your dog, de Iggy Pop. No todos les tiraron buena onda, pero ellas afilaron garra y defendieron el tinglado; sólo se pusieron nerviosas cuando vieron que el líder Sonic, Thurston Moore, salió a escucharlas.

A las nueve, la bienvenida no podía ser otra que una probadita de ruido contenido: efectos, pedales, amplis viejos, agudos chillidos. Ahí estaba el altísimo Moore en guitarra, su esposa Kim Gordon (la mejor recibida); el cacarizo Lee Ranaldo en teclado y guitarra, el chaparrito Steve Shelley en su poderosa batería, y su más reciente integrante, Jim O'Rourke. Abrieron con dos tranquilonas: I love you golden blue, de su reciente Sonic Nurse, cantada por Kim, y The empty page del Murray Street, de Moore: ambas, muestras de su madurez armónica. Dice Lee: "Tardamos 23 años, pero aquí estamos". Thorston anuncia: "Tocaremos canciones nuevas, del pasado, del futuro... ¡y de más allá!"

Viene el primer gran acto de la noche: el ritmo se eleva con Pattern recognition y es Moore quien orquesta el despegue de ese cohete vertiginoso llamado Sonic Youth. Encimadero de acordes, bataca frenética y todo un alucine de feedback, en el que las tres guitarras fueron acercadas y alejadas lentamente de los amplis; Lee giraba su instrumento y señalaba en el reverso una etiqueta que decía "NOISE!" (ruido); la batería daba redobles intermitentes, mientras Moore se trepaba a las bocinas, irónico, divertido, restregándose en ellas cual poseído por un pasón de watts.

Del caos pasan a la belleza de Unmade bed. Recuerdan que lo que los sostiene es ese equilibrio entre ruido y musicalidad; que cuentan con sucesiones de acordes muy particulares y afinaciones propias, además de que sus melodías tienen ese toque de melancolía, dulzura y celebración que los hace sonar sólo a ellos.

De su clásico Day Dream Nation tocan Eric's trip, y Moore usa de slide una baqueta. El grupo pide silencio y se oyen las primeras notas del hit Bull on the heather, del Experimental trash, jet set and no star; domina la suave e intrigante voz de Kim. Sorpresivamente, la sonorización es buena. El guiño pop viene con 100% del Dirty; Thorston sintoniza una radio, gira el dial, y noticias mexicanas se magnetizan con las pastillas de su lira; viene la bella Rain on tin del Murray..., de paseos coloridos por las escalas de su médula emocional.

Canta Ranaldo la encendida Mote del Goo; otro duelito de feedback crea tensión para caer en la tranquila New Hampshire. Kim retoma el micrófono y canta su mayor éxito radial, Kool thing: "I don't wanna!, I don't think so!", corean todos. Del público les arrojan una camisa de franela roja a cuadros, símbolo del grunge, y Lee, comprendiendo el código, la agita en lo alto cual bandera, y la devuelve entre gritos.

Encore uno. Tocan Teenage Riot, favorita del Day Dream... De 1981 asombran con Brother James, que suena como de hoy. Encore dos. Una guitarra guanga anuncia Schizophrenia del Sister, de explosiones rítmicas seductoras. Viene el segundo gran desfogue de electricidad tras Expressway to Yr Skull: acercan y alejan guitarras, arrancan cables y generan vicio con ellos, se tiran al suelo... Moore se pone una máscara de luchador y copula con la guitarra: la abraza toda, como quien faja; menea la cadera, se la embarra por el cuerpo... Shelley aporrea gongs, avienta platillos; Lee pasea cascabeles; Moore jalonea cuerdas, tira cosas...: diez minutos de locura sonora dejan a todos boquiabiertos. Tras una hora con 45 minutos, no se ve a nadie sin una sonrisa amplia, sin los oídos placenteramente tronados.

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