Sergio Zermeño

Por respeto a la cantina

Cuando los especialistas en historia reciente lleven a cabo, en unos años más, el balance en torno a la persona de Andrés Manuel López Obrador nos vamos a quedar impresionados: "Ƒde veras se le aplicó a ese político tal andanada de agresiones durante la segunda parte del foxismo?" Para facilitar dicho balance reseñemos los botellazos de esta semana.

En los primeros días del mes que corre, nuestro personaje en cuestión presentó su libro Un proyecto alternativo de nación y a muchos legisladores les pareció adecuado invitarlo como ponente al Coloquio Internacional sobre la Consolidación de la Democracia, inaugurado este lunes y organizado por el Senado de la República. El sitio original del acto era el patio central de la casona de Xicoténcatl, sede de la cámara alta. Un grupo de senadores, encabezados por Diego Fernández de Cevallos, se opuso a que el jefe de Gobierno tuviera acceso a sus instalaciones y la sede del encuentro debió ser trasladada a la Torre del Caballito. López Obrador declinó entonces la invitación y uno de los ponentes internacionales, el colombiano Navarro Wolf, azorado, se aventuró a decir: "confío en que el ausente jefe de Gobierno cumpla las expectativas de millones de mexicanos y llegue al poder presidencial", añadiendo más tarde que incluso desde la cárcel ganaría las elecciones.

La segunda joya no tiene desperdicio: ''Desechan el librito de AMLO'', anunciaba este domingo el titular más importante de la primera plana del periódico Reforma. En efecto, se había solicitado a una docena de intelectuales y profesionistas su opinión al respecto, y aunque muchos de ellos externaron críticas, incluso severas, en torno al proyecto, la riqueza del material dista mucho de respaldar las ocho columnas despectivas que escogió la dirección política del diario. Lorenzo Meyer, por ejemplo, ubica adecuadamente la tensión principal del texto cuando concluye su análisis preguntándose (o peguntándole al autor): "cómo hacer de México una sociedad menos injusta... pero sin asustar al capital globalizado ni darle a la derecha un nuevo motivo para agitar la bandera del antipopulismo, que ya desde ahora es el arma favorita de todos los que temen una transformación del status quo". Algo muy ajeno a "desechar el librito".

Los politólogos, esos arquitectos de la nueva institucionalidad, fueron sin duda más severos. Luis F. Aguilar considera que "el término proyecto nacional es un término ganador (pero) no suscita la impresión de que la sociedad tiene un Estado, una situación estructurada y estable, sino que entre nosotros todo puede ser cambiado o rediseñado... No hay nada alternativo en la propuesta. Lo alternativo hubiera sido no hablar de proyecto nacional sino de orden constitucional... Lograr la hazaña del imperio de la ley sería nuestro salto cualitativo y el futuro que cuenta... no se mencionan las instituciones, las leyes, los derechos y las obligaciones de los poderes públicos y de los ciudadanos". Y Jorge Alcocer agrega, en el mismo sentido, que en el proyecto "no hay una visión de leyes, de estado de derecho... y todo el sistema de justicia queda supeditado a la particular visión de intereses y conveniencias del Presidente... es un regreso al presidencialismo".

Los economistas, Gurría y Téllez, consideran que el proyecto se enfrentará a la vulnerabilidad de las finanzas públicas: "Ƒcómo va uno a liberar a Pemex si el secretario de Hacienda depende en una tercera parte de los ingresos de lo que genera esa paraestatal?.. Pues solamente mediante una combinación de reforma fiscal y una mayor participación de la inversión privada", aclara Téllez. Es la crítica general entre estos analistas el que en el libro no se profundice en la reforma fiscal y en su lugar se proponga la renegociación de la deuda pública originada por el rescate bancario y carretero, con los riesgos de pérdida de confianza y desestabilización financiera a ello asociados. Rolando Cordera y Carlos Rojas se preocupan por las políticas integrales de desarrollo social y su incidencia en lo local, con base en la propuesta de López Obrador de impulsar unos Centros Integradores de Servicios Comunitarios (que operaron en Tabasco hace muchos años). A Rojas le parece "un modelo clientelar, paternalista que no hace de las familias, las personas y las comunidades sujetos activos, protagonistas de su propio desarrollo..." Esto último, en efecto, preocupa a muchos analistas de la propuesta obradorista, pues también en la Ley de Participación Ciudadana que hizo aprobar este año y que elegirá comités en 2005 (el año político), se evidenció su desprecio por el empoderamiento de los ciudadanos por ellos mismos, su tendencia a tratarlos como cuarto piso de su gobierno, atomizados, sin continuidad, sin mediaciones entre él y la sociedad dispersa. Pero las discusiones serias en torno a los problemas centrales de nuestro país ya no serán posibles. Unos le cierran las puertas del Senado al jefe de Gobierno, éste contesta que de mejores cantinas lo han corrido, y recuerda la anécdota de don Mariano Azuela que al ser electo senador dejó de asistir a las tertulias con sus amigos... por respeto a la cantina.