Usted está aquí: domingo 27 de febrero de 2005 Política Estamos en EU porque nos necesitan y en México hay hambre: migrantes

"Díganle a Fox que la lana para su ropa de lujo sale de nuestras remesas", recriminan

Estamos en EU porque nos necesitan y en México hay hambre: migrantes

Labriegos, obreros y profesionistas se disputan trabajo de "lo que sea" en Nueva York

DAVID BROOKS Y ELIZABETH COLL/I ESPECIAL PARA LA JORNADA

Ampliar la imagen Integrante del grupo Satchem Calidad de Vida, protestando en contra de la presencia de inmigrantes ilegales en Farmingville, Nueva York. Al fondo, un grupo de mexicanos observan al manifestante mientras esperan que alguien llegue a contratarlos FOTO Elizabeth Coll

Farmingville, Nueva York, 26 de febrero. En el estacionamiento de la tienda de autoservicio Seven-eleven unos 70 hidalguenses y chilangos esperan a contratistas para ofrecer su trabajo en obras de jardinería, construcción, y "todo lo que ellos no quieren hacer"; resisten el frío que rápido se vuelve agresivo, pero que no los detiene cuando expresan un desafío:

"Oigan periodistas, atrévanse a escribir la verdad, a decirles a los de México como se sufre aquí, como es tan dura la vida todos los días, que no los engañen", dice un hombre y el resto refrenda sus palabras.

"Aquí nos necesitan y nos odian", apunta uno, pero en México, "mientras haya pobreza, hambre y miseria habrá migración". Y aquí están, rodeados de centros comerciales y autopistas, y cada vez que aparece un posible patrón, corren para ver a quién le toca la suerte de trabajar hoy sin garantías de nada, sin ninguna protección laboral o seguro médico, ni acceso a la educación, ni siquiera de que al final de la jornada reciban la paga. Unos logran trabajar dos o tres días a la semana, caminando a veces una hora para llegar al "seven", sólo para que cinco, seis, siete horas después desanden el camino sin nada. La mayoría no tiene coche, ya que sin documentos no pueden obtener una licencia de manejo.

Aquí están al lado de la tienda de autoservicio, en una esquina sin techo, sin nada para protegerse del clima, ni del sol ni de la nieve. Y los potenciales contratistas llegan, igual para entrar y comprar un litro de leche o pasar frente a la fila y "comprar" mano de obra. La diferencia es que a la leche la cuidan, y está adentro, y uno debe pagar lo que se cobra. Con lo que se ofrece afuera, uno pasa, exprime lo que necesita del trabajador, y lo desecha.

Que los políticos dejen de robar

"Pero por lo menos hay trabajo, por eso estamos aquí, no venimos a invadir, venimos para integrarnos, para enviar dinero a nuestras familias y a nuestro país". Hablando de México, alguien comenta que lo más necesario es, como dijo otro, en entrevista colectiva, "que los políticos dejen de robar, que ya hagan algo por el país, para que nadie tenga que sufrir como nosotros, tener que dejar a las familias, nuestra tierra".

No faltan las mentadas de madre para los mandatarios de ambos países. "Pero el presidente Vicente Fox dice que ustedes son héroes", se les indica. "Sí, que nos venga a decir eso aquí en esta esquina, a ver cómo le va. El pueblo no vive de palabras". Otro dice: "yo pido de nuevo que los políticos dejen de robar tanto, por eso tenemos que salir". Uno más sostiene: "la lana para la ropa de lujo de Fox sale de las remesas de los jornaleros".

Algunos de ellos llegaron hace unos meses, otros llevan años aquí. Cuentan cómo cruzaron, de las caminatas por el desierto, de "cómo me dejaron abandonado los coyotes a mí y a otro compañero, quien después de ser mordido por una víbora, murió en el intento".

Lamentan que no se puedan unir para mejorar sus condiciones. "La verdad es que cada quien lucha por sí mismo, suena cruel pero es la realidad", admite uno. "La competencia es cada vez más grande, nos peleamos entre nosotros porque cada día hay menos oportunidades" señala otro, y volteando a sus compañeros dice, "¿verdad que cuando llega un patrón aquí cada quien corre por lo suyo?". Un simple "sí" se escucha como respuesta. "No sabemos unirnos", resume otro.

Muchos están enterados del debate sobre política migratoria, de lo que ocurrió en la Cámara de Representantes en Washington para negarles licencias de manejo y construir más muros en la frontera, de que el gobierno mexicano no hace mucho para defenderlos, ofreciendo sólo la matrícula consular, pero nada más. "Nunca van a dar amnistía", asegura uno. Otro propone: "si en verdad les interesa tanto la seguridad nacional aquí, ¿no sería lo más razonable saber quiénes somos, dónde estamos y qué estamos haciendo? O sea, que nos den identidad, y eso resuelve mucho".

Uno dejó su negocio de 21 años de pulido de metales porque ya no lo podía sostener; otro estuvo en el Ejército, y alguien más obtuvo su licenciatura en relaciones internacionales en la Universidad del Valle de México, pero nunca encontró empleo -"y no soy el único, muchos que conozco en el DF que pasaron por universidades, incluso algunas privadas, no encuentran chamba y están como yo". Llegaron de Pachuca y de otras partes de Hidalgo, otros más de la ciudad de México (de Coapa, Coyoacán, Iztapalapa...).

Hay gringos que nos apoyan

Mientras platican con La Jornada, diálogo interrumpido ocasionalmente al pasar un posible contratista, aparecen tres estadunidenses en la esquina opuesta con pancartas que dicen "deporten a los ilegales", "Bush traidor, días después de la elección promueve amnistía", y "existen 13 millones de invasores extranjeros". Llegan todos los días al mismo lugar, a unos 50 metros de donde esperan los jornaleros. Integran la agrupación antinmigrante local Satchem Calidad de Vida, y han promovido un clima hostil.

Dave Drew, con la cara casi oculta y la voz al borde de la histeria, indica a estos reporteros casi a gritos: "este es un país soberano. No rendiremos esta nación a los ilegales. No nos oponemos a los inmigrantes, pero sí a los ilegales". Sue Grant habla cautelosamente, al ser informada de que la entrevista es con La Jornada, un periódico mexicano. "Nos quitan los empleos, se orinan en la calle, no tienen derecho de estar aquí. No hay trabajo, no ven que ahí se la pasan, no están trabajando, no pagan Seguro Social", se queja.

La organización ha buscado enfrentar a la comunidad contra los inmigrantes que han llegado aquí en los 10 años recientes. Como resultado, en estos tres o cuatro años pasados hubo brotes de violencia racista: dos jornaleros fueron secuestrados y apaleados casi hasta la muerte. Una casa de inmigrantes fue incendiada. Satchem Calidad de Vida estableció relaciones directas con otras organizaciones antinmigrantes en el país, en particular con los "vigilantes" de Arizona.

Pero los jornaleros saben que no todos los gringos son así. "Hay anglos que nos ayudan, nos regalan café, nos apoyan". También dicen que hay una "unión" a unas cuadras, al referirse al Centro de Derechos Laborales, donde latinos han trabajado durante años brindando apoyo básico a los trabajadores. Y las iglesias, católicas y protestantes, fundamentales en emergencias, ofreciendo protección y asilo a víctimas de violencia. Pero, muy notable también es la presencia de una organización civil de residentes anglosajones, dedicada a buscar soluciones no violentas y negociadas de apoyo a los trabajadores, y que se formó precisamente para contrarrestar el clima hostil propagado por los antinmigrantes.

Charles Funk, un hombre gentil y tranquilo, residente de esta zona, es uno de los fundadores de Ciudadanos de Brookhaven por Soluciones Pacíficas. Cuenta a La Jornada, en su oficina de venta de seguros a unos cuantos kilómetros de donde están los trabajadores, que lograron recaudar 2 mil 600 firmas de residentes en una petición en favor de construir un centro de trabajo para los jornaleros. Indicadores como éste, afirma, comprueban que el grupo antinmigrante representa una mínima parte en esta comunidad. Más bien, añade, aquí no hay opiniones formadas, sino percepciones sin información... y miedo.

Odio organizado

Cuenta anécdotas sobre qué tan confusa es la opinión local. Por ejemplo, un hombre le comentó su oposición a la presencia de los indocumentados porque "no pagan impuestos", pero a la vez, ese mismo hombre había sido culpado por las autoridades federales de no pagar impuestos. O la mujer que insistía en que los jornaleros la hostigaban, pero cuando él le preguntó, ¿qué te dicen?, ella respondió "no lo sé, no entiendo su idioma". O el sujeto que decía que se oponía a los "ilegales" mientras su automóvil estaba estacionado en un lugar ilegal.

Recuerda que una mujer le confesó que la razón por la cual estaba en contra de los jornaleros era porque tenía miedo, pero admitió que por la presencia de los inmigrantes, "ahora hay alimentos muy diversos e interesantes en el supermercado".

"El problema en Farmingville no es la presencia de los jornaleros, sino la presencia de un grupo de odio organizado", sostiene Funk. Recordó que cuando llegaron los inmigrantes irlandeses, alemanes e italianos enfrentaron este tipo de discriminación y hasta violencia racista. "Temo que esto se repetirá una y otra vez, igual como con nuestros antepasados. El mismo guión, diferentes actores".

El padre Andy Connelly trabaja junto con Funk, y ha buscado ofrecer apoyo a los jornaleros, y también ha presionado al consulado general de México en Nueva York para que proporcione más servicios. Cuenta que los flujos migratorios de indocumentados más altos al condado de Suffolk no son de latinoamericanos, sino de italianos, y éstos no son objeto de intimidación de las fuerzas antinmigrantes. Connelly dice que no ha tenido que viajar a otras partes del mundo, el mundo llega aquí, dice.

 
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