Usted está aquí: martes 31 de mayo de 2005 Política "Estamos en lucha; no nos humillarán", dicen empleados de Marcelo de los Santos

Penetra la trasnacional Manpower en oficinas del estado con ayuda del gobernador

"Estamos en lucha; no nos humillarán", dicen empleados de Marcelo de los Santos

JAIME AVILES ENVIADO

Ampliar la imagen Tienda del Sittge en la plaza de armas de San Luis Potos�OTO Alejandra Guzm�Orta

San Luis Potosí, 30 de mayo. Ex chofer, no del gobernador, no de la esposa del gobernador, sino de la casa del gobernador, mandadero motorizado en pocas palabras, Lázaro Silva Padrón, de 42 años de edad, nacido en Santa María del Río, hijo de campesinos, hombre muy retraído, no se siente culpable en absoluto por haber desbielado una camioneta del neopanista Marcelo de los Santos Fraga.

-Yo trabajé 18 años y medio en la casa particular -se refiere a la mansión de la familia De los Santos Anaya- y año y medio en la de Gobierno. Al principio lavaba los carros y arreglaba el jardín; era un jardín grande, bonito, con muchos arbolitos. Llegué para cubrir a un muchacho que se fue por ochos días de permiso pero nunca regresó. Yo me entendía con la señora, nunca hablaba con el señor. Cuando entré tenía 24 años, era soltero, sin novia; de manejar sabía poco.

Ahora, desde que fue despedido, al igual que sus compañeras, por tratar de afiliarse al Sindicato Independiente de Trabajadoras y Trabajadores del Gobierno del Estado (Sittge, que encabeza la feminista Francisca Reséndiz), Lázaro protesta acampando frente al rancho de Vicente Fox en Guanajato, en compañía de la cocinera Conchita Rodríguez, pero es entrevistado en San Luis, ante la residencia oficial del Ejecutivo potosino, adonde ha venido a solidarizarse con las recamareras Cristina Rosas y Guadalupe Hernández.

-¿Y tú en qué trabajabas?

Lázaro emite una respuesta, que resulta sorprendente, luego de sacarle las palabras con tirabuzón.

-No era una sola cosa, o sea, como a usted que lo mandan a una cosa y se regresa a escribir, lo mandan a otra cosa y se regresa a escribir, así me regresaba yo al jardín. O sea que hacía un poco de jardín y un poco de mandados; que vete a comprar, que vete a pagar la luz. Entraba a las siete de la mañana y salía a las tres de la tarde, y el sábado me quedaba más tiempo. En 1995 me casé, pero no me dieron vacaciones ni nada; hoy tengo una niña de nueve años. Cuando se vinieron a la Casa de Gobierno me trajeron con ellos. Los problemas empezaron el 1º de abril (de 2005), cuando nos corrieron.

-El gobernador dice que desbielaste una camioneta y que no te la cobró, de puro buena gente.

-¿Y por qué me la iba a cobrar? La camioneta traía aceite, traía agua. Yo estaba trabajando...

Queríamos prestaciones

Pendiente de que su pequeño y travieso hijito no se baje del camellón de la avenida Sierra Nevada, frente a la mansión oficial de don Marcelo, la recamarera Cristina Rosas, para alivio del chofer que se muestra cada vez más tímido, entra al relevo, aunque no por mucho tiempo.

-Yo me contraté directamente aquí, en la Casa de Gobierno, como empleada de intendencia a finales de 2003 y me sindicalicé en abril de 2004. O sea que fui la primera del grupo que se atrevió. Pero no me dieron Seguro Social ni nada; fue hasta que quise ir a consulta que me di cuenta de que no (tenía ese derecho). Me lo dieron en agosto, y luego el pleito con la señora para mí fue igualito que para las demás y para Lázaro, ¿verdad, Lázaro?

Lázaro sonríe, asintiendo, pero Conchita Rodríguez, la cocinera, informa.

-Yo me afilié (al Sittge) porque no tenía las prestaciones que me tocaban. Nomás llené la solicitud en noviembre, el 8 de noviembre (de 2004), pero lo único que me dieron fue el Seguro Social. Por eso me quitaron el trabajo.

Añade la recamarera Lupita Hernández:

-Yo duré con ellos de enero de 2004 al 1º de abril de 2005, el día que nos corrió doña Guille. El problema surgió por el dichoso contrato.

-¿Cuál dichoso contrato?

Explica la planchadora, Esmeralda Torres, que acampa también ante el palacio de gobierno.

-Cuando la señora -se refiere a Guillermina Anaya, esposa de Marcelo de los Santos- se enteró de que estábamos en el sindicato, me llamó de su casa, me dijo que fuera a verla. Era el 14 de febrero (de 2005) y pensé que me iba a dar un regalito para mi bebé. Pero me dijo: '¿Que fuiste a decirle al sindicato que te debo vacaciones?' No, le dije, fui para ver lo de la guardería, pero ahí vieron que me faltan días de incapacidad, porque si me alivié el 3 de enero me tocaba volver hasta el 3 de marzo, pero doña Guille dijo que me tocaba regresar el 14 de febrero; estaba muy molesta, como celosa del sindicato.

"Como yo quería seguir trabajando con ella, dejé que me regañara. Me dijo: 'en el sindicato sólo aceptan personal de base y tú eres de confianza'. Yo le dije que estaba bien y me mandó con el chofer a mi casa porque ya era tarde, estaba haciendo frío y el bebé se podía resfriar. Y volví a trabajar el 3 de marzo.

-Pero entonces, ¿cuál fue el problema del dichoso contrato?

Planchas y te vas

Sentada de espaldas al edificio de granito y cantera que los españoles empezaron a construir en el siglo XVII y que los mestizos concluyeron a mediados del XX, Esmeralda abre aún más sus grandes ojos y recuerda.

-La señora nos despidió el 1º de abril. Ya estaban tramando algo. Doña Cora -se refiere a Cora Rangel Montes, administradora de la Casa de Gobierno- nos empezó a pedir papeles, sobre todo del Seguro Social...

-Tal vez lo hizo para buscar pruebas y acusarlas de algo -se le plantea.

Esmeralda no se detiene a pensar en ello.

-El 31 de marzo doña Cora nos pidió que firmáramos el contrato con Manpower -se refiere a la empresa que De los Santos introdujo ya en varias dependencias oficiales-, pero no quisimos. Y no quisimos porque el contrato era por 30 días y se firmaba cada mes. Esa noche, doña Cora y doña Guille estuvieron discutiendo, y al día siguiente doña Guille me habló muy amable para que le planchara su traje sastre que se iba a poner. Entonces doña Cora me ordenó que fuera a su oficina, que porque doña Guille quería decirme "unas palabritas".

"Y llegó doña Guille y nos dijo otra vez del contrato de Manpower, que era bueno y que esto y lo otro, y me veía y me traspasaba con los ojos, y me decía: 'tú, Esmeralda, si no estás a gusto, pues ya te puedes ir'. Y le dije: 'cómo no, usted dígame hasta cuándo vengo', y dijo: 'le voy a preguntar al oficial mayor -se refiere a Humberto Pichardo-, a ver qué razón me da'. Nos fuimos y a la media hora bajo y le pregunto a doña Cora: 'qué le dijo, pues', y dice: 'mira, sí, dice don Humberto que te vayas pero que termines tu quehacer', y como ese día me tocaba planchar, todavía alcé la ropa -la guardó en un clóset- y salimos juntas Lupita y yo.

"Ya después regresamos ahí, a la Casa de Gobierno, en marcha de protesta, y José María, el hijo de la señora Alejandra -se refiere a la hija menor del gobernador, que es madre soltera-, nos vio y nos dijo: 'ya ven, muchachas, las corrieron por irse al sindicato'. Es un niño muy despierto y muy bueno.

Lupita Hernández ratifica lo dicho por Esmeralda.

-La señora Cora me dijo que necesitaba firmar cada 30 días y yo dije que no. Ella dijo que eran órdenes del señor gobernador, y me dijo: 'Lupita, el señor cuando estaba en campaña no ofreció ningún puesto de trabajo, deberías estar agradecida'. Entonces dijo que iba a preguntarle al oficial mayor, y Esmeralda bajó y le dijo que nos fuéramos.

"Y luego a mí me dijo: 'vete con el representante del sindicato si quieres, pero acaba tu quehacer'. Terminé todo y me retiré como a las dos de la tarde; nos fuimos Esmeralda y yo. Desde ese día no nos han pagado un centavo."

Malagradecidas

Habla Francisca Reséndiz, secretaria general del Sittge:

-Manpower se dedica a la recontratación. No da prestaciones y le quita responsabilidades al patrón. Es trasnacional. Han afiliado a mucha gente, a todos los intendentes del palacio de gobierno y a empleados de varias secretarías, y los hacen trabajar de ocho a ocho sin pagar horas extras.

"Es una forma de debilitar a los sindicatos, pero el beneficio es para los directivos de Manpower, que aprovechan sus influencias para colocar a sus protegidos en puestos importantes."

-¿Qué pueden esperar del gobierno estas compañeras y el chofer?

-Don Marcelo me dijo: 'demándame y cuando me ganes, me amparo, y cuando me vuelvas a ganar, me amparo otra vez, y no me doblas, Francisca, porque esas muchachas son unas malagradecidas y no las vamos a reinstalar nunca. Mejor diles que cobren su liquidación...'

-¿Y cómo la ve?

-El grupo está muy unido. Ya Lázaro y Conchita se fueron a la huelga de hambre y los llevaron a fuerzas a un hospital; ahora están en el rancho del presidente Vicente Fox. A Esmeralda ya la desalojaron una vez y ahí sigue. Estamos en lucha, no vamos a permitir que nos humillen a nuestra gente. Esas cosas tienen que terminarse para siempre aquí en San Luis Potosí.

 
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