Usted está aquí: jueves 16 de junio de 2005 Gastronomía ANTROBIOTICA

ANTROBIOTICA

Alonso Ruvalcaba

Bloomsday 2005

Para (y por) Raquel Cajiga

Ampliar la imagen Fachada del Bloom House, en Dubl�

1. VIENA, ESTAMBUL, Bangkok, París... De haber podido, yo habría elegido nacer un 16 de junio, entre 1904 y 1973, en Dublín. Celebraría mi cumpleaños en el cumpleaños de Dublín, el día que seguimos a Stephen y a Bloom y terminamos en la cama con Molly...

2. BUT YOU CAN'T be Shakespeare and you can't be Joyce, cantaba hace 15 años un cuitado Lou Reed, so what is left instead? ¿Qué queda, entonces? Quedan los muy pocos pubs de la ciudad de México: el Dubliner (el primero de todos, en Mariano Escobedo), el Dublín (frente a Plaza Inn), el St Patrick's (Amatlán y Campeche, Condesa), el Celtic's (en la entrepierna del viejo cine Plaza, también en la Condesa) para emborracharse en Bloomsday (hoy vamos a los cuatro, ¿vienes?); queda el recuerdo de una novela alucinante, At Swim-Two-Birds, que una reseña de El Hogar (1939) resumía así: "Un estudiante de Dublín escribe una novela sobre un tabernero de Dublín que escribe una novela sobre los parroquianos de su taberna (entre quienes está el estudiante), que a su vez escriben novelas donde figuran el tabernero y el estudiante, y otros compositores de novelas sobre otros novelistas. Forman el libro los muy diversos manuscritos de esas personas reales o imaginarias, copiosamente anotados por el estudiante." No sólo eso: parodia también infinidad de géneros -western, aventuras irlandesas, cuentos feéricos-, parodia la aburrición y el entretenimiento, y es aburridísimo o entretenidísimo. (Sólo he tenido oportunidad de inspeccionar esa novela que divirtió a Joyce una vez, en un vuelo. Después la perdí.) Me queda una frase grabada en un caset hacia 1985, donde un Bono de veintipoquitos años empezaba un concierto antológico así: "We're a band called U2, we come from Dublin City, Ireland": eran tiempos de candor, de juventud total, de esperanza inclusive, antes de la gordura, de la megalomanía salvamundos, antes de los fines de semana gastados en paellas de Acapulco con Quién y Jaime Camil (¿así se escribe tu apellido, carnal?); queda la comida irlandesa que confluye en Dublín y que se puede repetir en cualquier cocina del DF: sopa de papas con tocino, res con especias para Navidad, Dublin coddle con trozos gordos de jamón ahumado, cocido lentísimo; pork in Guinness. (Dos libros a colación: Elegant Irish cooking, de Noel C. Cullen, y The Irish pub cookbook, de Jessie Tirsch.) La Guinness queda, oscura casi negra, sabor chocolate casi café, y queda el whiskey Bushmills, torre de reflejos (dice Molly en su largo río tranquilo: paying his compliments the Bushmills whisky talking of course but hed do the same to the next woman that came along). Queda la posibilidad de elegir la vida en un país oprimido y tenaz, como Irlanda (la frase es de Borges), si es que Irlanda se decide a elegirme a mí; quedan los paseos por el Liffey, Raquel y yo extrañamente juntos, porque llevamos nueve años hablando de esta ciudad amada, aburridos del pasado y del presente, que son de fierro, y urgidos de los días por venir, que son de arena.

3. PARRAFO CULINARIO EN colaboración con JLP (Dios, ¡horrendas iniciales!), dubliner. Para conocer un Dublín glotón se puede empezar con 'elevenses' o almuerzo en Bewley's Oriental Café en Grafton Street, un hiperclásico: cuando amenazaron con cerrarlo, en el 86, hubo un alzamiento público que forzó al gobierno a intervenir; para el té de la tardecita hay que darse una vuelta por el Shelbourne Hotel en St Stephen's Green; para cenar, los Tea Rooms del Clarence Hotel; Trocadero en St Andrew Street; Unicorn en Merino Court o el excelente Roly's Bistro en Ballsbridge; Thorton's , en Portobello Road, tiende a la elegancia: ambiente conspiratorio, langostinos salteados con bisque y sabayon de trufa negra, foie gras con callo de hacha y jus de setas, lomo y riñón de cordero con costra de brioche de yerbas, clafoutis de courgette y jus de tomillo... Para chupar, puro pub arquetípico: O'Donoghue's en Merino Row, el literario McDaid's en Harry Street, el International Bar en Wicklow Street y Mulligan's en Poolberg Street, que afirma servir 'the best pint in Dublin': habría que ver.

4. PARA TERMINAR, SOBRE los vericuetos de la imitación, como escribe José María Álvarez, preferiré la brillantez del plagio, modificando sólo aquí y allá por la necedad de mis gustos. Por el libro de Kells, iluminado por los ángeles; por Swift, que murió gritando, como Dios, "soy el que soy"; por el retrato de Mr WH que Wilde descifró para siempre, porque cada hombre mata la cosa que ama; por Bram Stocker y por Drácula, que acaso dijo estas palabras en un barco a Londres: "Hasta aquí, amor. Aquí. Fuente abisal de mi propio deseo, encadenado y libre como el ancla entre sus limos"; por Gretta y por Gabriel, que oyó la nieve cayendo lento por el universo y lento cayendo, como el descenso de su último fin, sobre los vivos y los muertos; por esta línea imposible de Yeats: That dolphin-torn, that gong-tormented sea; por todas las cosas que estoy dejando fuera pues las ignoro o las olvido; y por Molly Bloom, que lo atrajo hacia sus senos y le dijo que sí en la última frase del Ulysses, yo te saludo, Dublín, esta noche de junio en que todo está borroso menos tu geografía, desde donde me envías a la cárcel un mensaje cargado de futuro.

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