Número 108 | Jueves 7de julio de 2005
Director fundador: CARLOS PAYAN VELVER
Directora general: CARMEN LIRA SAADE
Director: Alejandro Brito Lemus

Todos los asesinatos son condenables por atroces, pero no todos provocan un sentimiento de agravio colectivo tan marcado como cuando se cometen contra un líder social, cuya entrega a una causa lo llevan a encarnar las aspiraciones de una colectividad. Es el caso del compañero Octavio Acuña Rubio, activista gay y de lucha contra el sida de Querétaro, quien fue asesinado de manera alevosa mientras trabajaba en su condonería. Meses atrás, Acuña Rubio había interpuesto una queja por discriminación contra policías municipales por maltrato a él y a su pareja. Estamos ante un intolerable crimen de odio por homofobia, que merece la condena más enérgica y la exigencia de su esclarecimiento a partir de una investigación impecable, sin prejuicios antihomosexuales de por medio, por parte de las autoridades judiciales de Querétaro.

Con este crimen, hemos tenido conocimiento de seis asesinatos contra homosexuales sólo durante junio, mes del orgullo gay, en diversas ciudades del país. La cifra por supuesto es mayor, sin embargo, por homofobia y negligencia, las autoridades judiciales los tachan de “crímenes pasionales” o “entre homosexuales” para darles carpetazo.

En el caso de Octavio, tales justificaciones homofóbicas resultan más inverosímiles porque su trayectoria y su compromiso en la defensa de los derechos sexuales son muy conocidos. De todos modos se debe estar alerta ante cualquier intento de las autoridades judiciales de desviar hacia ese rumbo la línea de investigación, y exigirles no descartar una investigación sobre los agentes de la policía municipal denunciados por Acuña Rubio.

Ante la creciente visibilidad de gays, travestis y lesbianas, es de esperar que las agresiones acrecienten también su frecuencia. Por ello, resulta de la mayor urgencia llamar la atención sobre la gravedad de este tipo de crímenes motivados por el odio homofóbico.