Usted está aquí: miércoles 13 de julio de 2005 Política El dinero, móvil de Ríos Galeana

FUI HONESTO, DICE

El dinero, móvil de Ríos Galeana

Ampliar la imagen Alfredo R� Galeana (en enero de 1985) Foto: Frida Hartz

Manuel Altamira * Cruzó la celda con una sonrisa abierta, franca, de satisfacción. Abrazó a uno de sus compañeros y le habló al oído. Soportó sin inmutarse que dos hombres y una mujer, temerosos, escudriñaran su rostro ancho, moreno.

-¿Es él? -preguntó uno de los secretarios de la Dirección de Averiguaciones Previas de la Procuraduría de Justicia del Distrito Federal que sostiene entre las manos un voluminoso expediente.

Apenas un tímido movimiento de cabeza afirmativo como respuesta.

-¿Su nombre? -el empleado fija la vista en el individuo alto, de manos, brazos y espaldas anchísimos, sin el zapato izquierdo.

Da un paso adelante, altivo, apenas ensombrecido por el leve cojear del pie izquierdo, herido durante su espectacular captura el 9 de enero en Ecatepec, estado de México.

-Alfredo Ríos Galeana.

Sólo el nombre pone tensos a cuando menos 12 agentes de la Policía Judicial del Distrito Federal, que se abren como abanico y palpan la escuadra o el revólver bajo la ropa.

Autor de cuando menos 60 asaltos y un número indeterminado de crímenes, Ríos Galeana es sujeto a férrea e intensa vigilancia en los separos de la PJDF.

Incluso, el director de Averiguaciones Previas de la dependencia, Leopoldo Uzcanga, recomienda a la fotógrafa Frida Hartz:

-No te le acerques...

Ríos Galeana accede a la entrevista. Ocupa uno de los sillones negros distribuidos en los accesos de los separos de la procuraduría.

Habla primero de su niñez. Refiere que su padre, del mismo nombre, emigró como bracero a Estados Unidos, donde murió de fiebre tifoidea. "Yo tenía un año de edad", afirma.

Su madre, que vive actualmente en Acapulco, trabajó como costurera para "poderme formar". Pero su infancia, recalca repetidamente, estuvo plagada de insatisfacciones, de hambre y privaciones de todo tipo.

-Las huellas de la niñez -manifiesta mientras se acomoda en el asiento y voltea a ver a los agentes que no lo descuidan ni un segundo- me persiguieron siempre. Quería un yoyo, un juguete cualquiera, un dulce y tenía que aguantarme.

En 1967 llegó al Distrito Federal, donde ingresó al Ejército. Alcanzó, por méritos propios, según dice, el grado de sargento, pero desertó porque esa profesión no le permitía, al menos a corto plazo, colmar sus ambiciones de tener dinero, comodidades, vino, mujeres.

Ríos Galeana se emociona y se aprieta las manos cuando habla del dinero y todo lo que se puede conseguir con él. Parece obsesionado, frenético.

Afirma que en el Ejército, donde fue campeón de box de peso welter, aprendió a ser más responsable, disciplinado, a manejar las armas, a respetar y hacerse respetar.

En 1973 ingresó a la policía del estado de México. Alcanzó, siempre por méritos propios, la comandancia del Barapem, que se distinguió por sus múltiples abusos, especialmente contra los trabajadores.

-Yo fui un policía honesto. Nunca extorsioné ni golpeé a nadie, pero el sueldo -yo ganaba 6 mil pesos mensuales en esa época- no me alcanzaba para nada -expresa con convicción.

La necesidad y la ambición se conjugaron para que Ríos Galeana, según su versión, se convirtiera en el asaltante más peligroso de los últimos años. Cuando fungía aún como comandante del Barapem fue a cambiar un cheque al Banco Internacional de Toluca y tomó la determinación de asaltarlo, de llevarse "esos montones de billetes que yo nunca había tenido".

Así empezó su carrera delictiva. Cada asalto, dice -"pude haber cometido 40, 50, 60, ya no me acuerdo"-, era objeto de un estudio minucioso. "Nunca hay que actuar igual, cada caso tiene circunstancias diferentes".

Ríos Galeana señala que él está dispuesto a responder por los atracos que cometió, pero no por delitos ajenos. "Yo hice cosas que ellos (los policías) ni saben, y en cambio quieren que confiese el asalto a Excélsior y hasta me han preguntado por el crimen de Buendía".

El dinero que obtuvo en sus seis años de carrera delictiva lo despilfarró, según reconoció. "Tuve de lo mejor: vinos, mujeres, viajes, todo lo que un hombre puede ambicionar".

-Pero ahora no tiene nada...

-Es cierto. No tengo dinero. Lo que me quedaba, cien millones, lo recogió la policía. Pero me queda mi inteligencia, ideas...

Hace una pausa y vuelve a cuidarse de no hablar de más en presencia de las policías...

-Pero no me resigno a estar aquí. Es más, todavía no lo creo. No puede ser que Alfredo Ríos Galeana haya sido aprehendido...

Y dobla el cuerpo y baja la voz como en una confidencia.

-Espero que por poco tiempo...

Recuerda que ya una vez, cuando lo detuvo la Dirección de Investigaciones para la Prevención de la Delincuencia, en la época de Arturo Durazo Moreno, logró fugarse de la cárcel de Pachuca, Hidalgo.

-Nadie me ayudó. Me escapé por mi inteligencia. Nunca le he dado dinero a la policía. Sé ganar y perder.

Dice que arrepentirse sería un error: "Lo hecho hecho está y nadie va a cambiarlo". Y vuelve a pensar en el dinero.

-En la cárcel puedo escribir mis memorias, el guión para una película, en fin...

 
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