Usted está aquí: miércoles 27 de julio de 2005 Política Perfil mediático de campañas

Luis Linares Zapata

Perfil mediático de campañas

La siguiente semana marcará el inicio formal de las precampañas en pos de la Presidencia de la República y ya destaca el perfil que han adquirido: marcado contraste entre el derroche de todo tipo de recursos con la tentativa de austeridad. A los que adopten el recato propagandístico les espera una aventura de alto riesgo, pero, sin duda, de sanas ramificaciones para la vida colectiva de la nación. Para los que se coloquen en el lado opuesto y prefieran irse por la ruta de la saturación propagandística, confiados en sus rendimientos de escala, los peligros del hastío ciudadano estarán al acecho. Lo seguro en este último caso, sin embargo, es que mostrarán, qué duda cabe, el férreo rostro de las ataduras financieras y los compromisos avasallantes para con los grupos de presión.

Dos panistas han preferido, al menos hasta ahora, moderarse en sus gastos. Tal vez porque no han podido recaudar el dinero que a su correligionario, el ex secretario Santiago Creel, de plano le sobra y alega requerir para dar la pelea a sus rivales. Este personaje se ha lanzado a una alocada carrera invirtiendo, según constatan confiables monitoreos de medios electrónicos, masivas cantidades de recursos. Además de su altísima exposición como funcionario de alto nivel, ha llegado a provocar indignado escándalo con su campaña actual y, para su intranquilidad, lo acompaña tambaleante efecto en la propensión a ser votado. El rechazo, aun dentro de los militantes de su propio partido, ha ido en aumento y topará, ahora que empiece el periodo oficial del PAN, con una feroz competencia de Felipe Calderón que, hasta el presente, se ha conducido dentro de límites concordantes con su talante y capacidades. Sin embargo, prácticas publicitarias recientes de los panistas han torcido la apreciable herencia del PAN. Por ello hablan lo sucedido en Veracruz y el estado de México, donde, si no igualaron a los priístas de esas demarcaciones, estuvieron bastante cerca. Por su parte, la Federación, a través de sus programas de corte social, apoyó la intentona de ganarse los puestos públicos en disputa abriendo sus caudales e influencia y no será nada improbable que repita la misma dosis.

Fieles a sus usos y costumbres, ya probados en incontables campañas, los priístas que aspiran a la elección de su partido no se alejan, ni por un momento, del guión que les marca acendrados reflejos, ya bien cotizados por el éxito electoral. Conocen los peligros de provocar el rechazo ciudadano hacia el dispendio, pero los aceptan como condición ineludible de la lucha por el poder. Un poder que, al final, premia a los que lo arrebatan y olvida a los que no se arriesgaron a todo, afirman con firme conocimiento de causa. No habrá tregua de los priístas: irán con todo y a todas partes. Han olisqueado las inmediaciones de Los Pinos y darán rienda suelta a su instinto político. Por ello asumirán las consecuencias de sus actos, aunque tratarán de sacarles el cuerpo lo más que sea posible. Hechos recientes respaldan tal postura: Veracruz, Oaxaca, Nayarit y, en especial, estado de México. En todos ellos el uso y abuso de la propaganda fue la constante, no hubo la mínima contención y mesura. Pero las gubernaturas en juego quedaron en sus manos y encresparon su espíritu de cuerpo. No hubo reclamo popular o partidista que valiera, al menos ante los tribunales, que son, en definitiva, los que cuentan para este tipo de controversias y pleitos. La pena, en todo caso, será una dolorosa, pero pagable multa o la repetición de aquella elección que fue cuestionada y nada se habrá perdido en definitiva, tal como quedó constatado en Colima.

Una duda recorre el cuerpo colectivo de la nación: ¿podrán los mexicanos sobreponerse a sus debilidades, a sus temores y carencias para optar por la mesura republicana? La respuesta la iremos templando en el transcurso de los venideros meses, que serán de dura prueba.

Sólo uno de los aspirantes se ha pronunciado, de manera tajante, por una campaña que no domicilie su núcleo en la propaganda a través de los medios masivos de comunicación. Una que privilegie el contacto directo con la gente: López Obrador. Esta será una prueba de resistencia y de congruencia mayúscula para el atrevido tabasqueño. Nadie le solicita tampoco una renuncia total. Mantener una discreta presencia en la televisión y la radio es imperativo. El abuso es lo que hay que evitar. Alejarse del mensaje sin sentido o con meras pretensiones manipuladoras. Es preciso advertir sobre el peso muerto bajo la línea de flotación que una campaña tiene en el analfabetismo electoral. Este fenómeno es real y subsiste en amplias capas de la población. Ahí la compulsión afecta, la desinformación golpea y la urna recibe esos votos con la igualdad esperada en toda democracia. Gajes de un oficio en el que todo pesa lo mismo. Confiar en la sabiduría popular tiene sus costos y ése será uno, quizá el más oneroso por la oportunidad arriesgada. Es posible que pueda superarse la que, a primera vista, parece será una desventaja. Para ello hará falta una oferta que en verdad atraiga al resto de los mexicanos que quieren, desean, hasta ansían oponer resistencia, marcar una línea de acción tras de la cual, los trasgresores, no salgan impunes y el voto de castigo sea una densa realidad futura.

 
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