Usted está aquí: viernes 12 de agosto de 2005 Sociedad y Justicia El concepto maya de la maternidad, alterado por la medicina alópata

Con el desplazamiento de las parteras aumentaron las cesáreas en Yucatán: experta

El concepto maya de la maternidad, alterado por la medicina alópata

En clínicas públicas se prescinde de la estima hacia la mujer, propia de los saberes tradicionales

Depresión, temor al parto y distocias, consecuencias de la ''atención oficial despersonalizada"

CAROLINA GOMEZ MENA ENVIADA

Ampliar la imagen El a�asado 83.3 por ciento de los partos fue asistido por "personal calificado", reporta la Ssa. La meta es llegar a 90 por ciento para finales del sexenio FOTO La Jornada Foto: La Jornada

Mérida, yuc. El "desplazamiento y desacreditación" de las parteras tradicionales por "médicos alópatas del IMSS" no sólo empieza a trastornar la relación de pareja, sino también "repercute de manera negativa en la cultura maya en torno a la salud reproductiva", lo que se traduce en aumento de las distocias del embarazo y que las cesáreas se encuentren en la entidad "30 por ciento arriba de la media nacional", planteó Judith Ortega Canto, directora del Centro de Investigaciones Regionales Doctor Hideyo Noguchi de la Universidad Autónoma de Yucatán (UADY), quien emprendió un estudio de siete años en la zona henequenera de Yucatán.

En entrevista con La Jornada, la experta en medicina social detalló que si bien es cierto que las acciones del sector salud -en especial de las clínicas del IMSS instaladas en la zona- han contribuido a disminuir la mortalidad materno-infantil, también lo es que han mermado los saberes y cuidados tradicionales durante embarazo, parto y puerperio de las mujeres mayas.

De acuerdo con datos de la Secretaría de Salud (Ssa), en los últimos cuatro años las acciones del programa Arranque Parejo en la Vida (APV) han permitido reducir cada año la mortalidad materna en 3.4 por ciento, es decir, casi el doble frente a la década pasada, al evitar mil 500 muertes maternas entre 2001 y 2004. La mortalidad infantil, en tanto, descendió 18.3 por ciento entre 2000 y 2004, mientras la de recién nacidos cayó casi 14 por ciento.

Conjugar experiencias, propone

La experta precisó que la investigación denominada Proceso reproductivo femenino: saberes, géneros y generaciones, que contó con el apoyo financiero del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología y será publicada a principios del próximo año por El Colegio de Michoacán, no tiene como finalidad ser una crítica a los "enormes esfuerzos gubernamentales" por mejorar la salud reproductiva en el país, sino "sensibilizar a los servicios de salud, para que, en especial en la zona maya, incorporen el saber de esta cultura" a la atención del rubro.

El estudio reveló, según Ortega Canto, que en la cultura maya existe "gran cantidad de conocimientos acertados respecto al cuidado y autocuidado de las mujeres durante el embarazo, parto y puerperio'', así como sobre los riesgos que corren durante esas etapas, y todo ese saber genera una "importante autoestima" en las mujeres.

A ello se suma el comportamiento de los hombres, que "son acompañantes fieles durante todo el proceso -a diferencia de lo que ocurre en otras zonas-, y a partir de que se enteran del embarazo de sus esposas tienen la consigna de que esa mujer y ese bebé llegarán a feliz término, y por eso se esfuerzan para alimentarla mejor, atenderla, ayudarla, evitarle disgustos, e incluso reducen el consumo de alcohol; están presentes cuando son visitadas por la partera, y en el momento del nacimiento se ponen atrás de ellas, y éstas se les cuelgan del cuello, de manera que el hombre se convierte, en ese instante, en continuidad del cuerpo de las mujeres".

Pero esas tradiciones tienden a perderse, sobre todo en las generaciones jóvenes. La especialista lamentó que este "conocimiento se va perdiendo en la medida en que las parteras dejan de ser personajes importantes al ser desplazadas por las clínicas del IMSS, de manera que, al bajarles el estatus que tienen en la comunidad, las mujeres más jóvenes no recurren a ellas, ni se interesan por sus conocimientos ni el de las madres, abuelas o suegras, y nada más recurren al medico alópata".

Según Ortega, "ni siquiera en la estructura de salud se sabe lo que está ocurriendo, y sólo se cree que ha sido muy bueno el programa de parteras del IMSS".

La especialista precisó que, efectivamente, a través de APV y las citadas clínicas existe una línea de trabajo para "captar" a las parteras, pero de acuerdo con la experta esto no ha dado muy buenos resultados, porque "se parte de la base de que son personas que no saben".

Por esto muchas "no aceptan incorporarse al programa y se esconden, porque una vez que las captan las convierten prácticamente en auxiliares del sector salud, cuando en sus comunidades eran personajes de alto estatus social y autoridad". Derivado de que se les "baja de categoría" , las mujeres dejan de respetarlas y llamarlas, y entonces las comunidades pierden a una curadora natural, que no sólo estaba allí a la hora del parto", sino durante todo el proceso posterior: "vigilaba el sangrado, cortaba el cordón umbilical, se cercioraba de que el bebé comiera y daba una bebida energética a la madre, generalmente chocolate con huevo".

Pero no sólo eso, sino también se encargaba del "ritual" en torno al cuerpo de la madre. Preparaba el baño de hojas para la mujer al tercer día, la fajaba, porque "dicen que los huesos quedan fuera de lugar y deben regresar a su sitio. Todo esto que rinde pleitesía a su cuerpo; las mujeres coinciden en que les provoca bienestar, pero es algo que casi ya no ocurre".

Alumbramientos calificados

Una de los propósitos de APV es "la captación y certificación de parteras tradicionales". Según recientes informes de la Ssa, son poco más de 14 mil las captadas. En 2004 la cobertura de atención de partos por personal calificado llegó a 83.3 por ciento y la meta es alcanzar 90 por ciento para finales del sexenio.

Asimismo en el informe 2005 de avances de Objetivos del Milenio se menciona que en los estados con mayores índices de marginación la participación de la "partera en la atención del evento obstétrico alcanza niveles superiores a 20 por ciento, y todavía existe un porcentaje considerable de partos que se atienden en el hogar, lo que señala la necesidad de reforzar la infraestructura de los servicios de salud para incrementar la cobertura de atención de parto por personal especializado".

Sin embargo, en el mismo informe se especifica que, durante las recientes tres décadas, la atención de los nacimientos en México se da mayoritariamente por médicos. Mientras en la década de los 70 casi 55 por ciento de los partos eran atendidos por un médico, 39.6 lo eran por enfermeras o parteras, y para finales de la década de los 90 ya 87.9 por ciento eran asistidos por un médico y sólo 9.8 por ciento por parteras o enfermeras.

La especialista subrayó que entre las principales distocias que se experimentan en la zona maya están los partos prematuros, los prolongados, los abortos y las preclampsias, y advierte que el estudio arrojó indicios sobre la práctica innecesaria de las cesáreas, al comprobarse que muchas mujeres que tuvieron hijos por parto natural mientras fueron atendidas por parteras, "en cuanto pasaron al sector salud aparecieron las cesáreas en su historial gineco-obstétrico; ahí habría que indagar si las cesáreas se utilizan para acortar el tiempo de cuidado en un hospital".

Tras citar que a escala nacional se sabe que sólo casi "10 por ciento" de los partos son susceptibles de terminar en cesáreas debido a estrechez pélvica o mala postura del bebé, entre otras causas, la doctora comentó que como esas mujeres tienen una cultura y los médicos otra, y por tanto tienen cosmovisiones diferentes, el contacto "se reduce a una atención física, en la cual les miden la altura uterina, les toman la presión y les dan vitaminas y nada más". Incluso -agregó- ellas narran: "la partera sí informa del bebé, me toca, me dice cómo está; en cambio el médico no dice nada: no sabe del bebé". Esta diferencia hace que la atención de la partera "sea cualitativamente diferente, y mucho más efectiva en términos de bienestar".

A ello se suma que el médico asume que "la mujer (la embarazada) no sabe nada y él lo sabe todo; entonces ellas no tienen derecho a expresar ni sus saberes ni sus temores ni sus preocupaciones". Es muy común que el especialista las "regañe" cuando le exponen sus creencias, las cuales equipara con "ignorancia".

Tampoco se permite que los maridos entren a las consultas, y menos al parto. Se les relega -no como con la partera- y lo que sobreviene es una ruptura de lazos afectivos y de responsabilidades, lo cual empieza a mermar la "empatía maya masculina que ha existido durante generaciones, y las mujeres comienzan a padecer sumisión al hombre y al médico, falta de autoestima, se deprimen durante el embarazo, empiezan a tenerle temor al parto, empiezan las distocias y prefieren las cesáreas" .

Ortega Canto espera que el libro ''no sólo sensibilice a los servicios de salud'', sino que se convierta en ''un libro de texto'' para los estudiantes del área de Ciencias de la Salud de la UADY, para que sepan de la "riqueza maya" en este aspecto y, cuando los futuros médicos den consulta, sea un "encuentro de saberes, que parta de que la mujer es mucho más que un útero lleno o vacío o que va a funcionar o no".

 
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