Usted está aquí: viernes 23 de septiembre de 2005 Política Inédito, confuso y demorado acto en memoria de los funcionarios fallecidos

Ocho féretros fueron colocados en el mismo sitio desde donde partió el helicóptero

Inédito, confuso y demorado acto en memoria de los funcionarios fallecidos

Las exequias se iniciaron en el Campo Marte y concluyeron en un templo de Polanco

ROSA ELVIRA VARGAS Y RENATO DAVALOS

Ampliar la imagen El presidente Vicente Fox Quesada, durante las exequias en el Campo Marte. Lo acompa�su esposa, Marta Sahag�os secretarios de Marina, Marco Antonio Peyrot; de Gobernaci�Carlos Abascal; de la Defensa Nacional, Gerardo Clemente Vega; el coordinador de Pol�cas P�as, Eduardo Sojo, y la titular de la Secretar�de Desarrollo Social, Josefina V�uez Mota FOTO Carlos Cisneros Foto: Carlos Cisneros

La ceremonia que la Presidencia de la República organizó en homenaje a los funcionarios fallecidos el pasado miércoles se inició con un inédito, demorado y confuso gran montaje de responso en el Campo Marte, y concluyó en la iglesia de San Agustín, en Polanco. Fueron sólo ocho los féretros, porque el noveno, el de José Antonio Bernal, tercer visitador de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, fue solicitado por su familia.

No hubo para los deudos la posibilidad de llorar ante sus muertos cuando éstos fueron llevados al campo militar desde el sitio del percance. Ni siquiera pudieron saber cuál ataúd contenía los restos -si así era- de su familiar. Fue hasta muy tarde, transcurridas las ceremonias fúnebres que decidió organizar el gobierno federal, cuando les fueron entregados los féretros al término de la misa, y hasta entonces pudieron llevarlos a una agencia funeraria.

En un hecho calificado de irónico, los ocho ataúdes fueron colocados justamente en el mismo sitio desde donde el miércoles pasado despegó el helicóptero Bell 412 que no llegaría a su destino.

La decisión de rendir homenaje de cuerpo presente a estos servidores públicos se organizó sin considerar no sólo la voluntad de las familias sino -y esto fue evidente- sin calcular los tiempos obligados para los trámites de identificación de los cadáveres, la certificación forense y su posterior traslado a la ciudad de México.

Peregrinar luctuoso

Primero se canceló la sede original dispuesta para los funerales, en Gayosso; se pensó incluso trasladarlos al Centro Banamex, pero esa opción se descartó enseguida. Finalmente se decidió hacer el homenaje en el Campo Marte del Estado Mayor Presidencial. Todo esto provocó un doloroso e innecesario peregrinaje de familiares y amistades, quienes fueron de un lugar a otro sin nadie que los orientara.

Todo estuvo dispuesto para las 17 horas, excepto los cuerpos. Desde dos horas antes, un batallón de paracaidistas ya se había alineado en el sitio de la ceremonia, si bien el ingreso al Campo Marte fue un trámite tortuoso y lento al que se vieron sometidos sin consideración alguna los propios dolientes.

Las fastuosas exequias en esas instalaciones militares -usualmente dispuestas para organizar sólo recepciones a jefes de Estado de grandes potencias- exaltaron el contraste con el funeral organizado en 2004 para el ex presidente José López Portillo, a quien apenas se destinó un modesto velatorio de la Secretaría de la Defensa.

El presidente Vicente Fox y su esposa, Marta Sahagún, como todos los demás, debieron esperar una hora y media para participar en el homenaje a los funcionarios fallecidos. Primero ofrecieron sus condolencias a los familiares y luego pasaron más de una hora aguardando el arribo de los cuerpos. En este lapso, el mandatario deliberó ininterrumpidamente y en círculo con el secretario de Gobernación, Carlos Abascal; el de la Defensa, Gerardo Clemente Vega; su jefe de Estado Mayor, Armando Tamayo; su secretario particular, Emilio Goicoechea, y su vocero, Rubén Aguilar.

Luego de que con marcados lapsos los ocho ataúdes se dispusieron en una tarima y se escuchó el marcial toque de silencio, con voz trémula Abascal Carranza se dirigió a los familiares recordándoles el compromiso que estos hombres, ''estos mexicanos ejemplares'', tenían con su país, y del costo que podrían pagar al aceptar las responsabilidades en el servicio público.

Los llamó ''paladines'' de la seguridad y particularizó, ya al borde del llanto, con el secretario Ramón Martín Huerta, con quien compartió hace poco, dijo, algunas reflexiones sobre ''la fragilidad de la vida''. Enseguida, encabezados por el presidente Fox, se montaron guardias de honor en las cuales, además del gabinete, participaron los gobernadores de Michoacán, estado de México, Aguascalientes, Tlaxcala, Guanajuato y el jefe de Gobierno del Distrito Federal.

Después del Campo Marte, además de los familiares, se trasladaron a la iglesia de San Agustín muchos de los funcionarios, amigos, compañeros de trabajo y subordinados de Martín Huerta y demás fallecidos. El Réquiem de Mozart se escuchó en el recinto religioso cuando había llegado el matrimonio Fox. Aunque también aparecieron Elba Esther Gordillo, Manuel Espino y Santiago Creel.

Tres sacerdotes oficiaron la misa, incluido José Ortiz Montes, secretario particular del cardenal Norberto Rivera. El padre Antonio Alvarez se refirió a la corrupción que prevalece en el país y sostuvo que es un mal moral que ''nos aqueja como sociedad''.

En el atrio, Elba Esther Gordillo explicó su presencia junto a la secretaria de Desarrollo Social, Josefina Vázquez Mota: ''Vine a un acto luctuoso convencida de que es ajeno a cualquier partido; es humano. No reconocer la valentía, disposición de ellos por garantizar la seguridad sería muy lamentable. Soy mexicana y reconozco la responsabilidad de mantener la seguridad. Hay que reconocer a quien ha dado su vida en su tarea. Soy un ser humano''.

Cuando la ceremonia se diluía y el Presidente y demás funcionarios abandonaron la iglesia, las emociones y el dolor se exteriorizaron. Llanto, desmayos y luto quedaron por fin para la intimidad de cada familia afectada. Las carrozas, ya sin escolta, partieron hacia la agencia funeraria Gayosso.

 
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