Usted está aquí: miércoles 5 de octubre de 2005 Economía ¿Son peligrosos los desequilibrios globales?

Alejandro Nadal

¿Son peligrosos los desequilibrios globales?

En su último informe sobre la economía mundial, el Fondo Monetario Internacional (FMI) presenta un panorama optimista. La tasa de crecimiento global para éste y el próximo año se mantiene en niveles relativamente altos en comparación con la tendencia histórica. La inflación no se ha intensificado a pesar de los altos precios del petróleo. Finalmente, el alivio de la deuda de los países pobres y mercados emergentes es destacado como un éxito. Por estas razones, el director gerente del FMI, Rodrigo Rato, mantiene una visión complaciente sobre la economía mundial.

Pero no siempre hay que creerle al FMI. Existen desequilibrios económicos que constituyen una seria amenaza para el futuro de la economía mundial. El primero es la brecha entre pobres y ricos a escala mundial, desigualdad que no parece preocupar al Fondo. Más urgente para esta institución es el desequilibrio entre ahorro y consumo a nivel global. Estados Unidos ha visto su tasa de ahorro nacional descender hasta niveles negativos, al mismo tiempo que mantiene un alto nivel de consumo.

La combinación de signos alarmantes en la economía estadunidense es inquietante. Por un lado, Estados Unidos tiene que continuar viviendo de prestado y la pregunta es ¿hasta cuándo? Los préstamos no están siendo canalizados a inversiones productivas y en activos que conducen a mayor eficiencia y crecimiento en el futuro. La mayor parte de estos flujos financieros está dirigida a la compra de bienes raíces, pero como el precio de estos activos ha crecido de manera desorbitada los consumidores han estado utilizando esa nueva "riqueza" para apalancar mayor consumo.

Puede que el nivel de consumo no resista mucho tiempo las presiones que ya aparecen en el horizonte. Esto se agravará si la Reserva Federal continúa la tendencia al alza de la tasa de interés. Las presiones inflacionarias pueden incrementarse si los precios del petróleo siguen aumentando. El índice de precios al consumidor experimentó fuerte incremento en septiembre (3.8 por ciento) y la Reserva aumentó la tasa sobre sus fondos hasta colocarla en 3.75 por ciento. Los desastres de Katrina y Rita empañan más el panorama por el lado de la inflación y un mayor gasto público en la reconstrucción. Todo esto puede llevar a mayores tasas de interés, mala noticia para la burbuja de los precios de bienes raíces.

Finalmente, los déficit fiscal y en cuenta corriente son motivo de alarma. El fiscal es de 700 mil millones de dólares y no tiene más que una tendencia clara: seguir aumentando, en buena medida gracias a la guerra en Irak. Por su parte, el déficit en cuenta corriente ya alcanza un nivel inusitado que supera el 6.2 por ciento del PIB estadunidense, enviando malas señales por todo el mundo. Y Washington debe abandonar el recurso fácil de echarle la culpa a la subvaluación de la moneda china.

La contrapartida del déficit externo se encuentra en los colosales superávit de China, Japón y, recientemente, de los grandes países exportadores de petróleo. Estos últimos ya tienen excedentes que rebasan los 500 mil millones de dólares. Esta masa de recursos financieros deberá ser reciclada de manera productiva en la economía mundial. Por su parte, China tendrá que hacer algo con su superávit y sus altas tasas de ahorro interno. Una de las cosas que podría comenzar a hacer es incrementar las inversiones sociales (salud, educación y vivienda), así como en comunicaciones e infraestructura en el interior del país. El rezago existente en estos renglones, así como los desequilibrios regionales, reclaman la atención de Pekín. Pero no será fácil que los recursos se dirijan a estos renglones dadas las tendencias en la inversión.

El déficit fiscal estadunidense va en contra de todos los consejos del FMI y también contradice la receta aceptada sobre finanzas públicas "responsables". Es indispensable que Estados Unidos reduzca su desequilibrio fiscal porque eso tiene un impacto directo sobre las tasas de interés. Así que, aunque una reducción del déficit fiscal estadunidense no resolverá por sí sola el problema del desequilibrio externo (un recorte equivalente a uno por ciento del PIB en el déficit fiscal se acompañaría de una reducción de 0.6 por ciento en el déficit en cuenta corriente), hay poderosas razones para inyectar algo de racionalidad en el desmedido gasto público de Estados Unidos.

Por el otro lado, los países acreedores del gigante estadunidense pueden llegar a cansarse y abandonar las compras masivas de bonos del Tesoro. Eso provocaría un colapso del dólar con repercusiones y trepidaciones en toda la economía mundial. Las disputas comerciales entre la Unión Europea y Estados Unidos, y entre estos dos gigantes y China, ya se están intensificando; cualquier empeoramiento de la posición macroeconómica en estas regiones podría conducir a guerras comerciales nunca antes vistas. La recesión mundial que seguiría estaría acompañada de una gravísima crisis financiera. La economía mundial se hundiría en un profundo bache por muchos años. Entonces sí veríamos los peligros de la "era de la globalización".

 
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