La padrecita de Vancouver

-- Sacerdota anglicana, ex guerrillera, dice palabrotas y despotrica contra Bush

-- Ha estado presa nueve veces

-- Sus ex maridos: “Pobrecitos ¡cuánto hubiera podido quererlos!”

Raúl Gatica

El corazón de Vancouver, Canadá, esta dividido en dos: donde se alzan grandes y modernos edificios de los centros de negocios y la parte pobre, con habitantes marcados por el vicio, cuerpo agotado y alma herida. En esta ciudad llena de contrastes, separada sólo por una calle y que el candidato verde a la alcaldía calificó: “es el mundo, porque conviven personas de todas partes del planeta”, ahí está la iglesia de San James , atendida por Emilie Smith, mujer de charla sencilla que cautiva desde que suelta: ¿cómo estas?

Sus padres fueron estadunidenses pero ella nació en Córdoba, Argentina, donde su papá trabajó nueve años de astrónomo. Cuando tenía cinco meses volvieron a Estados Unidos y luego emigraron a un pueblo, entre las montañas de Canadá, para no participar en la guerra de Vietnam. De abuelas comunistas, y una, la materna, también católica. Por eso cuando Emilie toma la opción de la lucha armada en Guatemala, a su familia no le resultó extraño pues existía, de alguna forma, tradición al respecto, lo extraño fue que se hiciera cura.

A sus 42 años, cumplidos el 3 de abril, es mujer atractiva, de sonrisa pícara, y nada la diferencia de una canadiense típica, salvo su trabajo con drogadictos, alcohólicos, gays , prostitutas y demás. Ha pasado por casi todo: activista contra el capital y presa por lo menos en nueve ocasiones. En los 90 simpatizó con las Fuerzas Armadas Rebeldes (FAR), de Guatemala y aunque nunca lastimó a nadie, no acaba de reponerse del dolor que le ocasionó la guerra y su paso, de alguna manera, por la lucha armada.

Padeció exilio en México, de 1992 a 1994. Volvió a Guatemala con los desplazados, antes de la firma de paz, para terminar peleada con la guerrilla y su marido, y decidir hacerse. . . padrecita , si, de esas que usan sotana, oficia y todo, pese al desagrado de muchos hombres; aunque afirmen, hasta su obispo, que forma parte de la revolución que camina en la iglesia.

Esta mujer que dice no servir para la política, que le dan sueño las reuniones “demasiado politizadas”, se ordenó cura anglicana para acercar la iglesia a los pobres. En los hechos es centro de muchas iniciativas: por ella pasan campañas contra la guerra, contra las empresas mineras; por la paz, las mujeres, jóvenes, indígenas, migrantes, agua; colectas contra desastres, etcétera. Muchos la quieren integrante de sus consejos directivos, cargos que acepta porque sostiene:

-Hay tres cosas que no voy a dejar nunca: mis hijos, la revolución y mi fe en Dios.

Una iglesia al lado de los pobres.

En Canadá, la religión cristiana y sus iglesias no gozan de prestigio. En lugares como Montreal o Quebec, sus edificios son centros comerciales, escuelas, cafeterías: no son como las conocemos en América Latina, y aún menos cercanas al pueblo; por eso imaginar a la iglesia de puertas abiertas en este país resulta descabellado.

La mayoría de los templos, entre ellos San James en Vancouver, permanecen cerrados. Sólo abren a la hora de la misa, a la que asisten contadas personas. Emilie vino para garantizar que entren los que quieran, aunque no será fácil ante el dominio de los hombres y una concepción tradicional de la religión.

—¿Cómo es posible que exista una iglesia cerrada a la gente? Jesús no concibe el cristiano fuera de la gente, dice que la iglesia debe estar donde están los problemas.

El círculo cercano de Emilie asegura que tachan sus sermones donde usa palabrotas, pero ella las dice de todas formas fuera de la misa: en la comida, cuando reparte, con las franciscanas, lunch a los drogadictos, o en el comité de latinos que discute el menú para el jueves.

—Los cristianos debemos levantar la voz contra del hijo de la mierda de Bush, exigir que no mate en nombre de Dios. Actuemos, porque no van a darnos nada sin lucharlo.

El hábito no hace al monje. . . ni a la padrecita

Emilie viste entre informal y un poco a lo cura. Carga una pesada cruz rústica, expresión evidente de tener a Dios en el pecho, pero se sabe que le habita el alma cuando explica el origen de su vocación, en los tiempos de la guerrilla.

—Un día sin ser bautizada comulgué, es decir, pequé. Y ví que no podía haber otro Dios, desde mi opinión, que no fuera ese que fue crucificado por estar con su pueblo.

Ella dice que las condiciones de las primeras mujeres sacerdotas, hace 30 años, fueron difíciles, y ahora es más fácil, pues a ella lo más que le hacen es no tomar la comunión, ni confesarse, además de criticar sus actividades por atrevidas, por ejemplo: celebrar el día de muertos en la propia iglesia, ligando al tema político-indígena de Canadá, el EZLN (Ejército Zapatista de Liberación Nacional), el CIPO (Consejo Indígena Popular de Oaxaca), la CONAIE (Coordinadora Nacional Indígena del Ecuador), y la tradición indígena condenada por la jerarquía hace cientos de años.

—La jerarquía católica nos ha vendido una historia de Jesús, pero ellos no son dueños de la historia de Cristo, los cristianos debemos pelear para que se conozca la otra historia, esa que explique a los canadienses que cristianismo no significa castigo, odio y sólo oración, rechazo al sexo, al disfrute del cuerpo, no, sino por el contrario, el corazón de la fe cristiana está en la celebración del cuerpo y en la preocupación por los otros y mucho más.

Cuánto hubiera podido quererlos

Los anglicanos no tienen problemas por casarse, divorciarse y volver a casarse y Emilie menos, pues madre de tres hijos y divorciada sigue con ganas de volverse a casar. De energía inagotable, con la que mueve a su rocinante, ahora miss América —bicicleta con la cual temerariamente circula entre los carros— no le avergüenza nada, quizás un poco hablar de su vida personal, aunque al final algo dice.

—Para ser padre tienes que aprender a chupar, me dijeron en el seminario, y desde entonces estoy en un aprendizaje muy duro. Ja-ja-ja.

De las dos parejas que ha tenido estables: el guerrillero, mientras estuvo en Canadá muy liberal y comprensivo, pero cuando regresó a Guatemala le salió lo macho que contenía. Lo mismo pasó con el canadiense, académico de la universidad, quién le presionaba a dejar la vida de activista, generando discusiones y enojos. Saca el aire contenido y afirma:

—Pobrecitos ¡cuánto hubiera podido quererlos!

Así habla esta mujer que lucha todos los días contra las miserias humanas y escribe contra el dolor y la muerte, por la fe y la esperanza del alma. Ha escrito tres libros: “Las nietas de Ixmucane”, “Nubes en la montaña” y “Marisol y el mensajero Amarillo”. El primero dibuja la voz las mujeres en Guatemala y el último se usa como texto en las escuelas para enseñar otras culturas a los niños migrantes y habla de la vida de una niña refugiada víctima de la guerra.

Yo pienso que esto y más se puede esperar de quien tuvo abuelas comunistas y católicas, y un padre astrónomo que la mayor parte de su vida la paso mirando el cielo.


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