Usted está aquí: martes 3 de enero de 2006 Política La otra campaña: buen camino

Magdalena Gómez

La otra campaña: buen camino

La otra campaña tuvo un buen arranque en este esfuerzo por romper la inercia del discurso hueco y lograr la consolidación de un programa anticapitalista que vaya acompañado de un proyecto organizativo de nuevo tipo. Programa y organización van juntos, es lo que hace la diferencia. De entrada colocaron los puntos sobre las íes: "el principal destinatario de la Sexta Declaración de la Selva Lacandona acusó recibo apenas meses después de su emisión. El gran poder del dinero en México firmó lo que se puede reconocer como la contradeclaración de la Comisión Sexta y que es conocido comúnmente como el Pac-to de Chapultepec. Dicho pacto ignora además a los pueblos indígenas; no miente, por lo tanto, al reconfirmar con ello el México de "ellos".

Como en 2001 colocaron en la interlocución del comandante Germán el reconocimiento a sus orígenes, esta vez no tratará con legisladores marrulleros, lo hará con las relaciones de la otra campaña. Es evidente que la decisión tomada por y desde el zapatismo no es irreflexiva; sus diversos comunicados dan cuenta de un debate interno que ha colocado sobre la mesa los temas y retos más álgidos. Las sucesivas definiciones así lo indican desde el deslinde con la izquierda partidaria, la cancelación del Frente Zapatista de Liberación Nacional, la coincidencia cronológica con las campañas electorales, entre muchas otras. Se trata de una jugada de varias bandas. Trascender a Chiapas como centro territorial prioritario abre el desafío al gobierno federal de abandonar la añeja intención de chiapanizar el conflicto. Batalla perdida desde 1994, no obstante que un año después hizo la intentona de golpe militar que derivó en la promulgación de la Ley para el Diálogo, la Negociación y la Paz Digna en Chiapas.

Por otra parte, está muy claro el deslinde con las opciones partidistas y electorales que por el lado de la izquierda no han logrado hasta hoy ser consecuentes entre los dichos y las prácticas y con frecuencia se han sumado a decisiones de la derecha. Siendo esto cierto no se puede negar que en ese plano hay una opción, que en la coyuntura representa una apuesta distinta y está representada por Andrés Manuel López Obrador. Y no se trata aquí de manejar un cuadro de concordancias programáticas, sino de considerar que los matices marcan la diferencia y, no obstante el desprestigio de los políticos institucionales, la gente que vota tiene razonamientos pragmáticos y sabe distinguir lo que le conviene en el momento de votar.

Si bien el EZLN ha definido que se relacionará exclusivamente con los sectores aliados, no debería descuidar el mensaje hacia el conjunto de la sociedad donde existen sectores democráticos; tal vez considere que no es el momento. Viene al caso recordar acá lo obvio porque considero que uno de los riesgos de la otra campaña es colocar de manera central su debate contra el candidato del PRD, que no es la "víctima favorita", sino que el año pasado intentaron sacarlo de la contienda a la mala y fue la movilización social nacional e internacional la que detuvo la maniobra. No está de más anotar que en la marcha contra el desafuero la bandera que unió en la diversidad de participantes fue la defensa de los derechos políticos y por ende de la democracia representativa, y no necesariamente la candidatura futura de López Obrador.

Este es un punto de consenso social de amplio espectro que no tiene marcha atrás; olvidarlo puede llevar a una polarización que coloque la situación para la izquierda en un juego de "todos pierden". Así se trate de coyunturas electorales, no es lo mismo uno que otro porque no lo son las fuerzas de poder que los postulan. Por lo demás parece claro que muchos aliados del zapatismo lo son también de AMLO.

Ya estamos viendo cómo van a reaccionar desde el oficialismo y sus medios afines ante la otra campaña deslizando el "qué bien que ya dejaron las armas"; luego veremos que sigue de ahí. Para el PRIAN un buen escenario es escalar la confrontación en las izquierdas y pintarlas a todas de proclives a la violencia para construir, más que el voto útil, el voto del miedo. Este será uno de los retos del zapatismo que, si bien es acompañado por muchas otras fuerzas, su hegemonía es determinante. Y lo sabe; por eso cuida tanto el carácter político y pacífico del movimiento.

Sin duda la otra campaña planteará un desafío al conjunto de las campañas electorales; en el mejor de los casos podría ayudar a que del lado del candidato del PRD se perfile con más fuerza una definición de izquierda; sin ser ése el objetivo último de la otra campaña, ahí jugará como un factor los próximos seis meses. Sin embargo, no es por eso ni para eso que arranca esta nueva etapa del zapatismo; construir organización de nuevo tipo no es cualquier cosa; a la otra campaña hay que desearle un solidario y activo buen camino.

 
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