Usted está aquí: domingo 22 de enero de 2006 Cultura Metronautas devienen en sorprendidos espectadores de danza contemporánea

La compañía Camerino Cuatro presenta dos funciones en la estación San Lázaro

Metronautas devienen en sorprendidos espectadores de danza contemporánea

ARTURO JIMENEZ

Entre la sorpresa mayor o menor, pero nunca la indiferencia, decenas, quizá cientos de transeúntes de la estación San Lázaro del Metro, Línea B, se transformaron de pronto, en su inmensa mayoría por primera vez, en espectadores permanentes o fugaces de danza contemporánea.

La tarde del viernes, el vestíbulo de la estación cilíndrica y techo de tubos y PVC cedió espacio y tiempo a dos funciones del programa Cuentos de agua, con las obras Invierno e Historias múltiples, de la compañía de danza independiente Camerino Cuatro, dirigida por Magdalena Brezzo.

El ruido de los convoyes que, en la ruta Buenavista-Ciudad Azteca, pasaban por encima de las cabezas de los viajeros no constituyó un problema y, más bien, se integró al espectáculo inesperado, aunque sí contrarrestó de algún modo el débil audio de la pequeña bocina improvisada.

Con un escenario "natural" de 18 pinturas colgadas de la única pared y música de Buena Vista Social, Ney Matogrosso, Cesárea Evora, Cronos Cuartet y efectos bajados de diversos programas de radio, los tres bailarines, Gabriela García, Stephanie García y Jorge Saldaña, pudieron vivir y compartir una experiencia más que singular.

Ellas con abrigos abiertos y vestiditos turquesa, él con colores grises, los tres se mostraron más que retroalimentados luego de intentar una recreación de la complejísima vida cotidiana en el Metro, sobre todo de los encuentros y desencuentros, y de historias de amor y de pasado.

"Me da más seguridad el teatro porque no ves al público por las luces, que te dan mucha magia. Pero aquí es muy interesante porque ves a toda la gente, interactúas con ella. Hay muchos frentes y no sólo uno, como en los teatros, incluso había espectadores arriba", comenta Stephanie, y con ella coinciden sus compañeros.

Magdalena Brezzo agrega: "El Metro es un espacio vertiginoso, la gente va distraída. Pensamos que no se iba a detener, pero sí. La idea nuestra es que la gente se lleve postales de danza, porque no esperábamos que se quedara quieta, como en un escenario convencional.

"Buscamos que la gente, más que analizar el espectáculo, se lleve sensaciones. Que la danza sea como un estímulo, un trampolín, un detonador. No es pedir demasiado, sí se puede lograr. La sorpresa para nosotros es que mucha gente se detuvo y se quedó a ver, aunque no estaba decodificando, sino más bien llevada por la curiosidad."

Ante la pregunta de si sería una especie de disfrute estético "en estado de pureza", comenta: "Hay una pureza en la intención de hacer un trabajo fresco, sin manipulación ni especulación. Más bien es como poner una idea con movimiento, hacer una obra y ver qué pasa".

Los barandales de un puente-pasillo y de unas alargadas escaleras que se ubican por encima del vestíbulo fueron el mirador de los metronautas, quienes en el ajetreo cotidiano iban o venían, se quedaban o seguían su camino, algunos quizá con una pequeña huella dactilar en la enorme playa de su alma.

De tres transeúntes consultados, dos hombres y una mujer, ninguno había visto nunca danza contemporánea ni había entrado a teatro alguno, pero a todos les gustó.

"La obra estuvo bien, tuvo buenos movimientos y mucha flexibilidad y relajación", opinó Davit Vite, de Ciudad Azteca, en lo que coincidieron los demás espectadores.

El experimento de danza con nuevos públicos in situ, que pertenece al programa Artes por todas Partes, de la Secretaría de Cultura de la ciudad de México, se repetirá este viernes 27, también a las 17 y a las 18 horas, pero en la estación Chabacano, Línea 9.

 
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