Usted está aquí: lunes 6 de marzo de 2006 Deportes Zepeda quiere ser el mejor marchista del mundo y ganar medalla en Pekín

Lo anima la recuperación de su hijo Nazareth

Zepeda quiere ser el mejor marchista del mundo y ganar medalla en Pekín

JORGE SEPULVEDA MARIN

Ampliar la imagen El mexicano Rommel Pacheco quedó a deber

Omar Zepeda, sexto lugar mundial de Helsinki 2005 en caminata, tiene la mejor motivación para llegar a la cima del orbe en los 50 kilómetros de marcha: ver cómo su hijo Nazareth lucha día a día para recuperarse de un grave accidente sufrido en agosto pasado, en el que estuvo a punto de perder la vida.

El andarín refiere que todos los días, pacientemente, lo lleva a la terapia, observa el anhelo con el que hace sus ejercicios para un día volver a caminar.

Escucha cuando le platica algunas de sus cosas de niño y todo eso se ha vuelto más sustancial anímicamente que cualquier película motivacional.

Por eso, además de pulir su técnica, que sabe no es la mejor, quiere continuar su camino a la cúspide con una victoria el día 26 en el Challenger de Caminata de Tlalnepantla, en el que competirán los mejores marchistas nacionales al lado de varias figuras de otras naciones.

"Quiero hacer las cosas en grande", comenta resuelto, "porque ya es tiempo de que nos comprometamos con nosotros mismos y con la gente que nos cree y nos apoya, y salir a dar nuestro máximo en cualquier lugar del mundo, sin achicarnos ante nadie", insiste con voz animosa.

El mexiquense no olvida que los europeos le llevan ventaja a los mexicanos, pero eso debe ser otro aliciente para "no echar la güeva, sino ponerse a trabajar de tiempo completo y empezar a recortar las distancias", ya que una de las primeras grandes metas que se ha impuesto es triunfar en los Juegos Olímpicos de Pekín 2008.

De fácil palabra y rápido hablar, Omar recuerda que los 40 o 45 kilómetros que cada jornada le pide hacer su entrenador y ex marchista, Germán Sánchez, "se pasan volando, porque quiero estar de regreso en la casa y escuchar cuando mi chamaco me pregunta: '¿cómo te fue papá?', y yo le debo responder, 'bien hijo', porque sé que así le ayudo a que a él también le vaya bien".

Aunque no puede establecer con precisión el momento en que se alzará como el mejor marchista del orbe, presiente que está cerca de lograrlo, porque sabe que podrá conseguirlo con trabajo, dedicación y apoyo pero, sobre todo, decisión, de la que dice tener de sobra, en parte porque su preparador le ha enseñado que sólo con agallas se puede llegar lejos.

Así, con la esperanza de volver a ver caminar a su hijo, con la necesidad de trabajar tiempo completo todos los días y con la determinación puesta en verse como el mejor, el marchista está listo para Tlalnepantla y lo que venga.

 
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