Usted está aquí: viernes 17 de marzo de 2006 Política Instrucciones para sobrevivir en una mina

En Pasta de Conchos, sin equipos de autorrescate

Instrucciones para sobrevivir en una mina

Cuando fallaba la ventilación, seguían trabajando, afirman

JAIME AVILES ENVIADO

Palau, 16 de marzo. Si llegara a escasear el oxígeno debido a una fuga de gas metano -que desplaza el aire respirable y no envenena, pero sí asfixia- tienes que ponerte en cuclillas y colocar entre tus botas la linterna que llevas en el casco para alumbrar el pequeño contenedor que te quitarás del arnés que cargas en la espalda. A continuación deberás destaparlo, extraer de él una bolsa de plástico, tirar de un aro de aluminio para que ésta se infle y entonces tomarás la manguera conectada a ella, morderás la boquilla disponible, te oprimirás las fosas nasales con una pinza y comenzarás a respirar despacio. Si tienes buena condición física, si guardas la calma, si puedes caminar lentamente, el oxígeno te durará hasta nueve horas mientras te alejas de la zona invadida por el gas o esperas a que te desentierren en caso de derrumbe.

Ninguno de los mineros que sucumbieron tras la explosión del 19 de febrero en Pasta de Conchos contaba con este moderno equipo de "autorrescate" que portan por obligación todos los trabajadores de la mina La Esmeralda. Antes de iniciar el descenso, a los enviados de este diario nos proporcionan un overol de algodón, botas de plástico, un casco de seguridad, unos guantes de carnaza, un cubrebocas y unos anteojos de plástico, así como el arnés que te abrochas como un chaleco salpicado de manchas fosforescentes por delante y por detrás, con el que vas a sostener una pila para alimentar tu lámpara -que se convertirá en tus nuevos ojos cuando estés allá abajo- y tus utensilios para no asfixiarte en caso de desastre.

Gracias a las normas de seguridad aplicadas por el equipo que dirige el ingeniero Armando Díaz, en La Esmeralda los accidentes se han reducido de 19 por cada 100 trabajadores al año en 2001, a sólo 3.5 en 2005, mientras que en Estados Unidos, donde se diseñaron esas medidas, la proporción bajó de 7.6 en 2001 a 6.2 en 2005, dentro de un universo laboral mucho más vasto, desde luego, porque la estadística de aquí se refiere a los 560 trabajadores de la planta (incluidos los administrativos) y la del vecino país a cientos de miles de mineros.

Con letreros que recuerdan los procedimientos habituales de seguridad por todas partes -"No lleve cerillos ni encendedores cuando baje", el más frecuente; "no se quite el casco en ningún momento"-, La Esmeralda ostenta en su patio una montaña de carbón de 60 metros de alto y 50 de largo, formada de manera incesante por los trocitos negros que derrama día y noche la banda sin fin que arrastra el material desde el fondo de la tierra.

Parte de ese carbón, el que pueda transformarse en coque, arderá en la planta carboeléctrica ubicada en Navas, Coahuila, para mover las turbinas de la Comisión Federal de Electricidad, mientras el carbón denominado metalúrgico calentará al rojo vivo las ollas de fundición de Altos Hornos de México, empresa que, mediante sus filiales Mimosa y Micare, posee las seis minas más modernas de la zona y está a punto de abrir una séptima, no lejos de aquí, con una estructura más eficiente, probada ya en Australia, en donde los obreros entran en línea recta desde la superficie hasta el fondo del yacimiento, explica el ingeniero Miguel Santillán, cuya especialidad consiste, precisamente, en diseñar instalaciones productivas de este tipo.

Para manejar el viento que se desplaza dentro de La Esmeralda impulsado por abanicos que a su vez contribuyen a separar el metano que es llevado al exterior mediante gasoductos, la mina cuenta con pasadizos donde se cruzan los túneles de entrada y de salida. Se trata de pequeños recintos, casi herméticos, obturados con puertas de madera en cuyo centro tienen ventanitas que deben ser abiertas, primero, a fin de reducir la presión del aire, antes de dar paso a las personas. "Son como válvulas reguladoras dentro de una especie de sistema circulatorio", dicen los especialistas.

Uno de ellos recuerda que en Pasta de Conchos también movían el aire con abanicos, pero cuando éstos se descomponían no se interrumpía la producción. "Los mineros seguían trabajando y por eso, en parte, pasó lo que pasó", afirman. ¿Hubo entonces un homicidio industrial en esa mina, aunque las autoridades federales insistan en su empeño por ocultarlo?

 
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