Usted está aquí: miércoles 19 de abril de 2006 Cultura Redescubren a Manuel M. Ponce en su vena de autor modernista

Presentaron disco con el repertorio integral para voz y piano del compositor

Redescubren a Manuel M. Ponce en su vena de autor modernista

Está a la altura de Debussy, Ravel, Poulenc y Fauré, dice el pianista Armando Merino

ANGEL VARGAS

Ampliar la imagen La soprano Silvia Rizo y el pianista Armando Merino durante la entrevista con La Jornada, alrededor del compositor Manuel M. Ponce Foto: María Meléndrez Parada

Ser encasillado como un autor exclusivo de obra romántica y nacionalista ha dificultado que otras importantes vetas de Manuel M. Ponce salgan a flote, entre ellas su espléndido trabajo dentro de la corriente modernista, que lo revelan como ''un compositor insólito" en el panorama mexicano, a la estatura de Claude Debussy, Maurice Ravel, Francis Poulenc y Gabriel Fauré.

Así lo asegura el pianista Armando Merino, quien se dio a la tarea de recopilar y grabar por primera vez, con la soprano Silvia Rizo, el repertorio integral para voz y piano del músico zacatecano (1882-1958), en lo que constituye un hito para el ámbito sonoro nacional y con lo cual, afirman ambos, ''queda saldada una deuda de más de 60 años" con ese creador.

Realizado bajo el sello Quindecim Recordings, este material consta de un disco compacto Manuel M. Ponce: los 8 ciclos para voz y piano, y en él se recogen las 31 piezas que el autor escribió dentro del género entre 1920 y 1950, en un estilo totalmente modernista.

Participación de Carlos Montemayor

La obra para piano y voz es la veta menos conocida y estudiada de Ponce, asegura Merino en entrevista efectuada a propósito de la presentación del álbum, anoche, en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes, con la participación del músico Paolo Mello, el cantante Jesús Suaste y el escritor Carlos Montemayor, entre otros.

Tal desconocimiento tiene su origen, explica el pianista, en la dificultad para conseguir las partituras, ''ya que los seis ciclos que alguna vez se editaron (Tagore, Brull, Icaza, Lermontov, González Martínez y Arcaicos) están fuera de impresión". Mientras que de los dos restantes, los Poemas chinos fueron editados recientemente por la Escuela Nacional de Música y los Poemas melancólicos permanecen sin editar.

A ese aspecto, subraya, debe agregarse que las ediciones, salvo la última, tienen errores u omisiones no sólo en lo musical, sino en la letra de las canciones, inclusive en Arcaicos, que es el ciclo más conocido. De hecho, el pianista tuvo que trabajar con los manuscritos originales.

De acuerdo con Merino y Rizo, un elemento esencial de la grandeza de estos ciclos vocales -considerados dentro de los más importantes que existen del género en el país, si no es que los más valiosos- radica en la selección de los textos poéticos que hizo el compositor. Entre otros, musicalizó poemas de Rabindranath Tagore; Mijail Lermontov, Mariano Brull y Enrique González Martínez.

Esto obedeció a que Ponce, además de gran músico, fue un hombre sensible y de gran cultura que durante toda su vida se rodeó y tuvo estrecha relación con artistas de diferentes disciplinas.

De las 31 canciones que integran la totalidad de los ciclos, 28 están dedicadas a la cantante de origen francés Clementina Maurel, su esposa. Las tres restantes las compuso en honor del guitarrista español Andrés Segovia, con el título Granada, El poema de primavera, a su cuñada Irene Laurel y La visita, al poeta Luis G. Urbina.

Diversidad estilística

En 1915, comenta Merino, el autor zacatecano compuso la última canción de estilo romántico-nacionalista, la Serenata mexicana. Debieron transcurrir cinco años para que volviera a escribir otra canción, La Muerte, ya dentro de un estilo totalmente modernista.

''El aspecto más fascinante en la composición integral de los ocho ciclos para canto y piano es, sin duda, su extraordinaria diversidad estilística, prueba del conocimiento profundo de los diferentes lenguajes vanguardistas que con maestría su autor manejó", agrega.

''Por su variedad de atmósferas y colores, estos ciclos son ejemplos magistrales de un lenguaje modernista ecléctico. Cada uno presenta un tipo de escritura vocal y pianística de gran originalidad, que no se repite en los otros siete."

En lo pianístico, especifica el intérprete, la nueva escritura del compositor impone nuevos retos, entre ellos el instrumento abandona su función de acompañante para convertirse en compañero, adquiere personalidad propia, independientemente de la parte vocal; está basado en una escritura más compleja y exige un dominio completo del instrumento.

En cuanto a lo vocal, Silvia Rizo considera que Ponce ''conoció perfectamente el instrumento vocal, aspecto que no sucede con muchos compositores. Supo poner la voz en su lugar; con gran sentido de humanidad para el cantante lo ayuda a encontrar el color perfecto".

Además de lo eminentemente musical, otro de los valores del disco Manuel M. Ponce: los 8 ciclos para voz y piano es que en su cuadernillo de notas se recoge la primera investigación formal efectuada hasta la fecha de dicho repertorio y el quehacer de Ponce en el modernismo, realizada también por Armando Merino, quien concluye:

''Este trabajo ayudará a valorar en su justa medida el gran tamaño de Ponce. Está siendo el momento de su redescubrimiento, acaso de su descubrimiento. Estos ciclos lo revelan como un compositor insólito y pueden considerarse entre lo más importante que existe para voz y piano en México.

''Manuel M. Ponce está a la altura de Ravel, Debussy y Fauré: posee un lenguaje muy personal, pero al mismo tiempo universal."

 
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