Número 119 | Jueves 1 de junio de 2006
Director fundador: CARLOS PAYAN VELVER
Directora general: CARMEN LIRA SAADE
Director: Alejandro Brito Lemus

Ya no soy la mujer
que obedece

 
Mario Alberto Reyes | La vida de Mary Solís, casada y con dos hijas, transcurría sin grandes sobresaltos. Sin embargo, en 1994 la negativa de los médicos del Seguro Social a realizarle una operación para extirpar un tumor canceroso la convirtió en una férrea defensora de los derechos de quienes viven con VIH/sida.

"Nací en Pachuca, Hidalgo, hace 40 años. Mi niñez no fue fácil, yo era muy pequeña cuando mi madre murió, mi padre no tuvo el valor de enfrentar ese reto y me abandonó. Me crié fuera de casa, dormía en las calles, nunca tuve juguetes o un lugar donde vivir, pero no me drogué o emborraché como lo hacían otros niños de mi edad.

"Trabajé haciendo limpieza hasta que conocí a mi marido. Después de un tiempo decidimos buscar trabajo en la capital. Llegamos a Ciudad Neza. No imaginé que a mi esposo le gustara el ambiente; una de ama de casa piensa que la pareja no te va a engañar, que del trabajo se va directamente con la familia. Ahora siempre les digo a todas las mujeres que usen el condón para cuidarse.

"Debido al cáncer estuve cuatro meses en estado de coma y me hospitalizaron, por eso nos enteramos que yo tenía VIH. Recuerdo que cuando desperté, uno de los médicos de la Clínica 25 del IMSS, me dijo: ‘¿Sabes qué?, tienes sida y te quedan dos meses de vida’. No tuve tiempo para la depresión y el llanto, pensé en mis hijas, en que no quería que tuvieran una infancia como la mía.

"El médico se negaba a extirpar el tumor, decía que como tenía sida la operación no serviría de nada, que de todas maneras moriría. Después de enfrentarnos a las autoridades del hospital me operaron, pero ya era tarde, el cáncer había crecido y no lograron acabar completamente con él.

"Vivo separada de mi esposo, él radica en Tamaulipas desde hace cuatro años, la relación se fue acabando, aunque al inicio nos apoyamos mucho. Pienso que si regresa no encontrará a la misma persona. He cambiado mucho. Ya no soy esa mujer que obedece cuando le dicen que no salga de casa. Ahora colaboro con el Frenpavih, dedicada a defender los derechos de los seropositivos.

"Nadie me paga por ese trabajo, es totalmente voluntario. El dinero que gasto lo gano vendiendo ropa y zapatos usados en un tianguis de mi colonia. Mis hijas ya están grandes, tengo un nieto de cinco años y la relación con ellas es muy buena y me apoyan.

"Dentro de mis planes se encuentra seguir luchando por los derechos de quienes vivimos con VIH/sida, sobre todo de las mujeres. La principal satisfacción de esta labor es enseñar a las compañeras a salir adelante, a defender sus derechos, a que no las hagan menos en los centros de salud. Tenemos oportunidad de vivir muchos años, pero hay que luchar para conseguirlo”.