Usted está aquí: miércoles 2 de agosto de 2006 Política La forma es fondo

Carlos Martínez García

La forma es fondo

A contracorriente de muchos medios noticiosos, impresos y electrónicos, La Jornada ha informado profusamente sobre el movimiento social que encabeza Andrés Manuel López Obrador. Con esta política informativa, nuestro diario, una vez más, contribuye abriendo espacios y contrapesos al main stream de los mass media y los intereses sociales y políticos de quienes los dominan. Pero al mismo tiempo el diario advierte sobre los errores cometidos por el liderazgo de la coalición Por el Bien de Todos.

El editorial de La Jornada del lunes ("Voto por voto: la disyuntiva") contiene señalamientos de fondo a una forma de protestar que decidieron efectuar López Obrador y su equipo cercano. Me refiero a la decisión de cerrar al tránsito vehicular el histórico Paseo de la Reforma. Al respecto el punto de vista institucional del periódico manifestó: "Esta forma de lucha sería inobjetable y legítima si la presencia de los manifestantes se limitara a aceras, camellones y áreas no vehiculares, y no impidiera el libre tránsito al resto de los ciudadanos; pero la colocación de los campamentos en las vialidades constituye, además de un error político que dará munición a los críticos del movimiento y le enajenará voluntades y simpatías ciudadanas, un atropello a derechos de terceros que deben ser tutelados y garantizados por el gobierno capitalino, el cual, por añadidura, se ve colocado en el predicamento, indeseable e innecesario, de hacer cumplir la ley y desalojar a los manifestantes". Por de donde viene, este párrafo tiene que ser profundamente meditado en el interior del primer círculo de AMLO, y principalmente por él mismo.

La cita anterior fue retomada en la carta que dirigen a López Obrador el escritor Carlos Monsiváis, Rolando Cordera, Adolfo Sánchez Rebolledo y Jenaro Villamil (ver El Correo Ilustrado de ayer). A mi entender, por lo que expone, la misiva debió aparecer en la primera plana del diario. La breve epístola distingue entre lo que es la justeza de un plantón y el exceso de un bloqueo que daña en primer lugar a la ciudadanía. Los firmantes expresan que el bloqueo "es un agravio para la ciudad de México... es un hecho de insensibilidad profunda que lastima una causa que es de muchísimos. ¿Cómo se puede presionar a los poderosos con algo que en primera y última instancia perjudica a las clase populares?... No le hallamos sentido a esta agresión deliberada a los derechos de trabajadores, automovilistas, pasajeros y choferes de autobuses y taxis. No vemos de qué modo se avanza en la justicia electoral si en el camino se ofende sin razón a una sociedad".

Sin ambages me sumo al contenido de la carta, y llamo la atención al significado que tiene el hecho de que haya sido signada por uno de los mayores críticos del proceso electoral y que ha mostrado solidaridad con la lid encabezada por AMLO. Ese personaje es Carlos Monsiváis.

El prolífico y agudo escritor forma parte, según anunció Jesusa Rodríguez en la manifestación del domingo pasado en el Zócalo, del Consejo Ciudadano que coordina las acciones de resistencia civil pacífica. En la carta Monsiváis toma distancia del bloqueo, pero mantiene su postura crítica al manejo que del proceso electoral hizo el IFE. Me parece que también pone en el tapete de las discusiones necesarias la relación entre los objetivos de un movimiento democrático y los medios a los que recurre para lograr sus metas. No se puede, estoy convencido, evocar principios superiores y al mismo tiempo dañar a la ciudadanía con acciones que son antidemocráticas. Porque la democracia va más allá de un asunto de toma de decisiones de una mayoría en un instante dado, y necesariamente tiene que plantearse si el sentido de la acción a tomar tiene un espíritu democrático. Hay que hacerse la pregunta de si lo decidido respeta los derechos de los otros, los ciudadanos comunes, si los agrede y hostiliza en aras de supuestos principios superiores.

Las luchas cívicas se equivocan cuando, creyendo confrontar a las autoridades y círculos del poder con movilizaciones como bloqueos, pintas y agresiones a edificios históricos y públicos, en realidad socavan el patrimonio y espacios que son de todos. En este sentido cabe reconocer la advertencia que hizo Andrés Manuel a los participantes en el megaplantón, para que bajo ninguna circunstancia pintarrajearan edificios y monumentos en el largo trayecto que va del Zócalo al Paseo de la Reforma. Con esto evitó que se reprodujera en escala muchas veces mayor el desastre en el que tiene al Centro Histórico de Oaxaca el movimiento magisterial, que sin miramientos hostiliza con sus acciones más a la ciudadanía que al gobernador Ulises Ruiz. Es un exceso tomarla contra edificaciones de gran valor histórico y pensar que se hace un servicio a la democracia. Este no es un asunto menor: muestra el verdadero talante de quienes perpetran los ataques.

En la lucha por derechos consagrados en las leyes del país, en la denuncia contra los que vulneran esos derechos, por congruencia ética y política se tienen que desarrollar formas de resistir que eviten dañar a sectores de la sociedad ajenos al agravio que dio lugar a la organización de un movimiento social. La forma de la protesta tiene que ser una lección democrática a los que son antidemocráticos, y no una querella que arrincona a los ciudadanos.

 
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