Usted está aquí: lunes 16 de octubre de 2006 Cultura La compañía Random Dance reflexiona en torno a la conciencia de los movimientos

Presentarán su coreografía AtaXia mañana en el Teatro de la Ciudad, en el DF

La compañía Random Dance reflexiona en torno a la conciencia de los movimientos

ANGEL VARGAS ENVIADO

Ampliar la imagen Aspecto de la coreografía AtaXia presenta por el grupo Random Dance Foto: María Luisa Severiano

Guanajuato, Gto, 13 de octubre. ¿Hasta qué punto pensamos o razonamos los movimientos de nuestro cuerpo? Tal es la directriz en torno de la cual reflexiona la compañía británica Ramdom Dance en la coreografía AtaXia, creada por el fundador y director de la agrupación, Wayne McGregor, cuya primera de tres funciones dentro de la fiesta Cervantina tuvo lugar el jueves, en el Auditorio del Estado.

Obra intensa, provocadora, acaso por momentos agresiva, en la que se evidencia un asombroso derroche atlético por parte de los bailarines durante los casi 60 minutos de duración de la pieza, amén de su pulcro y vistoso desempeño técnico y manejo perfecto de la sincronía.

Estrenada en junio de 2004, la coreografía, según ha dicho su autor, pretende ofrecer una interpretación artística sobre la relación entre sique y cuerpo en relación con los movimientos de éste, más que ser una lectura sobre el padecimiento neurológico denominado ataxia, caracterizado por la pérdida del control motriz.

Para el público, que llenó tres cuartos del inmueble guanajuatense, a la par del inherente azoro y disfrute estético, resultó una experiencia estrujante, conmovedora.

Ello, merced las diferentes secuencias y cuadros en los que los nueve bailarines de la compañía fuera en solos, duetos, tríos o en la totalidad del colectivo, transitaron de un inicio caracterizado por movimientos sutiles, de gran belleza, gracia y liviandad, a evoluciones en las que expresaban y transmitían dificultad, dolor e incluso, algunas de ellas, ciertos aires grotescos.

La apuesta de McGregor es totalmente por el trabajo que los artistas despliegan sobre el escenario. Las acciones transcurren en esa gran caja negra en que éste es transformado, sin más elementos escenográficos que el uso, en unas cuantas escenas, de unas micas de plástico que hacen las veces de espejo o de pantallas en las que se proyectan imágenes abstractas.

Empleado hacia el final de la obra, el video parece cumplir la tarea de aumentar la atmósfera de tensión y estrés al que la concurrencia es sometida por la música que Michael Gordon escribió ex profeso para la puesta.

Se trata de un planteamiento sonoro electrónico basado en sampleo, reiteración de ruidos y compases, y no en pocos momentos muy punchis- punchis. Sin duda, en esto recae, en mucho, la sensación agresiva del montaje.

Minimalista o tan austera como la escenografía es el vestuario de los intérpretes, que en el caso de los cuatro varones se reduce a una playerita y trusas de licra, y el de las cinco mujeres en vaporosos y reducidos vestidos ajustados al cuerpo, todos en color azul claro.

La iluminación se encuentra en el mismo tenor de minimalismo, pero en un manejo preciso, en el que predominan la penumbra y los claroscuros, que confieren gran dramatismo a las escenas y a las diversas ejecuciones.

Al término de la función, la concurrencia ovacionó con frenesí el desempeñó de la compañía británica, aunque, en una situación curiosa, esta ovación tardó en explotar. Fue un final repentino, inesperado, dando la sensación de que la obra fue cortada de tajo.

Después de su presentación Cervantina, AtaXia podrá ser disfrutada en la ciudad de México, el 17 de octubre, en el Teatro de la Ciudad, a las 20:30 horas.

¿Mar?, apenas un charquito

También como parte de la programación de este 34 Cervantino, anoche la compañía catalana Sarruga estrenó en el país su espectáculo de teatro callejero Peixos -como dicen los clásicos-, sin pena ni gloria, al no cumplir las expectativas que hace unos días habían generado los artistas con sus declaraciones a la prensa.

Fuera de la sorpresa inicial que causaron los monumentales títeres utilizados en la pieza, de entre dos y tres metros, y hasta uno de diez, con formas de peces, anémonas, medusas y un tiburón, la historia naufragó en lo simplista y facilón, acaso hasta ridícula.

Fue la historia de un tiburonicidio, como la describió el compañero reportero Arturo García: una náufraga que aniquila a un escualo que mató y devoró a un pez del que se había hecho amiga luego de que la salvara de ser comida por otro pez.

El único mar del que pudo disfrutarse en Guanajuato fue, pues, el mar de gente que acudió a la función. La promesa que hicieron los de Sarruga, de recrear ese ambiente marino en esta ciudad se quedó en esbozar, si acaso, un charquito.

 
Compartir la nota:

Puede compartir la nota con otros lectores usando los servicios de del.icio.us, Fresqui y menéame, o puede conocer si existe algún blog que esté haciendo referencia a la misma a través de Technorati.