Usted está aquí: martes 17 de octubre de 2006 Política La palanca

José Blanco

La palanca

Hacer de la educación superior (ES) una palanca del desarrollo es una necesidad ineludible que, en México, se ha visto frenada entre otras razones por quienes resisten frente a esa idea. Esta resistencia proviene de una lectura de tal necesidad según la cual lo que hay detrás es el propósito malévolo de subordinarla al mercado. Dejo para otro momento el examen de este debate, para referirme críticamente a algunos aspectos de la ES que a mi juicio es preciso transformar a la brevedad posible.

En otra dimensión de la vida social de nuestros días, se discute en el plano internacional el paulatino periclitar de la ideología neoliberal, a la vista del desastre social que ha causado especialmente en el mundo subdesarrollado. Son precisas nuevas formas de intervención del Estado en la vida económica, que no pueden ir sino acompañadas de conocimiento. El asunto del Estado, hoy, es el desarrollo sostenible en la sociedad del conocimiento. El desarrollo sostenible se define como "un desarrollo que satisfaga las necesidades del presente sin poner en peligro la capacidad de las generaciones futuras para atender sus propias necesidades" (ONU, 1987).

Desde hace algunos lustros son referidas las nuevas formas en que hoy se genera y distribuye el conocimiento, y el hecho de que la ciencia y la tecnología se han convertido en el principal insumo para transformar la naturaleza y así adaptarla a la satisfacción de las necesidades humanas: eso que llamamos industria. La ciencia y la tecnología operan sin mediaciones en ese proceso en el mundo desarrollado, y han dado un vuelco entero a la producción de forma tal que la dotación de recursos naturales no es más una condición determinante, para un país dado, de la posibilidad de generar una rica, abundante, variada, producción de bienes y servicios. Lo que cuenta es el conocimiento. Detrás de los procesos industriales desarrollados (hoy la agricultura, la producción pecuaria o los servicios se hallan altamente industrializados) está un continuum que va de la investigación en ciencia básica al diseño tecnológico, a la tecnología aplicada, a la resolución de problemas específicos del mundo productivo.

De la mano con esas transformaciones, las casas del conocimiento de los espacios desarrollados están transformándose con celeridad, procurando adoptar formas de organización no refractarias al cambio; es visible que las universidades han sido por siglos instituciones especialmente conservadoras.

De otra parte están los cambios en los modelos pedagógicos de los procesos de enseñanza-aprendizaje: el paso de un modelo centrado en el profesor a uno centrado en el estudiante, el aprender a aprender para aprender a ser que dijera Edgar Faure a principios de los años setenta. Poco, o muy poco, hemos aprendido en esta materia en el conglomerado de las instituciones de educación superior.

Seguimos, en casi todo ese universo, con el modelo napoleónico de escuelas y facultades, que es parte explicativa sustantiva de la rigidez de los planes y programas de estudio. La rigidez, profundamente arraigada en la mente de los universitarios, es el polo contrario de la flexibilidad que exige el cambio permanente de nuestros días. Seguimos dejando en manos del profesor la evaluación de "sus" estudiantes, reforzando así un modelo clientelar de la enseñanza. Continuamos organizando como "licenciaturas" contenidos de enseñanza que son disciplinas, no profesiones (física, matemáticas, filosofía, bioquímica, y muchas otras). Seguimos, en gran medida, con esas licenciaturas divorciadas de los posgrados, y ambos, de la investigación. Seguimos dejando en las propias instituciones que transmiten los conocimientos la facultad de otorgar los diplomas (somos juez y parte).

Nuevas tendencias internacionales de organización de los contenidos del conocimiento surgieron como necesidad, de la conformación de la sociedad del conocimiento, y del saber inmenso acumulado por la humanidad: es impresentable el modelo pretendidamente enciclopedista de nuestras universidades. Hoy requerimos una formación que nos permita aprender de por vida.

El caso español. Tendrá a partir de 2008 tres tramos: grado, máster, y doctor. Con el grado, todas las licenciaturas y diplomaturas actuales desaparecen y se convierten en cinco grandes ramas de conocimiento de formación básica robusta: artes y humanidades, ciencias, ciencias de la salud, ciencias sociales y jurídicas e ingeniería y arquitectura. Tendrá una duración de cuatro años (en otros países de la Unión Europea es de tres); en los hechos, se acabaron los licenciados; todo aquel que egrese del primer tramo tendrá su grado en una de esas cinco grandes áreas. El máster será una titulación de especialización académica y profesional, con duración de 2/3 años; el doctorado requiere una investigación plasmada en una tesis doctoral; tendrá de tres a cuatro años de duración. La homologación en la Unión Europea marcha a toda prisa. ¿Empezaremos algún día a hacer algo?

 
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