Usted está aquí: jueves 26 de octubre de 2006 Política Logra Pérez Gay el disfrute literario con un texto que habla de horrores

Bolívar Echeverría, Cordera y Monsiváis " desmenuzan" su nuevo libro en Casa Lamm

Logra Pérez Gay el disfrute literario con un texto que habla de horrores

ARTURO CANO

Ampliar la imagen César Moheno, Bolívar Echeverría, Carlos Monsiváis y Rolando Cordera acompañaron a José María Pérez Gay Foto: José Antonio López

Abrió fuego Bolívar Echeverría: "¿No resulta al menos paradójico el disfrute literario de un texto cuyo contenido es una relación de horrores?"

Finalizaba así el primer turno en la celebración del más reciente libro de José María Pérez Gay, La supremacía de los abismos, y todavía afuera decenas de personas empujaban, tratando inútilmente de escuchar, pues el salón de la Casa Lamm no pudo dar cabida a todos.

El filósofo y economista Echeverría fue acompañado en la mesa por Rolando Cordera, Carlos Monsiváis, el autor y César Moheno, coordinador de Ediciones Libros La Jornada.

Echeverría hizo un breve repaso de la geografía del nuevo libro para detenerse en un texto que aborda la "incapacidad de duelo" de los alemanes, "de una negación a aceptar la pérdida de ese 'ideal del yo' que había tomado cuerpo en Hitler y el Estado impulsado por él".

En tal "incapacidad de duelo", Echeverría encuentra un "argumento ideológico dirigido a exculpar a la modernidad capitalista de su responsabilidad en el fenómeno del nazismo".

Las sentencias del juicio de Nuremberg, siguió el filósofo, terminaron en una suerte de campaña expedita de "desnazificación" y así, a fin de cuentas, el pueblo alemán terminó siendo el hijo pródigo "que había regresado contrito y confeso de la abominable excentricidad totalitaria" al seno de la familia europea.

"Según los jueces aliados, el 'mal' que, encarnado en Hitler y su pandilla, había tentado con excelente éxito a los alemanes, ingresó a Alemania viniendo... directamente de los infiernos... nada tuvo que ver con ese 'mal' la política que este Estado fomentaba ni las fuerzas económicas del capitalismo que lo sostenían", dijo el autor de La mirada del ángel.

De esta manera, "Nuremberg hizo del nazismo un acontecimiento de orden moral cuya explicación no requiere que se sospeche de ninguna posible 'maldad' del capitalismo ni del Estado que él anima ni de la política que consagra".

Y en este punto, para cerrar, Echeverría regresó a la obra bajo examen: "postular la unicidad de la época nazi de Alemania, la de su impenetrable 'pacto fáustico con el diablo', es sólo un recurso un tanto rebuscado para esconder eso que se descubre en cada página del libro de Pérez Gay: que el germen del genocidio no viene de fuera sino que está en las entrañas mismas del capitalismo".

En el cierre de su intervención, Echeverría volvió a la pregunta que abre esta nota, y abundó sobre la prosa y la construcción periodística de Pérez Gay: "¿Se trata de que, al fin de cuentas, todo, el horror inclusive, es consumible en el plano homogenizante de la abstracción estética o, por el contrario, de que precisamente la calidad literaria es el último reducto -o al menos la alegoría- de la esperanza de que el horror algún día termine?"

Adónde va el mundo

Tras dar la "bienvenida al gabinete del doctor Pérez Gay", el economista Rolando Cordera diseccionó las partes y las fuentes del libro, un "viaje en cuatro etapas por los abismos del alma moderna", una obra donde "se habla de horrores o de poetas, se redescubre el subsuelo y se cita a Manuel José Othón para beneficio de la memoria o de la melancolía, según lo diga Freud o lo complique Lacan".

De ahí en adelante Cordera glosó algunos textos de Pérez Gay, "crónicas donde las capacidades destructivas y autodestructivas del hombre y del poder se nos presentan siempre a la vuelta de la esquina, cercanas como lo demanda el mito recurrente de la aldea global y siempre dispuestas a romper barreras étnicas, de nivel de desarrollo o de cultura".

Cordera puso sobre la mesa un desacuerdo con Pérez Gay: haber llamado "analfabeta moral" a Robert Oppenheimer, el padre de la bomba atómica. Hurgando en el libro, Cordera encontró en cambio a un individuo "obligado a ponderar su ambigüedad y ambivalencia ante su criatura, con el valor, la entereza y el ácido sentido del humor del científico y (como un) enorme administrador de la creatividad para la destrucción".

La prueba la halló Cordera en las frases del propio Oppenheimer citadas por Pérez Gay, particularmente en su comparecencia ante la comisión de energía atómica y el "miserable general (Lewis) Strauss". Cuando alguno de sus interrogadores, por ejemplo, alude a la seguridad nacional, Oppenheimer responde: "La más alta seguridad es la que ofrece el ataúd".

En pasajes como éste, Cordera encuentra que en el libro, "de principio a fin, nos hace compañía la arrogancia del poder y la impudicia de sus intérpretes, hasta el delirio". La muerte por radiación, diría un general estadunidense, "es una manera placentera de morir".

El inicio de la era atómica, con Hiro- shima y Nagasaki incluidas, no impidió que la segunda mitad del siglo XX fuera, siguió Cordera, "el escenario de una cascada de horrores que le permiten a nuestro autor distraer su atención de la pesadilla democrática mexicana y abocarse a su dedicada, alguien diría que gustosa, disección".

Uno de los textos de Pérez Gay, sin embargo, se asoma a una parte de la pesadilla nacional. Cordera lo cifró así: "La migración mexicana al norte forma parte del ajuste subversivo y mayor de nuestro tiempo. Las masas sin trabajo o perspectiva son masas globales que no aceptan su destino cierto en el fondo de la pirámide. Y aquí el carácter subversivo de la metáfora del subsuelo que acosa a Pérez Gay a todo lo largo de su travesía por los abismos".

Una travesía que no deja de preguntarse adónde va el mundo, interrogante que podría parecer ociosa frente al memorial "no de agravios, sino de aberraciones" que ofrece Pérez Gay. La pregunta, dijo Cordera, no es ociosa "en este otoño del descontento mexicano, con la arrogancia de un poder que no acierta a recitar el alfabeto elemental de la política democrática, pero cuyas instituciones dice estar empeñando en defender del asedio de los bárbaros".

Genocidio, indiferencia, deshumanización

Carlos Monsiváis, tercero en el uso de la palabra, arrancó citando de memoria a Luis G. Urbina y siguió el examen del genocidio, la materia prima principal del libro de Pérez Gay: "Al genocidio sucede la transformación de la impotencia en indiferencia, y la indiferencia alimenta el genocidio volviéndolo una forma de la obligatoriedad política, porque no encuentra resistencia".

Con el Holocausto, siguió el cronista, nos hallamos frente a "la expresión de los poderes de la deshumanización; el término me parece central, quizás el más violento y duro de la etapa que estamos viviendo desde hace bastante".

Consciente de que cuando se habla de deshumanización se alude a muchas actitudes, tendencias, situaciones, Monsiváis optó por "una definición rápida y posible: es la certeza de que somos tanto que ya casi todos somos prescindibles".

El coautor de Parte de guerra hizo desfilar ejemplos que fueron de los crímenes de Stalin a la bendición de la derecha mundial a los tiranos, pasando por un linchamiento ocurrido en México, transmitido por televisión, donde lo único humano fueron los gritos de agonía de un hombre quemado vivo.

"Ante la deshumanización uno no puede pedir una transferencia, porque lo arrasa; lo que uno puede pedir para sí mismo es tomar en cuenta lo que sucede, pero no entenderlo, en la medida en que entenderlo significaría aceptar que esa monstruosidad es natural. Lo antinatural del genocidio es lo que nos impide entenderlo."

¿Tiene caso la indignación moral?, preguntó Monsiváis. "Es el mayor registro que nos queda. La indignación moral es el punto de partida del entendimiento. Lo otro, decir que esto pasa siempre, es no entender, es renunciar a cualquier mirada crítica.

"Si algo no cuenta en este libro es la consolación por el melodrama; no hay melodrama en Auschwitz ni en Chernobyl, Bagdad o Camboya, hay tragedia. Pero ¿cuál es nuestra capacidad para situar debidamente la tragedia si gracias al neoliberalismo se vive la posética? La tragedia es un anacronismo en lo colectivo, así en lo individual, lo familiar, lo amistoso, sea la gran desolación. Vivimos en la era de las distopías, de las utopías negativas, y sólo explorar el genocidio nos permitirá hacer concebible la utopía."

Y de ahí la inmejorable conclusión de Monsiváis: "¿Le gusta este jardín que es suyo? Evite que las clases gobernantes del mundo lo destruyan".

En su turno, Pérez Gay sólo hizo un breve y cálido agradecimiento a los presentadores y los presentes, aunque luego añadió un "comercial": "Para mí ha sido un honor haber estado con Andrés Manuel López Obrador". El dirigente y ex candidato presidencial, ciertamente, había presenciado en primera fila la exitosa lectura en voz alta de La supremacía de los abismos.

 
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