Usted está aquí: domingo 19 de noviembre de 2006 Cultura "Emiliano Zapata a tus órdenes"

"Emiliano Zapata a tus órdenes"

Jorge Ricardo

"Ahí en el Jilguero, como a las seis de la tarde, estaba el general Zapata. Estaba recargado en su caballo y entonces yo le dije a uno:

'Oye, yo quisiera conocer al general Zapata.'

"Entonces él levanta la cabeza y me dice:

'¿Qué se te ofrece, chamaco?'

"Le digo:

'Pues yo quería conocer al general Zapata.

'Aquí me tienes a tus órdenes, Emiliano Zapata. ¿A qué veniste?'

"¡Venimos a la Revolución!"

El recuerdo es del mayor de caballería del Ejército Libertador del Sur Félix Vázquez Jiménez, huérfano a los ocho años y que se fue a la Revolución a los 14, huyendo del maltrato de sus tíos. Su testimonio fue incluido en Emiliano Zapata: como lo vieron los zapatistas, "voz colectiva y auténtica" de quienes lo acompañaron, según dice Laura Espejel López, miembro de la Dirección de Estudios Históricos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), organismo que lo publicó este año con Ediciones Tecolote y que fue presentado el viernes pasado en la librería Rosario Castellanos del Fondo de Cultura Económica.

La obra es resultado del Programa de Historia Oral del INAH: desde 1970 unos cuatro antropólogos e historiadores se encargaron de "perseguir" a los compañeros de lucha de Zapata: coroneles, mayores de caballería, tenientes, capitanes, soldados y combatientes sin grado, mayores de 80 años al momento de las entrevistas. El libro contiene recuerdos de canciones, juegos y vaciladas, batallas, enfermedades; cómo era Zapata y por qué lo siguieron.

A partir de los testimonios de "los hombres sencillos del pueblo que hicieron la lucha zapatista hay un análisis profundo, sobre todo si leemos, más que con la cabeza, con el corazón", asegura Laura Espejel, quien seleccionó los textos de entre unos 120.

Fotografía del medio rural como "rescate del último rastro de la memoria zapatista", testimonios cortos ilustrados por Fernando Robles.

El capitán segundo de caballería Serafín Placencia Gutiérrez recuerda:

"Y nos fuimos a la Villa de Ayala a pegar el grito, allí nos levantamos como otros cien... Yo me fui con una pistolita de cilindro, porque es de la caballería, y un machete de cinta; esa fue mi arma. Y los demás con puñales, otros con escopetas de munición, otros ya con rifles de doce, de esos venaderos, y otros con el corazón nomás."

Porque Zapata simbolizaba la Revolución. "No es un azar que Zapata ­escribió Octavio Paz­, figura que posee la hermosa y plástica poesía de las imágenes populares, haya servido de modelo, una y otra vez, a los pintores mexicanos. Con Morelos y Cuauhtémoc, es uno de nuestros grandes legendarios".

Emiliano Zapata..., agrega Espejel, "es un material de primera mano que puede servirle tanto al especialista en lingüística, al historiador, o al antropólogo, igual que a un niño o a un adulto".

La obra señala los aportes de las mujeres; el soldado Joaquín Bello Rodríguez dice:

"Se llamaba Amelia Robles, pero no le gusta que le digan señora o señorita: el señor Robles. Es coronel. ¡Pero fue brava, fue guapa, pues, pa' pelear! Es nativa de Xochipala. ¡Pero fue de veras, de veras! Y peleó, tuvo su tropa...! (...) Y empezó a pelear con su caballo tordillo y su vestido rojo."

Fechas importantes: el 25 de noviembre de 1911, cuando se expide el Plan de Ayala, emblema de todas las reivindicaciones campesinas e indígenas mexicanas posteriores a la Revolución, el teniente Macedonio García, narra:

"Ya luego que estuvo terminado el Plan de Ayala, por allá improvisaron una musiquita que no conocía ni nota, y como que entonaron el Himno Nacional. Y unos lloraban, porque usted ve cuando está el Himno se enardece la sangre y dan ganas de llorar... y lloraron muchos hombres."

Luego, cuando las malas lenguas dijeron que Emiliano Zapata había muerto el 10 de abril de 1919. Huérfano por segunda vez ­"Zapata era el mero jefe, éramos como hijos de él"­, Félix Vázquez Jiménez se fue para el monte, cuenta Espejel: "Porque yo dije que nunca me iba a rendir, que mejor aventaba la carabina, pero ser rendido nunca... pues mejor muerto que ser rendido".

Y se puso a llorar.

Otros de la tropa no lo creyeron: "Sabes que un compadre árabe andaba con él, y se desapareció el árabe y Zapata; en la noche se pelaron los dos. El árabe lo llevó pa' su tierra, porque ya nunca lo vimos... Hasta ahora no sabemos dónde está".

 
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