Usted está aquí: viernes 5 de enero de 2007 Política ¿Año nuevo?

Gabriela Rodríguez

¿Año nuevo?

Con estos aires vacacionales que se respiran por acá, en este ambiente donde las significaciones religiosas se han impuesto a los cambios de estación, me resulta inevitable tomar tiempo para pensar en lo religioso y en la laicidad, y de dejar correr las ideas desde el ángulo de lo viejo y de lo nuevo, de lo que se va y de lo que viene; entrar así en la lógica del año nuevo.

La idea de laicidad se está perdiendo con la llegada del PAN al poder; como el agua que se escapa entre las manos, es más abstracta que la idea de lo religioso porque se define posteriormente y en relación con lo segundo. La laicidad significa separación, la separación del Estado de la religión, dos entidades que estaban unidas y que pudieron separarse mediante revoluciones y guerras. No hay que olvidar que la sangre y las movilizaciones sociales han sido los ladrillos con que se construyó el Estado laico, que no es más que el Estado moderno y democrático, en el que el pueblo, y no la visión religiosa del poderoso rey, decide lo que es bueno y lo que es malo para la sociedad y lo que se deja al ámbito privado de cada individuo.

Muchas actividades que se consideraban "malas" pasaron a ser opciones de libertad con el Estado laico. La laicidad es también neutralidad. El Estado debe ser capaz de definir con precisión la laicidad; no puede tener ideología porque tiene que admitir todas. Trata a todas las religiones con igualdad porque reconoce también la diversidad como fuente de libertades, sobre todo las relacionadas con los cuerpos: enterrar a los muertos en lugares y de acuerdo con ritos propios; educar a los hijos según las propias creencias y estilos de vida; vestirse y moverse de diferentes maneras y estilos; tener relaciones sexuales dentro o fuera del matrimonio, en vínculos heterosexuales u homosexuales; casarse con el de otra, la propia o ninguna religión; divorciarse o volverse a casar; usar o no anticonceptivos; decidir si ser o no ser padre o madre; decidir sobre el número y espaciamiento de los hijos, si usar o no usar condón; abortar o no abortar. El proceso de laicidad ha sido largo. Lleva más de dos siglos en Occidente y aún hay retos que no se han superado. No todas las libertades sobre los usos del cuerpo están protegidas en las leyes.

Rastros estructurales de la Iglesia católica siguen filtrándose en las instituciones laicas a muchos niveles. Iniciativas y posiciones de las fracciones panistas se apoyan en regulaciones católicas, y no en una neutralidad que deje al ámbito privado de los individuos las decisiones sobre sus cuerpos. Legisladores del blanquiazul presentaron una iniciativa de ley que pretende limitar la libertad de culto para volver a predicar la religión en las escuelas públicas y en los centros de salud; otra propuesta en Jalisco buscó dificultar los procedimientos de divorcio para reforzar el matrimonio perpetuo, aún en casos de violencia doméstica. En el Congreso federal esa misma fracción se opuso a la legalización de la anticoncepción de emergencia, con las mismas argumentaciones de Benedicto XVI. En el Distrito Federal se opusieron unánimemente a la Ley de Sociedades de Convivencia, que reconoce derechos patrimoniales y económicos en vínculos no necesariamente heterosexuales. Todas estas iniciativas han fracasado, han perdido por minoría en los congresos, y no por neutralidad o laicidad, por lo que en cualquier momento podrían imponerse.

Empresarios han contribuido al debilitamiento del Estado laico, invirtiendo más en organizaciones civiles religiosas y en instituciones educativas de todos los niveles, incluyendo el universitario. El territorio de las instituciones de asistencia privada es de predicadores religiosos que mueven muchos millones. Las esposas de los empresarios y de funcionarios panistas son las voluntarias, mientras sus maridos deducen impuestos en obras de caridad, se detiene el cambio y se favorece la permanencia.

Hoy más que nunca se confunde el pecado con el delito. La acusación contra el cardenal Norberto Rivera por encubrir a un sacerdote abusador sexual es emblemática. No se les ha juzgado en el ámbito de la justicia del Estado mexicano, sino en la lógica de la misericordia religiosa. La confusión ética llega a tales extremos, que llegan a confundir la penalización con el perdón y el abuso sexual con la homosexualidad. ¡Vaya con las imprecisiones! El acceso a los anticonceptivos, al condón, a la anticoncepción de emergencia, a la sociedad de convivencia y al aborto no se ve como una decisión exclusiva de quienes no lo consideren pecaminoso, sino como una imposición de Estado, lo cual es insostenible desde la laicidad.

Como en el año viejo, la imposición del gobierno del PAN refuerza el debilitamiento de la laicidad. Bien decía Marcel Proust que "los años no están separados por un foso de los demás; esos años que nuestro deseo, impotente para llegar a su entraña y modificarlos, reviste, sin que ellos lo sepan, de un nombre diferente (...) reaparece la materia eterna y común, la humedad familiar, el inconsciente fluir de los días de siempre... (...cuando volví a casa...) acababa de vivir el primero del año de los hombres viejos, que se distinguen de los de los jóvenes no porque no les dan aguinaldos, sino porque ya no creen en el año nuevo".

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