Usted está aquí: martes 20 de marzo de 2007 Cultura Miles rozaron lo divino mediante el canto de las aves y la música de Mahler

La Filarmónica de la Ciudad interpretó en Minería la Tercera Sinfonía del compositor

Miles rozaron lo divino mediante el canto de las aves y la música de Mahler

La voz de excelencia de la mezzo Carla López-Speziale marcó la diferencia con cualquier otro concierto memorable

Fue el inicio de una jornada singular en el Centro Histórico

PABLO ESPINOSA

El canto de las aves que habitan las alturas del Palacio de Minería transfiguraron, en la hora dominical del Angelus, de un concierto memorable una experiencia sublime. Muchedumbre vibrando en la misma frecuencia, en contacto con lo divino. En los atriles, la partitura de la Tercera sinfonía de Gustav Mahler, mientras en lo alto trinaban los pájaros como siguiendo la ruta de las solfas en uno de esos hechos insólitos que ocurren pocas veces en una vida y reciben el nombre preciso de epifanía.

La puesta en vida de esa partitura monumental del compositor austriaco, a cargo de la excelente Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México, dirigida por su titular, Enrique Barrios, transcurrió en una hora con 35 minutos de música pura y en el contexto del vigésimo tercer Festival México en el Centro Histórico.

El hermoso edificio universitario, que hace apenas unos días se llenó de libros y lectores, se preñó hace unas horas de sentimientos y emociones calcinados.

Junto a las aves, que desde arriba hilaban una geometría invisible que parecía dictar el transcurso de los acontecimientos, el desempeño artístico sencillamente maravilloso de la mezzosoprano Carla López-Speziale hizo la diferencia con cualquier otro concierto memorable: mientras ella cantaba y los pájaros trinaban, las mejillas de los circunstantes dejaban correr lágrimas tibias.

En sus labios, los versos de Friedrich Nietzsche. En las cuerdas y alientos de madera y de metales con sordina, la poesía de Gustav Mahler. En las alturas del neoclásico edificio, las voces de los ángeles puestas en carne y sangre por un coro de niños colocado en la parte aérea de la nave pétrea, junto a campanas tubulares que hacían también unísonos impensados con las campanas de las iglesias cercanas.

Puente con lo divino

Singular experiencia fuera de una sala de conciertos. Sobre la calle Tacuba traqueteaban los neumáticos, balatas, improperios y claxonazos. Rebotes agresivos sobre los pianissimi orquestales. Pero cual monjes budistas, músicos y público no se inmutaban ante la violencia circundante. Su alma estaba concentrada solamente en la belleza. Lo decían sus rostros: todos volteaban sonrientes, tocados por la gracia, hacia arriba para ver los rostros invisibles de las aves que sólo mostraban el plumaje de su canto.

Presente en ese recinto vuelto mágico, el maestro Luis Pérez, quien es la máxima autoridad mahleriana en México y en otras muchas materias que nos vuelven mejores personas, lo puso en estas palabras: ''Las aves cantaban mientras Mahler traducía. Transcribía. Ellas y la música hablaban con Dios y nos transportaban a ese puente con lo divino".

Cada uno de los humanos ahí presentes vivió a su manera tal epifanía. Lo cierto es que había una bruma tenue sobre las escalinatas del Palacio de Minería, justo atrás del coro de mujeres, justo abajo del coro de niños, justo en el blanco del contacto con la dimensión donde cada uno de los escuchas, cada uno de los oficiantes, entabló contacto con quienes están presentes de manera diferente.

Nadie calculó la potencia y precisión acústica de las aves, esas habitantes altas del Palacio de Minería. Todos presenciamos la manera como ellas percibieron la presencia de la divinidad y el advenimiento de los seres angelicales y se pusieron a cantar en consonancia. La mezzosoprano Carla López-Speziale con su canto magistral hizo del concierto del domingo un acontecimiento único en una vida. De sus ojos emergieron también lágrimas. La muchedumbre aclamó al final agradecida.

Es la música de Mahler, ese puente preciso con lo divino que realizó el milagro de la multiplicación del canto y de las lágrimas felices de aves y de humanos.

 
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